Dilema entre el Odio y el Amor romance Capítulo 288

Al día siguiente, cuando Estefanía se despertó, Carlos ya no estaba a su lado.

Creía que él se había ido la noche anterior, así que se sentó en la cama y miró fijamente el lado donde él había dormido, se sintió de repente un poco melancólica.

La alarma de las cinco sonó por segunda vez y Estefanía, con prisas, la apagó y saltó de la cama para vestirse y hacerse una trenza rápidamente.

Después de bañarse y mientras se ponía los zapatos, Carlos entró con el desayuno en la mano. Se miraron por un momento, Carlos sólo llevaba puesta una camisa blanca, el fresco de la mañana entró por la ventana e hizo que Estefanía tiritara de frío.

Carlos había pensado despertar a Estefanía a las cuatro y media, pero al verla dormida tan profundamente, no tuvo corazón para hacerlo y en cambio, fue a la cocina a preparar algo de desayuno para llevar.

"Es muy temprano, sólo encontré huevos recién fritos y leche. Comeremos algo en el teleférico", dijo Carlos agitando la bolsa de papel que traía.

Estefanía soltó un "bueno" y siguió con prisas atándose los zapatos.

"Hoy está nublado, el sol no saldrá tan temprano, no hay prisa", comentó Carlos con tranquilidad mientras se ponía su abrigo y le susurraba a Estefanía.

Ella siguió atándose los cordones y de reojo vio a Carlos vistiéndose, no pudo evitar sonreír para sí, así que él realmente había pasado la noche con ella, no se había ido, no había faltado a su palabra.

Los dos tomaron el teleférico a las cinco con veinte. Estefanía comió el huevo mientras miraba hacia afuera por la ventana del teleférico, como esperaba, había niebla en todo el camino y cuanto más subían, más espesa se volvía, todo estaba oscuro y sombrío, no había señales del sol.

Estaba aliviada de que fuera un día nublado, así llegarían igualmente aunque se hubiera tardado, pero también estaba preocupada de que tal vez el sol no saldría ese día.

Bajaron del teleférico y caminaron hacia el punto más alto durante unos quince minutos hasta llegar al pabellón en la cima.

Estefanía se acercó a la baranda para mirar hacia el horizonte. Cumbres del Éter era la montaña más alta de todas las ciudades cercanas, y aunque no había nada que obstruyera la vista, el sol todavía no se asomaba.

Ya había amanecido y podían ver claramente el paisaje alrededor.

Estefanía se apoyó en la baranda y esperó pacientemente otros veinte minutos. Sus emociones pasaron de la excitación a la calma y luego a la decepción. Parecía que ese día no verían el sol.

Se habían levantado temprano para nada.

A través de los ojos de Carlos, pudo ver aquel resplandor deslumbrante reflejado en el fondo de sus pupilas.

Se volteó y justo en ese momento, el sol atravesó las densas nubes y los bañó con su luz cautivadora.

El sol realmente había salido.

Era tan majestuoso como lo describían los libros, era imposible de describir con palabras, el mar de nubes lo estaba cubriendo constantemente, pero no podía ocultar su brillo.

Carlos tenía que ser un dios.

Al menos, era su deidad.

Ella miró hacia la distancia y no pudo evitar pensar eso en su corazón.

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