Al día siguiente, mientras salía de la casa para ir al hotel a continuar trabajando, e invirtiendo el dinero ganado; me encuentro con el conserje, o, mejor dicho, la mano derecha del señor Brusquetti.
Realmente fue una noche aterradora, me dolía las rodillas hasta no poder, y estaban lastimadas. Pero tener que seguir aguantando a este hombre y a toda la familia por más tiempo es algo que por hoy no quería hacerlo.
— Señorita Bacab, este documento se lo manda el señor Arturo. Si puede revisarlo por favor — dice, extendiendo una carpeta.
— Lo revisaré cuando llegue del…
— Ahora — interrumpe, sentenciando la orden si espacios a contradicciones.
Ruedo los ojos, por esa actitud tan hostil que tiene conmigo. Abro la carpeta y comienzo a leer, frunzo el ceño, y de vez en cuando, miro al hombre frente mío con una sonrisa de superioridad
— ¿Es el divorcio?
— Como ves, el señor quiere deshacerse de ti — escupe y yo sonrío. Cuando yo solicité, ni siquiera obtuve una respuesta, por lo que, sin poder evitarlo, sonreí ampliamente—. ¿Qué te causa gracia?
Tome el bolígrafo, y lo firme sin dudar siquiera un poco. Realmente desde que me casé, he sido muy infeliz, muy maltratada y humillada, como para que ahora rechace una oportunidad como ésta.
— Es el mejor día de mi vida. ¿Sabes lo que significa esto? Significa que soy libre, que ya nunca más nadie volverá a menospreciarme, ni tratarme como basura — El hombre suelta una carcajada.
Ésta sería mi oportunidad. Especialmente porque el mismo lo ha solicitado, por lo que debía aprovecharlo.
— Volverás al basurero del que saliste, nada nuevo en particular.
— Sí, gran conserje de la mansión Brusquetti. Volveré al basurero — respondo, logrando enfurecerlo, por decirle indirectamente que es igual a mí.
Salgo a pasos normales, dando pequeños saltos y una sonrisa radiante en el rostro, tomo un taxi y llego hasta el hotel, con una felicidad inigualable.
— ¿Y esa sonrisa? — pregunta mi mejor amiga.
— Es que soy una mujer libre — confieso—. Finalmente, estoy divorciada.
— ¿De verdad? ¿Cómo sucedió? Recuerdo que nunca te dio una respuesta cuando se lo solicitaste aquella vez.
— No lo sé, solo me entregaron una carpeta, me dejaba una indemnización, y aunque quise rechazarlo, eso sería, esperar a que modifiquen el documento y permanecer un día más casada. La idea, es deshacerme de esta cadena — explico—. Ese dinero no cuenta para mí, es solo una propina más.
— Lo sé, pero dirán que eres una interesada. Ya no quiero que hablen de ti.
— Lo seguirán haciendo de todas formas. Además, me lo merezco por los tres años de agonía — Ambas comenzamos a reír.
— Y ahora que estás divorciada… ¿Hablarás con tus padres? — Suelto un suspiro. Debería hacerlo, pero realmente no sabría ni siquiera como mirarlos a los ojos—. Ellos te aman, Kaeri.
— Lo sé, solo que me lo advirtieron y no los escuché. Y ahora, simplemente no sé cómo enfrentarlos. Yo puse las manos al fuego por este matrimonio.
— Pero te aman, eres su hija.
— Adoptiva, Paula. Soy una hija adoptiva — Le recuerdo.
— Pero llevas el apellido Bacab, en tu certificado de nacimiento. Ellos te adoptaron y eres una Bacab — arguye con una sonrisa—. Ya no quiero que trabajes así. Sé que el hotel es tuyo y el bar, pero trabajas tanto y te desgastas, como uno más de nosotros. Ni siquiera trabajas como un gerente.
— Si no trabajo no gano. Al fin de cuentas, es la enseñanza que me dio mi padre.
— Pero… ¿Cómo mucama? ¡Vamos, Kaeri, eso es ridículo!
— Así nadie conocerá mi identidad y estoy segura de los medios — respondo.
En ese momento, sus ojos bajan a mis piernas, y puedo notar como sus ojos se abren de par en par, por mis heridas.
— ¿Qué te pasó? No me digas, que volvieron a humillarte — escupe—. Iría a mandarlos a la m****a de no ser, porque ya estás divorciada.
— Ya todo ha acabado.
Salgo del vestidor, y me dirijo con mi carro de limpieza hacia los pasillos donde se encuentra el ascensor. Trabajando de esta forma, me permite ver como se desenvuelven los trabajadores aquí y manteniendo mi identidad en incognito, lo consigo fácilmente.
Cuando ingreso a una de las habitaciones, lo primero que hago es, colocarme los audífonos para así, comenzar a limpiar de forma tranquila y motivada, bailando mientras movía el plumero de un lado a otro; sin embargo, no contaba con que tropezaría de espaldas.
No obstante, unas manos me envuelves. Lo primero que hago es cerrar los ojos, creyendo que caeríamos, pero nunca sucedió, al contrario, sea quien sea, que me tenía sujeta, me aprisionó a su pecho, y finalmente, el rose de sus labios, quedaron impregnados sobre los míos.
Automáticamente, mis ojos se abren, observándonos mutuamente sorprendidos. Sin dudar, me aparto de él, con las mejillas sonrojadas por la vergüenza.
— Tú — sisea. Levanto el rostro y me doy cuenta que es el hombre que me ha salvado y me ha humillado en un mismo día.
— Tú — repito las mismas palabras, limpiando mis labios con mi brazo.
— ¿Me estás siguiendo? — inquiere, con la frente en alto.
— Creería que tú me estás siguiendo — refuto en mi defensa.
— Estás en donde estoy.
— Tú estás en donde estoy, en la calle donde vivo, en el club donde trabajo e incluso aquí, donde también trabajo. Además, me besaste — Sus ojos se abren por la sorpresa, aunque esto último solo lo dije por burlarme.
— No te he besado. Fue…, fue un accidente. Deberías estar agradecida por que te salvé de una caída mortal — Se pone recto y camina hacia el ventanal, con uno de sus brazos en su espalda. Muy elegante.
— Ridículo — siseo, más para mí, pero estoy segura que lo escucho—. ¿No estas satisfecho que también quieres humillarme aquí?
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