Dilema entre el Odio y el Amor romance Capítulo 236

Isabel ya no tenía salida, y luego de pensarlo, se armó de valor y le susurró a Estefanía: "¿Podrías pedirle que me devuelva la llamada después de su reunión, por favor?".

Estefanía simplemente sonrió sin comprometerse a nada.

Isabel se quedó sentada en la cama del hospital temblando de miendo, sus uñas bien cuidadas se clavaron en la palma de su mano.

Hizo una pausa y agregó en voz baja: "Lo de la última vez fue mi culpa, pero ponte en mi lugar, si fueras la madre de Joaquín, ¿te resignarías a que otra mujer te arrebatara a tu marido?".

Al escuchar la palabra "marido", Estefanía no pudo evitar fruncir el ceño.

"Entendido", dijo antes de colgar la llamada.

Cuando soltó el celular, Estefanía aún se sentía un poco como si hubiera comido mierda, la cual se quedó atorada en su garganta y causándole pánico.

Se levantó y bajó a buscar un poco de medicina tradicional, la cual disolvió lentamente en agua caliente. El aroma amargo de la medicina tradicional se esparció de inmediato por la cocina.

Mientras revolvía distraídamente la medicina, una mano se extendió detrás de ella y rodeó su cintura.

Carlos la abrazó por detrás, apoyó su barbilla suavemente sobre su hombro y le preguntó en voz baja: "¿Está amargo?".

"No está mal, ¿quieres probar?", respondió Estefanía.

Carlos no pudo contener la risa: "Si al beberlo por ti hiciera efecto, me lo tomaría todo sin importar qué".

"Las promesas de los hombres son puras palabrerías", replicó Estefanía con una media sonrisa. "¿Quién no sabe decir cosas bonitas?".

"Entonces, déjame dártelo de beber", sugirió Carlos, luego deslizó sus cálidos dedos por los suaves cabellos de ella.

Al pensar en cómo él solía alimentarla, Estefanía negó con la cabeza y se resistió: "Mejor no".

Carlos soltó una risa suave, giró la cabeza, besó el final de sus cejas y dijo: "Mi pequeña muda, estoy dispuesto a compartir contigo cualquier amargura".

"No estoy de acuerdo", dijo Estefanía sosteniendo la taza y, girando sobre sí misma, escapó de su abrazo.

Ulises había dicho una vez que haría cualquier cosa para hacer feliz a Isabel, y Carlos se aferró a esas palabras.

Pero Isabel había cruzado la línea.

Antes, Carlos había hecho la vista gorda a las travesuras de Isabel, pero ahora que ella se metió con Estefanía, realmente fue demasiado lejos.

"Hace un rato me llamó, parece que necesita pedirte algo", dijo Estefanía aún con el sabor de la fruta confitada en su boca.

Carlos la miró, sus labios estaban brillando como si estuvieran cubiertos de miel, él se inclinó para darle un ligero mordisco y saborear la dulzura mezclada con amargura.

"Hagamos como que no lo escuchamos", respondió él con indiferencia.

Estefanía tenía que seguir un tratamiento durante casi un mes, exactamente veintiocho días, y durante esos veintiocho días no podía tocarla. Con sólo imaginarlo sintió que sería algo difícil, Carlos creía que iba a estallar de la frustración.

Estefanía lo empujó cuando él intentó acercarse de nuevo y lo miró fijamente para preguntarle en voz baja: "¿De verdad Joaquín es tu hijo?".

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