Subo las escaleras en dirección al cuarto de Marie, aún sin saber a ciencia exacta que hacer abro la puerta de su cuarto y me encuentro con una niña de ojos verdes y grandes mirándome fijamente. Parece desconfiada y decido presentarme.
-Hola Marie-esfuerzo una voz dulce-soy tu nueva niñera...
-¿Cómo te llamas?-me interrumpe.
-Soy Emma-dejo de hablar por qué no sé que más decirle a una niña de cuatro años, alguna parte de mí me dice que quizás no soy la mejor para el empleo.
-¿Eres amiga de mi mami?-dice bajando de la cama y acercándose. Dudo sobre qué decir, esa niña apenas me conoce hace un minuto y lo mejor sería decirle que sí, de esa forma se sentirá segura. Asiento y ella me sonríe, al igual que yo se le forman dos hoyuelos en sus mejillas y me tiende su mano en forma de saludo.
-Mami dice que siempre debo saludar a las personas-acojo su mano sonríendole.
-Bueno Marie, tenemos toda una mañana y tarde para hacer lo que quieras-digo fingiendo un tono animado-¿Qué deseas hacer?
-!Comer¡
Me las arreglo durante una hora para hacer un desyuno decente para las dos, en mis veinte y cinco años de vida había aprendido la básico para cocinar, pero nunca aprendí para los niños pequeños. Preparo algunos huevos con tostadas y Marie comienza a comer de inmediato mientras yo muerdo un pedazo, hace algunos días que no lograba tragar nada y ahora mágicamente mi estómago comienza a sonar. Observo a Marie comer rápidamente y mi mente le llega una recuerdo de otros tiempos, en donde todo parecía ir bien. Mis ánimos bajan en seguida y dejo la tostada a un lado sumergiendome en mis pensamientos. Sí, el pasado era mejor que el presente ¿A quién quiero engañar? Estoy viva por una de esas extrañas casualidades de la vida, si no fuese por esa llamada, todo sería diferente, estaba segura de ello. Había intentado suicidarme y hasta en ello fallé ¿Qué más debía esperar?
Tome aliento alejando esos pensamientos que abarcaban mi mente en los últimos meses, pero tenía razón ¿Para qué seguir? ¿Con qué finalidad? Todo se había acabado para mí, absolutamente todo. El futuro se me presentaba de la misma manera, vivir mis días sobreviviendo a cada hora de las agujas del reloj, eso hacía, era una sobreviviente, solo que esta vez no quería vivir.
-¿Podemos ver la televisión?-Marie cogió mi mano y me quitó de mis pensamientos, sabía que era una bomba de tiempo, cada minuto que pasaba se sentía como un infierno personal, vivir así ya no era una opción, era un final. Asentí, tomé una de sus manos y fuimos juntas hasta la habitación contigua, recordaba algunas partes de la enorme residencia pero la mayoría de las habitaciones me eran desconocidas.
-Siéntate conmigo-Marie pidió. Dudé pero luego lo hice, se sentía extraño ver dibujos animados junto a una niña, Marie era callada y miraba absorta la pantalla, en cambio yo solo me dediqué a jugar con mis dedos y pensar, era lo mejor que se me daba. Aún están las pastillas esperándome, siguen allí, atentas a mi ánimo y llamándome seductoramente. Sé que el momento llegará tarde o temprano, solo intento aplazar lo inevitable.
Vemos durante una hora la pantalla hasta que Marie decide salir al parque de unas manzanas de lejanía. ¿Deberíamos salir? De todas formas vamos al parque y dejo a Marie jugar con otros niños mientras yo la veo sentada desde una banca. Parece un mundo extraño, como si no perteneciese a las personas que miraban atentas a los niños o los adolecesentes que reían en las otras bancas. Un sentimiento de soledad me embargó y quize marcharme en ese instante, sabía que yo no podía disfrutar como las demás personas, más bien solo me hundía cada vez más. Marie parecía divertida con sus nuevos amigos, de vez en cuando me observaba y reía para luego correr por todos los lados. Quizás había un motivo para que estuviese allí, entre toda esa gente tan ajena y distinta a mí.
