Tarah Kontos
Marcaba una y otra vez con los mismos resultados, no podía comunicarme con Sarah.
De pronto sentí la mano de Alexis acariciar mi hombro.
—Mi amor ¡Cálmate! Ese bebé va a salir muy belicoso. ¿Y ahora cuéntame a qué hora quieres que le mande el misil a Michael? —preguntó con seriedad—, sabes que tengo amigos que lo pueden hacer, puedo llamar a Walton y en poco… —lo interrumpí porque si lo dejaba avanzar mucho era capaz de hacer lo que decía.
—¡Alto allí! No estoy hablando de manera literal, sino en sentido figurado, no quiero que lo mates de verdad, ¡Estás loco! Es mi hermano, aunque es lo que me provoca por ser tan bruto. Te juro que estoy preocupada de que el bruto lo hereden mis hijos.
—Y debes preocuparte por eso, porque dicen que la inteligencia se hereda de la madre, y tus hermanos la heredaron seguramente de la tuya, y… —cuando vio mi cara contuvo la risa, mientras yo lo veía con caras de pocos amigos.
—No me parece gracioso y andas buscando que te mande a dormir a otra habitación —espeté con irritación y él solo sonrió, atrapándome entre sus brazos.
—Es broma mi amor.
—Te aseguro que eso lo menos que hace es causarme risa —respondí—, Alexis, estoy muy nerviosa y preocupada. Necesito encontrar a Sarah, saber que está bien y hablar con ella. ¡Necesito respuestas! —exclamé, intentando mantener la calma, pero mi voz denotó mi preocupación.
—Lo sé, lo sé. Vamos a encontrarla, Tarah. No te preocupes, todo estará bien —respondió Alexis, intentando tranquilizarme, pero su gesto reflejo su propia ansiedad.
—Y quiero ayudar a resolver lo de Emma y Lissa, quizás son hermanas y no se han podido encontrar, definitivamente, la vida es tan complicada, que estoy pensando que en mi caso no tuve tan mala suerte como pensé —murmuré con un suspiro.
—¿Mala suerte tú? Mi amor, si tú te ganaste el premio gordo de la lotería conmigo, aunque al principio por malos entendidos las cosas no fueron como nos hubiese gustado, yo soy el mejor hombre que pudo cruzarse en tu camino —pronunció en tono divertido mientras me alzaba en sus brazos.
—¡Cuidado! Me puedes hacer caer, mi premio gordo —protesté entre risas.
—Jamás te dejaría caer… ¿Quieres ver lo gordo que estoy? —habló con voz ronca, provocando miles de sensaciones en mi interior.
—Deja de provocar que no me puedes cumplir —dije buscando irritarlo y lo logré.
—¿Qué yo qué? ¿Qué no te puedo cumplir? ¡Ya verás! —exclamó ofendido.
—No es porque no puedas, sino porque no debes, ¿Acaso te olvidas que estás recuperándote de tu herida? —le pregunté y él colocó una expresión en su rostro de no saber de lo que yo estaba hablando.
—¿Herida? ¿De cuál herida estás hablando? —preguntó y para demostrarme que no tenía razón, me llevó a la habitación.
—Amor, tenemos muchas cosas que resolver —expresé, aunque no muy convencida porque las manos de Alexis estaban provocando un intenso calor en mi interior.
—La resolveremos en un momento, mientras tanto quiero disfrutar de mi esposa —susurró con su voz cargada de deseo.
—Amor, no puedes hacer esfuerzo, más de lo que ya has hecho —murmuré con preocupación.
—¿Sabes jinetear? —inquirió con una expresión seductora en su mirada y yo no pude evitar sonrojarme.
—¿Qué quieres decir? —pregunté con curiosidad.
—Que ya tienes tu caballo personal —respondió.
Y en ese momento se desató la pasión entre nosotros, apenas entramos a la habitación comenzó a desvestirme con una necesidad urgente, como si estuviera ansioso de estar conmigo.
Alexis me llevó a la cama y comenzó a besarme con pasión, mientras sus manos recorrían mi cuerpo con deseo. Yo gemía bajo su toque y me dejaba llevar por el placer que me provocaba. Sentía cómo su miembro se endurecía a través del pantalón, y sabía que no podía resistirme por mucho tiempo a la necesidad de estar con él. Lo deseaba dentro de mí, quería sentirlo en lo más profundo de mi ser.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: CASADA CON EL SUEGRO DE MI EX. ATERRIZAJE EN EL CORAZÓN