Cristóbal Manckenzie
Escucho discusiones en la oficina de al lado que es dónde está Bárbara con su madre. Ya saben madre e hija discutiendo.
Salgo de mi oficina, necesito saber que tanto hablan pero la puerta de la oficina de Bárbara se abre y sale una Estela furiosa sin mirar a nadie.
Enseguida voy hacia Bárbara que está sentada en el mueble con la cabeza en su mano sollozando.
--¿Bárbara qué sucedió?-pregunto preocupado.
Ella se levanta de inmediato y me da la espalda. Respiro resignado, ya sé, no le gusta que la vean llorar o mejor aún no le gusta que la vean derrotada.
--¿Estela te hizo algo? ¿Cuéntame qué pasó? Puedes confiar en mí-le digo caminando hacia ella.
Se voltea y me abraza por el cuello, llega su cabeza al hueco entre mi cuello y hombro, y llora.
--¿Por qué estás llorando?-vuelvo y le pregunto acariciando su cabello para tranquilizarla.
No me responde, y si ya se, debo de hacer silencio. Ella lo necesita.
No sé qué le pudo ver hecho Estela para dejarla en esa situación pero no la está pasando nada bien. Se aleja de mi cuerpo y va hacia el ventanal detrás de nosotros.
No décimos nada, ella necesita pensar y lo entiendo pero no la voy a dejar sola en el estado en que está.
--¿Porque siempre lo mismo? No parece mi madre ¡No sabes cuánto la detesto! Me reclama a mí porque su novio la dejó. Dice que es por mi culpa ¡Me llamó puta! Que era una cualquiera cuándo la única es ella-expresó sollozando-. Ni si quiera sé que hice para merecer su odio-murmuró limpiando sus lágrimas.
No sé qué decir. Para dar consejo no soy muy bueno...
--Siempre es así conmigo... En mis cumpleaños nunca está ahí, siempre está de fiestas-comenta-. Parece que llegue para arruinarle la vida-reveló.
--Por supuesto que no. Todo llega por un propósito y llegaste al mundo para cumplirlo-respondo rápido llegando detrás de ella-. Los comentarios de tu madre no te pueden afectar, quiere bajar tu autoestima, quiere que estés por debajo de ella y no lo vas a permitir ¿verdad? No te lleves de todos los comentarios porque personas que lo hacen siempre quieren verte por debajo de ellos-digo.
--Perdón-expuso-. Por cómo me encontraste-comenta.
--No tienes que hacerlo, es de humano llorar-expresé-. Siempre voy estar aquí por cualquier cosa que necesites-comenté respirando su aroma.
--¡Oh Dios! ¡Cristóbal!...-gime cuando muerdo unos de sus pezones.
Ella busca mi corbata y la quita con dedos torpes, mis manos van hacia su braga doy una leve caricia y se arquea. Hago el mismo procedimiento pero mirando su reacción quiero grabarlo en mi cabeza para recordarlo todos los días.
--Cris...-susurró cerrando sus ojos. Nuestras respiraciones van muy rápidas ¡Ya quiero estar dentro de ella! Mi amigo no aguanta ni un segundo más.
--Quiero sentirte-murmuré en su oído-. Eres preciosa-digo devorando su cuello.
Pasa su mano por mi entrepierna y coloco mi cabeza en su hombro ¡Esta mujer me quiere matar!
--Por favor-suplico besando sus labios-. No creo poder aguantar ¿Dime si o no? Porque me estoy controlando para no hacerlo sin tu permiso-expliqué.
Dura varios minutos sin contestar y sus ojos se salen de órbitas ¿No estará pensando en dejarme con esta calentura? Coloca su camisa perfecta y baja del escritorio sin todavía mirarme.
--Perdón, lo siento-respondió caminando hacia la puerta-. No quiero ser igual que mi madre. Necesito pensar-agrega y sale de la oficina.
¡Que loco! Pasamos de una situación a otra ella llorando, deprimida y después la tremenda calentura que teníamos ambos.
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