Estrella Fugaz: "¿Qué dices?"
Musas del Crepúsculo: "Ahora te metes en Evanescencia, usas mi cuenta de Fénix, y le hablas a Carlos como si fueras yo. Dile que puede tomar el trabajo por el precio de siempre, y no digas nada más al respecto".
Estrella Fugaz: "Yo no soy tan buena como tú, van a rastrear mi IP. ¿Seguro que quieres que me haga pasar por ti?"
Musas del Crepúsculo: "Seguro. En cuanto aceptes el trabajo, aunque rastreen hasta ti, no te harán nada".
Estrella Fugaz: "Tiene sentido. Oye, ¿y no puede cambiar ese nombre de usuario? que parezca un tipo de mediana edad, grasiento y con unos kilos de más".
Musas del Crepúsculo: "¿No te estás metiendo demasiado? ¿No te basta con el negocio de unos cuantos cientos de miles que te estoy pasando para que te quedes callado?"
Después de burlarse, Estefanía cerró el juego y se conectó a "Evanescencia" con otra de sus cuentas.
Dos minutos después, la cuenta de Fénix se conectó y Estefanía le lanzó un montón de códigos, activó trucos y con una vista de dios empezó a espiar la conversación con Carlos.
Fénix: "¿Seguimos trabajando juntos?"
Medio minuto después, Carlos respondió: "Seguimos, mándame los datos bancarios".
Fénix: "Los de siempre, primero dime qué quiere el cliente. Si puedo hacerlo, acepto el trabajo".
Carlos: "Si pudiste con el firewall de Sueños Unidos, el de Destinos Mágicos será pan comido. Dime tu precio y te transfiero ahora mismo".
Fénix: "Ok, son quinientos mil".
Carlos se quedó callado un rato antes de responder: "¿No habíamos acordado que el precio base era veinte veces más?"
Fénix: "Cada oficio tiene sus reglas, si las rompo, los demás del gremio no me lo perdonarían. Dije quinientos mil y son quinientos mil".
Estefanía sabía que su tarifa ya era de las más altas del medio, muy por encima de los que estaban por debajo de ella, que cobraban desde unos pocos miles hasta cien mil.
"¿Y si Sofía le da otro hijo a Martín? ¿Vas a estar dispuesto a regalarle a ella todo lo que construiste con Martín durante estos años?"
"Carlos dijo que Martín nunca se casaría con Sofía!"
"¿Que si se va a casar con Sofía? No depende de ustedes, ¿no vieron a la pequeña que está afuera? ¡Es una niña, y algún día también podría reclamar una parte de la fortuna de los Mendoza!"
Estefanía parecía no entender, pero estaba clarísimo que la mamá y el abuelo de Carlos la detestaban.
Del patio salieron dos niñas de su edad que la miraron con desdén de arriba abajo y luego, empujándola en el hombro, salieron corriendo.
Estefanía se desequilibró por el empujón y cayó al suelo.
Con las palmas en la tierra, se raspó las manos con la arena y le dolían un montón.
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