Pero de repente se le ocurrió que Carlos ya tenía veintiséis, pronto veintisiete, y que si no hacía esas cosas, casi parecería más raro.
Le llevaba un montón de años.
Se quedó allí aferrándose a la tarjeta de la habitación, plantada frente a la puerta por un par de minutos, pensando en volver a escondidas por el camino pequeño y pretender como si no hubiera escuchado nada.
Justo cuando se estaba girando, escuchó el ruido de una silla moviéndose adentro.
Carlos miró a través de la ventana en dirección al cuarto de Estefanía, vio que la luz ya estaba apagada, pensó un momento y le susurró a Fausto: "Continúa jugando tú".
Dicho eso, se levantó y abrió la puerta.
"Oye tú...".
Carlos estaba por salir, pero al levantar la vista, allí estaba Estefanía parada cerca de la puerta, se volteó a mirarlo.
Estefanía escuchó la voz algo molesta de Fausto, miró instintivamente hacia adentro y justo frente a la puerta había una enorme pantalla de televisión, Fausto estaba jugando con el control, y en el momento en que habló con Carlos, se murió en el juego.
"...".
Lo que Fausto consideraba inapropiado para niños, era simplemente jugar videojuegos.
Y ella pensaba que...
Carlos la miró unas cuantas veces y preguntó en voz baja: "¿Terminaste la tarea?".
Estefanía asintió en silencio con la cara un poco roja.
"¿Tienes sueño?". Carlos siguió preguntándole.
"No mucho". Estefanía pensó un momento y respondió.
Fausto no podía pasar las últimas fases del juego, Carlos intentó ayudarle un par de veces, pero también moría en pocos minutos, lo que le enojó bastante.
Estefanía entró, tomó el control que Carlos había estado usando y dejó su celular y la tarjeta de la habitación a un lado.
Pero para Estefanía, ese nivel de dificultad en los juegos era pan comido.
Estefanía miró a Fausto, quien tenía una expresión incrédula, dejó el control y se volteó hacia Carlos: "Hermano, ya me entró sueño".
Normalmente el sol saldría alrededor de las cinco y media de la mañana, ya era tarde, Carlos no dijo nada, se levantó y la acompañó a su habitación.
Estefanía siguió a Carlos desde atrás, caminó lentamente hasta la puerta y observó cómo él entraba y le encendía la luz de la habitación.
"¿Qué?". Carlos se volteó, y al ver que ella seguía afuera sin entrar, frunció el ceño ligeramente.
"¿Puedo pedirte algo?". Estefanía pensó un poco y le dijo a Carlos en voz baja.
"Dime". Carlos respondió secamente.
No importaba si era una, diez o cien peticiones, cualquier cosa que ella pidiera, él estaría dispuesto a aceptarla.
"Bueno...". Estefanía titubeó un poco, bajó la mirada y murmuró: "¿Te podrías quedar esta noche?".
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Dilema entre el Odio y el Amor