En el cuartel militar, no había nadie de la edad de Carlos o incluso algunos años mayor que no le tuviera miedo. Que se mostrara sumiso delante de Carlos era algo natural.
"Ya hice los arreglos para ti, sólo tienes que ver cuándo Estefanía tiene tiempo libre, cualquier día está bien". Él pensó por un momento antes de responder: "Pero te lo advierto, si ella tiene algún problema y tú la presionas, sólo harás que se lastime más".
"Tienes que ser moderado".
"Además, con tu temperamento explosivo y su terquedad, entre más la presiones, menos va a ceder. Las relaciones de pareja no deberían ser así", continuó Benicio.
Carlos simplemente no sabía cómo ser tierno. Tal vez con Estefanía era un poco más amable, pero para Benicio, el mal genio de Carlos era suficiente para hacer sufrir a Estefanía.
Carlos se había contenido con Estefanía. Cuando ella no quiso, él no la tocó.
Ese día fue Estefanía quien tomó la iniciativa, y él simplemente no pudo resistirse.
Carlos miró a Benicio y dijo en voz baja: "No somos pareja".
"¿Qué?". Benicio pensó que había expresado algo mal.
Carlos hizo una pausa y dijo: "Es la señora Mendoza".
Al escuchar eso, Benicio se enderezó de golpe y miró con sorpresa a Carlos: "Carlos, ¿esto fue todo idea tuya? ¿Has pensado en las consecuencias? Debes saber que la familia Mendoza no va a...".
"¿Y qué si lo sé?". Carlos no le dejó terminar, y con una leve mueca añadió: "Ya no me importa nada".
Sólo Estefanía podía curar su corazón herido, sólo con Estefanía a su lado podía dormir tranquilo.
Los otros asuntos no quería ni pensarlo.
Pero luego pensó que ni diez como él podrían contra uno como Carlos, así que lo dejó pasar.
Estefanía pensó por un momento y dijo: "No estaría mal".
Benicio casi escupió sangre de la frustración. ¡Esa pareja sin corazón! Durante años, Benicio había trabajado como un burro curando a su familia, y en su corazón, Joaquín casi era como su propio hijo. ¡Nunca había cuidado tanto a ninguna de sus novias como a ellos!
Carlos echó un vistazo a la cara enfadada de Benicio, esbozó una sonrisa y lo acompañó hasta la salida.
Al regresar a la habitación, Estefanía se quedó sentada frente a la ventana panorámica balanceando suavemente los pies y mirando las montañas envueltas en una ligera neblina.
Carlos miró sus delicados pies descalzos y se sentó a su lado. Extendió su mano, la abrazó, la sentó de lado en su regazo y le ayudó a ponerse los calcetines.
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