"El contrato está en la mesa, fírmalo mañana por la mañana". Su aliento caliente rozó la frente de ella, estaban tan cerca que casi podían tocarse.
Estefanía se tensó de repente y abrió los ojos.
Él se inclinó y sus labios tocaron la clavícula que se asomaba por el escote de su pijama.
El lugar que más temía que él tocara era su hombro y espalda, y en el instante en que sus labios se posaron allí, no pudo evitar temblar y se mordió el labio inferior instintivamente.
Su mano se aferró detrás de su oreja y la obligó a girar la cabeza hacia él.
Estefanía mantuvo los labios apretados y, justo en el momento en que sus labios la iban a besar, de repente habló en voz baja: "Carlos, ¿qué crees que pasaría si los ancianos se enteraran?".
Carlos se detuvo y sus miradas se encontraron.
Estefanía respiró con alivio y continuó con valentía: "Ya te dije, encontraré la manera de devolverte el dinero. Pero no así".
Ella sintió que tenía que dejar las cosas claras ese día. Él tenía a Isabel, a Fabiola y hasta un hijo.
No estaba segura de lo que había entre ellos, pero no quería meterse en ese lío. Había regresado sólo por el cáncer de pulmón del abuelo López.
"Sofía arruinó nuestras vidas y la de la familia Mendoza, pero no podemos seguir cometiendo errores por su culpa, no podemos seguir destruyéndote".
"Y aunque me case con un hombre peor que Omar, al menos él me daría el lugar de una esposa, al menos esa relación sería justa".
Ella y Carlos nunca fueron iguales, después de lo que Sofía hizo, el abismo entre ellos se hizo infranqueable.
Toda la familia Mendoza la odiaba, y aunque ella no los odiaba y se sentía culpable, cada vez que veía a Joaquín, recordaba a Sebastián, el hijo que tuvo con Carlos.
Estefanía se quedó mirando cómo se alejaba, se dio la vuelta después de un rato y trajo de vuelta a Joaquín a su lado para dormir.
Aunque tenía los ojos cerrados, simplemente no podía conciliar el sueño.
Por la mañana, medio dormida, escuchó a Carlos llevar a Joaquín al baño para lavarse. Se levantó luchando contra el sueño, pero Carlos y Joaquín ya se habían ido.
Se levantó y fue a la sala. Había un plato de sándwiches sobre la mesa y dos copias de un contrato delgado.
Los miró, había dos copias del contrato, cada una de dos páginas. El contrato era sencillo y claro, ella debía quedarse a su lado durante un año, y durante ese año debía cumplir con cualquier petición de él. Después de un año, todo quedaría en el pasado y estarían a mano.
En el lugar para firmar, Carlos ya había puesto su nombre con una caligrafía exuberante.
Estefanía miró las palabras "cuenta saldada" por un largo rato, y finalmente tomó el bolígrafo de la mesa y firmó con su nombre.
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