Destinados romance Capítulo 3

BRYCE

La cabeza está a punto de estallarme, no entiendo muchas cosas de las que los socios que están frente a mí, hablan, porque mi cabeza está en otra parte, en una donde la ocupa Alene, mi prometida. La mujer de quien estoy enamorado y quien no me ha cogido la llamada desde aquel día en el que sonó extraña.

Era su voz, pero con un tono más suave de lo habitual. Puede que me haya vuelto loco, pero juraría que no era ella. Y ahora, simplemente me rechaza, ni siquiera me atrevo a ir a su casa por temor a la respuesta que me ronda la mente; la cancelación de nuestra boda. No me puedo permitir perderla, no ahora.

No cuando por fin encontré a la mujer de mi vida, con quien quiero pasar el resto de mis días y formar una familia. La junta termina y respiro hondo cuando me encuentro solo en la sala de juntas.

Reviso la hora, estoy a nada de mandar al mundo a la m****a, cuando mi móvil suena.

—Espero que sea importante —respondo saliendo.

Me dirijo al elevador con la intención de ir a la casa de Alene.

—¿De mal humor? —se burla Rupert al otro lado de la línea.

—No.

Las puertas se abren y camino hacia el auto, donde me subo.

—Entonces supongo que te diré algo para que estés feliz —susurra.

—Sea lo que sea, no me interesa —refuto.

—¿Ni siquiera si se trata de tu amada Alene?

Me quedo callado.

—Habla.

—La encontré en la plaza que está a cinco minutos de la empresa, iba con su padre, haciendo compras, ahora mismo está sola cerca de la tienda de joyas…

No espero a que me diga más, cuelgo sin más explicaciones y piso el acelerador, me toma tres minutos, no cinco, en llegar, aparco, me adentro a la plaza y le llamo por milésima vez, justo cuando la veo de pie, frente a un aparador, a paso decidido me acerco viendo cómo me rechaza la llamada.

—Debe ser interesante ser un cojonudo insoportable —espeta.

Tenso el cuerpo.

—¿Quién es un cojonudo insoportable? —inquiero con diversión.

Voltea a verme y noto algo diferente de inmediato, su cabello, está largo y ondulado, pese a que su vestimenta sigue siendo elegante, hay un toque divertido, no sé qué es, pero está ahí, y por un momento siento que me encuentro frente a otra persona.

—Bryce —su voz tiembla por dos segundos y luego se aclara la garganta—. ¿Qué haces aquí?

Otra cosa rara, Alene normalmente me abraza y me besa, ahora no lo hace. Ella me detalla con esos ojos ámbar de un fuego diferente, más intenso y no tan suave como la recordaba.

—¿Necesito darte una zurra para que te recuerde que eres mía? —enarco una ceja con incredulidad.

Sus mejillas se tiñen de un rojo carmín escandaloso, pese a que mantiene su mirada fría y distante.

—Por supuesto que no…

—¿Por qué te has puesto extensiones de cabello? —roco uno de los mechones que parecen tan reales.

Ella me da un manotazo que me sorprende, ya que ella no suele ser agresiva.

—Me atrae el cambio —parece darse cuenta de su error y se muerde el labio inferior, algo que no suele hacer—. ¿No te gusta?

Noto un ligero destello de desilusión que es rápidamente apagado, no, aniquilado.

—Es extraño, pero si te gusta, a mí también —respondo dándole poca importancia al tema.

No puedo estar ni un solo segundo separado de esta mujer, y por ello, rodeo su cintura y la atraigo hacia mí, su pecho choca contra el mío y la siento temblar unos segundos bajo mis brazos.

—¿Qué haces? —murmura, tensa.

—Besarte, y no me lo vas a impedir.

Estampo mis labios contra los de ella, son más suaves de lo que recordaba, abre la boca y sabe a vainilla, joder, debo estar loco por pensar en que estoy besando a otra mujer cuando claramente es Alene, la puta mujer que me vuelve loco como la m****a.

—Bryce…

Muerdo su labio inferior, ella no me llama así, me dice cariño. Me alejo de ella, su respiración es agitada y me mira con el ceño fruncido. A la m****a, tengo que estar dentro de ella, por lo que la tomo de la mano y prácticamente la arrastro hacia mi auto, ella balbucea un par de objeciones que me paso de largo, porque mi polla está a punto de romper mis pantalones.

—¿A dónde me llevas? —pregunta con sorpresa estando dentro.

Enciendo el motor del auto, agarro su mano y la coloco encima del bulto que sobresale de mis pantalones.

—A que te encargues de esto.

Arranco agradeciendo que mi departamento esté cerca de la empresa y la plaza, a solo diez minutos, los cuales los convierto en cinco, bajo del auto, sé que Alene nunca ha podido con toda mi polla, soy grande, y ella siempre se queja de dolor, pero esta vez estoy dispuesto a hacerla llorar.

No la suelto de la mano en ningún momento, ella me sigue, pero hay miedo en su mirada. Abro la puerta de mi departamento y la llevo hasta mi cuarto, donde cierro con pestillo y comienzo a quitarme la ropa. Viéndola como si fuera mi presa favorita.

Solo dura un par de segundos, porque de pronto, el miedo es remplazado por la seguridad.

EPISODIO 3: No Vuelvas a Hacer Eso 1

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