Algunas mujeres se quedaban mirándome y lo comprendí de inmediato. Mi apariencia no era la común, tenía un largo tatuaje en mi cuello, era una fenix de color rojo llameante, se le agregaba mi rostro de criminal por haber estado casi un año en la carcel feminina hace mucho tiempo atrás. Recordar mi pasado con frecuencia me alarmaba, me había prometido a mi misma recordar solo lo necesario, pero en los últimos días flashes de algunas situaciones comenzaban a volver a mi cabeza seguido. La pregunta que ahora reinaba en mi cabeza era el por qué una de las empresarias más famosas del país había decidido que yo fuese la niñera de su sobrina. Mi apariencia delataba mi pasado aunque quisiese esconderlo, Jeanne Nizzari debía saber perfectamente sobre mis antecedentes y aún así me había contratado ¿Pero por qué? Culquiera pensaría que contraría a cualquier otra chica de apariencia noble y no llamativa, en cambio había escogido a una ex-convicta sin ningún rastro de dulzura en el rostro.
-¿Marie?-en ese momento dí cuenta que la niña no estaba, me levanté alarmada y comencé a dar vueltas desesperadamente.
!Joder¡ Definitivamente era la menos indicada para este trabajo, era distraída y con frecuencia perdía la noción del tiempo. Al dar la vuelta a una banca divisé a Marie sentada hablando con una mujer.
-!Marie¡-dije aliviada y me acerqué hasta ella, la mujer era una persona de edad que me miraba de forma extraña.
-Emma-dijo feliz-!Hoy he hecho mucho amigos! Gracias por traerme...nunca había salido de casa...
-¿Qué?-dije incrédula y la mujer mayor habló por primera vez.
-Debes ser la nueva niñera de los Nizzari-me analizó de pies a cabeza-¿Es tu primer día?
-Emma, necesito que me acompañes a mi despacho-no dijo más y suspiré cruzando mis dedos para que no fuese nada malo. Subimos hasta el segundo piso y no pude evitar mirar su parte trasera, Jeanne Nizzari no era solo una empresaria multimillonaria, también era una mujer hermosa y no podía negarlo.
Cuando llegamos cerró la puerta detrás de mí y agarré mis manos con nerviosismo, Jeanne soltó su cabello que hasta entonces llevaba en una coleta y se quedó parada mirándome sin decir nada. Era la segunda vez ese día en que me sentía incómoda ante la mirada de esa mujer, parecía atenta a cada uno de mis movimientos y pasado unos segundos me dí cuenta que aferraba mi labio inferior con mis dientes, Jeanne se había detenido en ellos por un segundo y algo en mí se removió.
-Me informaron que has salido con Marie-comenzó y su voz de inmediato tomó una tonalidad fría-creo que no expliqué bien mis puntos o tu no estuviste atenta a mis reglas, te dije que por nada del mundo Marie debía salir de esta casa...
Era cierto, en algún momento había dejado de escucharla por perderme en sus ojos, quizás debía estar más atenta. Su tono autoritario erizó mi piel y me sentí extraña ¿Acaso eso me exitaba? Negué mentalmente y me dí cuenta que Jeanne esperaba una respuesta de mi parte.
-Yo...lo siento-tartamudé-perdóneme...
-Si no fuese porque solo te tengo a ti como niñera ya estaría despedida-dijo seria y asentí, con esta mujer todo era posible. Bajé mi cabeza en señal de rendimiento y Jeanne carraspeó, cuando la observé me miraba sin ningún descaro cada pedazo de mi cuerpo ¿Qué le pasaba a esa mujer? Nunca en mi vida me había sonrojado, pero esta era la primera vez que mis mejillas se teñían de rojo y comenzaba tamblar frente a alguien. Jeanne notó cuanto causaba su mirada en mí y volvió a su expresión fría, no sin antes darme una última ojeada.
-Puedes irte-dijo dándome la espalda-esta será la única cosa que te dejaré pasar, otro error y serás despedida.
Entendí eso como una despedida y me disculpé una vez más antes de cerrar la puerta detrás de mí. Mi respiración estaba agitada y mi piel continuaba sensible ¿A qué se debía mi nerviosismo frente a esa mujer?
Me despedí de Marie y retorné mi camino a casa perdida en mis pensamientos. Las pastillas seguían allí, pero extrañamente algo en mí decía que ya no las necesitaba más. Hoy sería otra noche en vela, pero no por mis acostumbrados pensamientos, ahora una musa rubia abarcaba mi mente, sabía que no dormiría por tener a Jeanne Nizzari en mi cabeza.
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