Estefanía nunca había pensado en esas cosas, pero por alguna razón siempre la malinterpretaban, y eso la hizo sentir cada vez más frustrada.
"¿Acaso lo que dijo tu hermano es mentira?". Fausto la molestó.
"¿Con quién estaría yo?", replicó Estefanía frunciendo el ceño. "Mañana hay una actividad de la clase para ir a hacer una parrillada, hasta el profesor va a ir. ¿Por qué una actividad grupal terminó en que yo tengo un novio a escondidas? Además, ¡ni siquiera me he apuntado en el grupo de la clase!".
No sabía por qué le estaba contando todo eso a Fausto. Carlos ni siquiera había querido escuchar su explicación antes de irse, y ahora simplemente estaba desahogándose sin pensar.
Fausto la miró y al ver que no parecía estar mintiendo, frunció ligeramente el ceño.
Después de pensar un momento, dijo: "Tu hermano sólo se preocupa por ti, no quiere que esto afecte tus estudios. Si no es cierto, claro que está bien".
Apenas terminó de hablar, Estefanía cerró la ventana y se volvió a su escritorio para preparar unos exámenes que tenía que corregir, no dijo ni una palabra más.
Fausto la observó un momento y luego sacudió la cabeza con resignación. Por lo visto, Estefanía no iría a cenar. Esa muchacha sí que era terca.
Cuando se volteó, vio a Carlos parado no muy lejos detrás de él mirando hacia donde estaba Estefanía.
Sus miradas se cruzaron, Fausto se acercó a él y le susurró: "¿Escuchaste todo? Tú la malinterpretaste".
"Ve y convéncela de comer algo".
"Si no quiere comer, entonces que no coma", respondió Carlos con el rostro serio.
Media hora después, Carlos se levantó de la mesa sosteniendo un táper térmico.
"Pensé que la ibas a dejar estar". Fausto no pudo evitar burlarse.
Carlos lo miró con una cara que daba miedo y Fausto rápidamente se concentró en su plato sin decir nada más.
Estefanía escuchó unos golpecitos en la puerta, pero no se movió de su mesa.
Si Carlos no la buscaba, bueno, ella lo buscaría a él.
Recordó la habitación que Fausto había señalado como su lugar de descanso por la noche, aunque todavía se sentía incómoda, se acercó a la puerta con la tarjeta en mano.
Pensando en lo que Fausto había dicho sobre juegos no aptos para niños, no sabía si debía tocar la puerta o no.
De repente, escuchó la risa de Fausto desde dentro: "Vamos, eres malísimo, ¿cuántos minutos han pasado recién?".
Estefanía se quedó parada afuera atónita.
"Inténtalo tú si eres tan bueno". Carlos respondió con una risa baja.
Estefanía se quedó allí parada, se sintió incómoda, confundida y con un mar de emociones en su interior que no podía describir.
Carlos normalmente no parecía ser...
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Dilema entre el Odio y el Amor