Comenzó una guerra, conquistó el mundo romance Capítulo 8

—¿Vieron eso? Vinieron con las manos vacías.

—¿Acaso ellos no conocen las reglas? ¿O es que no respetan para nada al Guerrero Supremo?

—No creo haberlos visto antes. ¿Quiénes son? ¿Entraron a escondidas?

Pronto, todos advirtieron la presencia de Aarón y su familia. Al escuchar los cuchicheos, Aarón deseó que la tierra se abriera y se lo tragara. «Esto es demasiado vergonzoso». No era como cuando te humillan frente a alguien que conoces. En primer lugar, ellos ni siquiera sabían lo que estaban haciendo allí, y en segundo, ellos solo eran unos pobretones entre todos estos peces gordos. Esto era algo parecido a una tortura psicológica.

Poco después, el salón era un barullo; todos se habían enfocado en unos cuantos hombres que estaban entrando vestidos con uniformes militares. El líder del grupo era un auténtico Guerrero Magnífico y llevaba una estrella en su hombro. Su aura imponente dejó a todos sin habla.

—Haré una breve presentación. Presté mis servicios en la Zona Bélica del Este y me llamaban Dragón Azul. ¡Soy el hombre de confianza del Guerrero Supremo!

Dragón Azul recorrió el área con la mirada de manera autoritaria. Cuando Aarón y su familia vieron esta escena, todos se estremecieron de temor.

—¡Vaya, este Guerrero Supremo sí que da miedo! ¡Hasta su hombre de confianza es un Guerrero Magnífico!

—¡Cierto! ¡El Guerrero Supremo es el primer guerrero de Erudia con cinco estrellas!

Catalina estaba tan ansiosa que estaba a punto de llorar.

—Debimos por lo menos haber traído algo. ¿Qué será de nosotros si piensa que le hemos faltado al respeto?

—Dragón Azul, ¿me podría decir cuándo llegará el Guerrero Supremo? —preguntó Julio.

Dragón Azul sonrió.

—A decir verdad, el Guerrero Supremo está con nosotros en este preciso momento. Él siempre trata de pasar inadvertido y casi nunca asiste a este tipo de eventos. Yo no me esperaba que él de verdad asistiera hoy.

Sus palabras desataron un caos de personas mirando a sus alrededores como locas mientras buscaban al hombre.

»Paren de buscar —dijo Dragón Azul con tono severo—, pero tengan presente que el Guerrero Supremo controla cada una de sus palabras y sus acciones. Hoy seré su intermediario. Pueden buscarme si necesitan cualquier cosa.

—Bueno, más claro, ni el agua —susurró Aarón al escuchar el comunicado.

Los demás también parecieron entender el significado de las palabras de Dragón Azul.

—¡Wilfredo González de Colina del Norte le obsequia un par de Perlas Legendarias al Guerrero Supremo!

—¡La Cámara de Comercio de Roble de Colina del Norte le regala al Guerrero Supremo un ginseng americano de doscientos años!

—¡El Club Apocalipsis de Colina del Norte le obsequia un McLaren P1 al Guerrero Supremo!

Todos corrieron al frente para mostrar sus regalos extravagantes, dentro de los cuales también había mansiones. Aarón y Catalina observaron cómo todos ofrecían sus obsequios uno detrás de otro y agacharon sus cabezas con mucha vergüenza. Incluso Zamira tuvo deseos de salir corriendo del lugar.

Dragón Azul miró la montaña de regalos que se apilaban frente a él en el escenario. Su expresión se volvía cada vez más fría.

—¿Qué significa todo esto?

La voz de Dragón Azul dejó a la audiencia impactada. Hasta Julio, el gobernador de Colina del Norte, hizo silencio. Todos miraron a Dragón Azul sin comprender a lo que este se refería.

»¿Acaso están insultando al Guerrero Supremo?

—No, no. Para nada.

Las palabras de Dragón Azul les pegaron un susto de muerte a todos.

—¡Escuchen muy bien lo que les voy a decir! ¡Esto es lo que más odia el Guerrero Supremo! ¡No traten de engatusarlo con sus trucos! ¡Si lo hacen, solo lo estarían menospreciando! —reprochó Dragón Azul y todos comprendieron al momento.

«¿El Guerrero Supremo tiene problemas económicos? ¡Para nada! ¡Él posee un poder y una riqueza que no tienen comparación!».

—¡Por favor, controle su ira, Dragón Azul! ¡Cometimos un error!

Dragón Azul miró a la multitud.

—¿Hay alguien que no haya ofrecido ningún obsequio en este momento?

Todos se miraron entre sí y notaron que no había nadie que no le hubiese regalado nada.

—¡Suegro, levanta la mano! ¡Esta es tu oportunidad! —le recordó Leandro.

Zamira y sus padres habían estado viendo todo lo sucedido. Ellos se sintieron aliviados al oír que al Guerrero Supremo no le gustaba recibir regalos. Aun así, ellos no tuvieron la osadía de levantar sus manos.

—¿Qué?

La voz gélida y despiadada de Gerardo se escuchó a través del teléfono.

—Ustedes me han decepcionado muchísimo. ¿Cuándo me pagarán los 2,8 millones que me deben?

—Papá, yo…

—Bueno, ya que no pueden pagarme, el Grupo volverá a mi poder y pondré a Samuel y a Melany a cargo de los negocios. ¡Están por su cuenta! —Gerardo colgó.

El teléfono se deslizó de la mano de Aarón y cayó al suelo con un ruido sordo. Después de enterarse de lo que había sucedido, Zamira y Catalina se abrazaron entre sollozos.

—¿Qué sucede? —preguntó Leandro.

—Abuelo retomó las riendas del Grupo —dijo Zamira sollozando—. Ahora estamos desempleados.

—¡Argh! ¡Se arrepentirán de esto!

Mientras tanto, en la residencia de los López, luego de que Gerardo terminara la llamada telefónica, Fabián le preguntó con cautela:

—¿No habrá problema si hacemos eso? Leandro no posee ninguna influencia en este ámbito, ¿o sí?

—Papá, ya le he preguntado a varias personas —dijo Enrique—. El antiguo compañero de clases de un amigo trabaja en la Oficina Municipal de Preservación del Agua y asistió al banquete. Dice que Leandro no es más que un don nadie que necesitó la ayuda de un amigo para poder entrar. Sin embargo, lo más absurdo de todo fue que su familia fue la única que no llevó ningún regalo y, como si eso no hubiese sido lo suficientemente vergonzoso, ellos se lo tomaron en serio cuando escucharon que al Guerrero Supremo no le gustaba recibir obsequios.

Todos comenzaron a reír a carcajadas cuando escucharon lo que había sucedido. Luego, Gerardo bufó con indiferencia:

—¡Tengo que recuperar su grupo y dejarlos sin trabajo por haberme deshonrado en la Villa Paraíso!

Él estaba echando humo por las orejas de la rabia que le causó el incidente de hoy. Enrique fue quien tramó todo este asunto, para hacer que Gerardo recuperara el grupo.

—¡Así es! ¡Son una banda de payasos ingratos que nunca han tratado al abuelo con respeto! —añadió Samuel—. ¡Juro que haré que sus vidas sean un infierno!

Gerardo miró a Samuel, que estaba a la expectativa.

—La Familia López depende de ti ahora, Samuel. No creo que podamos ir mañana al Parque Ecológico de Ciudad del Oeste, pero no importa. Samuel, tienes que trabajar más duro y conseguirnos más proyectos a través de tus conexiones.

—No te preocupes, abuelo —respondió Samuel.

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