Levantó la mano para mirarlo, y su palma estaba desgastada y sangrando.
"¿Te duele?" De repente alguien le preguntó al lado.
Estefanía se giró para mirar y ahí estaba un chico de la edad de Carlos, con gafas de montura dorada, observándola.
No le gustaba hablar mucho, y frente a la amabilidad del otro, se sintió un poco perdida, balbuceando sin poder sacar las palabras.
Carlos salió al patio y al ver a Estefanía caída en el suelo, se acercó para examinar su herida y dijo con voz grave: "¡Benicio, trae yodo!"
"Vaya, qué falta de modales, según la jerarquía familiar deberías llamarme 'tío'", dijo Benicio con una sonrisa.
Carlos hizo como si no oyera y llevó a Estefanía a un lado del camino para sentarla, sacó un pañuelo de papel para limpiarle con cuidado la arena de las manos.
Benicio llegó con la medicina y se sentó frente a ellos, observó a Carlos y dijo en voz baja: "Esta niña que ni siquiera puede hablar claramente, dicen que te va a robar la herencia, ¿qué piensas tú?"
Carlos bajó la mirada fijándose en Estefanía en sus brazos, con una expresión sombría y complicada en los ojos.
Estefanía tenía mucho miedo de que Carlos la mirara así, como si pudiera devorarla viva.
Aunque él limpiaba su herida con suavidad, Estefanía podía ver que no le agradaba.
"Si logra quitármela, me quitaré el sombrero ante ella", dijo Carlos tras un largo momento, en voz baja.
Como si respondiera a Benicio, pero también como si se lo dijera a sí mismo.
Benicio se rio de nuevo: "Es verdad, si no estás de acuerdo, probablemente tu padre jamás se casaría con Sofía, o quizá, se cansará de ellas en unos años y las mandará a las dos a volar".
Mientras Benicio hablaba, Carlos apretaba cada vez más fuerte la muñeca de Estefanía.
Estefanía nunca había soñado con el dinero de la familia Mendoza, tampoco entendía por qué hablaban así de ella, así que solo miró a Carlos y dijo con cautela: "No me voy".
No quería dejar a la familia Mendoza, ni a Carlos.
Estefanía lo miró y no pudo evitar fruncir el ceño.
Así que después de todo lo que habían hablado anoche, había sido como hablarle a una pared, le dijo que no subiera y aquí estaba de nuevo.
"Señorita, ¿no te diste cuenta de que perdiste una manta delgada de tu casa?" Ella estaba a punto de hacer como que no lo conocía, cuando Estrella Fugaz le extendió una bolsa de plástico roja y rota.
"¡Ha estado en el balcón de mi casa durante más de una semana, y ni siquiera te has molestado en responder en el grupo de propietarios!"
Estefanía miró dentro de la bolsa y estaba claro, la manta no era suya.
"¡Es muy gracioso! ¡Si quieres entablar conversación, no es necesario recurrir a este tipo de métodos!" Estrella Fugaz se alisó el flequillo grasoso con una expresión arrogante.
Estefanía se sobresaltó con la sorpresa, y de repente se despejó completamente.
En la puerta, Rafael se aguantaba las ganas de vomitar, extendiendo la mano, le quitó la manta a Estefanía, diciendo con voz grave: "Disculpa, te causé problemas".
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