Al ver que él realmente se marchaba, el abuelo Mendoza de inmediato gritó: "¡Detente ahí!".
"Parece que has olvidado el evento del próximo lunes, eres el presentador de premios y Fabiola es la invitada especial. ¡Hasta ahora no ha comprado su boleto de avión porque está esperando que tú le digas algo! Ella vino hoy porque yo la llamé, me preocupaba que la pasaras por alto al estar tan ocupado, así que la hice venir para que juntos pudieran discutir los planes".
"Tengo un viaje internacional esta noche, no tengo tiempo", respondió Carlos sin siquiera pensarlo.
"Entonces perfecto, ¡llévatela contigo!", replicó el anciano con un tono de voz que no admitía réplica.
Carlos no pudo evitar fruncir el ceño y se volteó para mirar a Fabiola.
"Puedo ir yo sola también", dijo Fabiola, quien se sintió incómoda bajo su mirada y negó con la cabeza mientras susurraba su respuesta.
"Entonces ve por tu cuenta", dijo Carlos con un rostro inexpresivo antes de seguir su camino hacia la puerta.
"Abuelo...". Fabiola se quedó paralizada por un instante, luego volteó hacia el abuelo Mendoza con una mirada triste y compungida sin saber si debería seguirlo o no.
El abuelo Mendoza guardó silencio, y sin su aprobación, ella no se atrevió a seguirlo.
El anciano se quedó mirando la espalda de Carlos durante un largo rato.
Finalmente, dijo en voz baja con el rostro serio: "Mandaré a alguien a que te empaque las maletas y te las envíe. Sigue a ese muchacho".
Mientras hablaba, le dio una palmadita en el dorso de la mano a Fabiola y añadió con un significado profundo: "¡Tienes que aprovechar esta oportunidad! El abuelo confía en ti".
Fabiola ya había perdido demasiadas oportunidades. Si Carlos no daba el paso, ella bien podía hacerlo.
Cuando la situación llegue al punto de no tener vuelta atrás, Carlos tendría que aceptar, quisiera o no.
Fabiola sintió algo siendo colocado en la palma de su mano y, al bajar la vista, una sombra de sorpresa cruzó por su mirada.
...
Ocho horas después, en la Isla Sonriente.
Fabiola estaba sentada y sintiéndose tímida en la sala de la suite presidencial observando a Carlos pasar frente a ella.
Justo cuando estaba a punto de vaciar el contenido que el abuelo Mendoza le había dado en el batido de proteínas de Carlos, el celular que él había dejado desbloqueado vibró un par de veces.
Sin querer, echó un vistazo y vio el nombre de Estefanía.
Era un mensaje de WhatsApp de Estefanía para Carlos.
"Estoy pensando en darme de alta, completaré los trámites por la mañana".
Fabiola abrió el mensaje y, mientras leía lo que Estefanía había enviado, la mano con la que sostenía el celular comenzó a cerrarse con fuerza.
Levantó la mirada hacia la dirección del baño.
La ducha tenía puertas de vidrio esmerilado y se podía distinguir la figura de Carlos bañándose.
Se quitó el suéter que llevaba puesto, levantó la mano, apuntó la cámara hacia donde estaba Carlos y grabó unos diez segundos antes de enviarlo a Estefanía.
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