BRYCE
Es mía, es lo que quiero gritarle al mundo, mía para siempre, América, como ahora sé que se llama, no le pregunté más sobre usar el nombre que su abuela le puso sin papel desde que era una niña. De hecho, me gusta más su nombre real, es fuerte, los recuerdos de cuando llegó esta mañana al Ayuntamiento, vestida de ese modo tan rebelde como si fuera una adolescente, hace que mi polla se endurezca.
Y el beso, siempre he tenido que ser delicado, tratarla como a una débil flor que en cualquier momento se puede romper entre mis manos, no obstante, ella me besó de un modo que jamás había hecho. Metió su lengua en mi boca, ansiosa, brutal, letal y manipuladora, se me abalanzó y pude sentir el impulso salvaje de romperle el coño por completo.
Luego me mordió el labio inferior, y eso estallo en mi sistema mi instinto animal de posesividad. Le agarré el culo firme y bien duro, capturando su gemido entre mis labios mordisqueados. Nunca la creí capaz de hacer algo como esto, y no me arrepiento de haberla engañado con firmar los documentos que preparé para que fuera mía legalmente.
Tenía que hacerlo, me vi obligado debido a su comportamiento irracional, últimamente está extraña, le evita, no responde mis llamadas o mensajes, Rupert dice que eso es por los nervios, sentí algo más, por ello, cuando fue a mi oficina, le pregunté si quería terminar, ella negó, lo que me hizo respirar profundo de alivio.
Y ahora, hace dos horas, quise llevarla a la casa que he adquirido para nosotros, follarla duro, sin embargo, se escabulló argumentando que tenía cosas que hacer con respecto a la boda, quise decirle que eso es la mentira más grande que ha soltado, ya que de eso se encargó hace meses y ya no hay nada que hacer, decidí darle su espacio en lugar de follarla contra cada una de las paredes, aunque eso solo sea una fantasía.
Puesto que ella es tan pura, que solo me permite hacerlo de misionero y sin que le meta toda la polla. Una vez lo intenté y lloró del dolor, me maldijo y dejo de hablarme por dos semanas. No aguantó mi tamaño. Espero que eso cambie algún día.
—¿Has escuchado algo de lo que te dije?
La voz inquietante de Rupert hace que me ponga de más mal humor y salgo de mi estupor. Mirándolo mal como siempre hago cada que me jode con alguno de sus comentarios sarcásticos.
—No —espeto—. Estaba ocupado.
—¿Haciendo qué? —enarca una ceja con incredulidad.
Rupert Jones es el mejor abogado de la firma, y el que todos piden cuando están en aprietos, es letal. Y mi mejor amigo desde la secundaria. Sus propios compañeros le temen.
—¿Qué es más importante que el maldito trato con la empresa petrolera Hostyun? —insiste.
—Alene —respondo sintiendo extraño el pronunciar eso cuando sé su verdadero nombre.
—América, querrás decir —esta vez mi amigo parece demasiado interesado.
Tenso el cuerpo, hay una razón por la que no suelo hablar de mi vida sentimental con él, y es aparte de ser un hijo de puta, un malnacido con Alene… bueno, América, desde que la conoció me dijo que había algo y que me alejara de ella, nunca le cayó bien, de hecho jamás hizo el intento, y aun estando a pocos días de que sea mi esposa por la ley divina, me sigue queriendo convencer de que cancele su compromiso.
Algo que no pienso hacer, claro está.
—Habla —demanda.
—No soy uno de tus clientes —refuto.
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