A veces, el ánimo de una persona mejoraba sin razón alguna por ver esas pequeñas felicidades.
Ella se giró con una sonrisa y al voltear la cabeza, se encontró con que King estaba justo detrás de ella observándola con una mirada tierna y cálida.
La brisa nocturna revoloteó su flequillo dejándolo en un desorden total y King extendió su mano para acomodárselo suavemente.
Al bajar la mano, tomó su mano derecha de forma natural y la envolvió en la calidez de su palma.
"Vayamos a comer", dijo él mientras la guiaba hacia el restaurante.
Estefanía lo siguió mientras miraba fijamente sus manos unidas.
Después de unos segundos, cuando quiso retirar su mano, King la sujetó aún más fuerte con determinación.
Había ido ese día con el propósito de preguntarle sobre aquella cuestión a la que ella aún no había respondido. Estefanía lo sabía bien, y esa noche tendría que darle una respuesta, ya fuese sí o no.
Si aceptaba, a partir de ese momento sería su prometida.
Ella y King se podrían considerar amigos de la infancia. En su niñez, sólo unas cuantas paredes separaban sus casas, y cuando su abuela aún estaba viva, le gustaba visitar a la familia Zárate llevando a Estefanía a jugar con ellos.
Estefanía siempre veía a aquel joven apuesto sentado con disciplina en el estudio practicando el violín, lo hacía sonar muy bonito.
Escuchaba a la abuela de la familia Zárate hablar con orgullo de cuán inteligente y aplicado era su nieto, a veces ganaba el primer lugar en competencias de música, otras veces era el primero de su clase. Era ese niño ejemplar del que todos los padres hablaban.
"Si Estefanía llegara a ser la mitad de lo que es Javier cuando crezca, me daría por satisfecha", decía la abuela una y otra vez hasta que Estefanía sentía que le salían callos en los oídos de tanto escucharlo.
"No es necesario", respondía la abuela de la familia Zárate acariciando con ternura la cabeza de Estefanía y con una sonrisa agregaba: "Si Javier terminara junto a Estefanía, convirtiéndose en parte de tu familia, ¿no sería lo mismo?".
Javier se giró para mirarla con confusión.
"Javier", dijo Estefanía tomando una respiración profunda.
Sabía que lo que estaba a punto de decir podría cambiar su relación para siempre, pero tenía que hablar.
Su corazón latía rápidamente y, después de humedecer sus labios, comenzó a hablar en voz baja: "Ya he pensado sobre lo que dijiste, que después de graduarme quieres casarte conmigo".
Javier hizo una pausa y respondió con voz suave: "Dime".
Estefanía sabía perfectamente lo que estaba diciendo, y precisamente por eso, su corazón estaba aún más confundido.
Había firmado un contrato de un año con Carlos y ahora planeaba sincerarse con Javier.
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