CAPITULO 11
Aurora baja muy temprano en la mañana, desea hablar con Romeo de lo que sucedió, toma una ducha y se coloca uno de sus vestidos más hermosos.
Sabe que la respuesta que le dió a Romeo pudo sonar humillante para un lobo fuerte como el, después de meditarlo se dió cuenta que era una mentira, ella si deseaba estar con el.
Al bajar se cruza en la escalera con Noelia que sonríe burlona, Aurora intenta ignorarla, sabe que esta loba quiere hacerle la vida imposible y prefiere ignorarla.
Pero al llegar al salón se da cuenta porque de las miradas prepotentes, Isabela está colgada del cuello de Romeo.
—¿Que está pasando?— pregunta Aurora con un evidente tono de enojo.
— Isabela a partir de hoy es mi concubina oficial — Romeo la presenta con una sonrisa burlona, sabe que esto le dolerá a Aurora y que para los Alba de luna, la presencia de la Concubina significa que la esposa no cumplió con sus deberes.
— Podemos hablar en privado — Aurora se acerca y susurra esto mientras lo mira a los ojos, desea que puedan tener una charla.
Romeo la jala del brazo — Lo haré — ordena a todos que le dejen solo con su esposa.
— Si está haciendo esto por el rechazó de anoche es una estupidez — Aurora habla de frente sin máscaras, sabe que Romeo le gusta esta actitud.
— Cuando una loba no cumple se consigue una concubina, es una ley de los Alba, así que deberías considerar tu posición querida esposa — Romeo la dejo hablando sola.
Aurora se sentía humillada, lo que había hecho Romeo solo era para hacerla sentir incomoda
— Definitivamente eres todo lo que me dijeron — logro gritarle mientras el se iba para reunirse con Isabela.
Darío se acercó, invito a Aurora a desayunar, el lobo Beta estaba algo nervioso por los sentimientos que tenía en su pecho por ella.
— Romeo solo es bastante infantil cuando no gana una pelea — suspira Darío que lo conoce muy bien.
— Se que nuestro matrimonio es una fachada, pero quiero que funcione, yo no voy a regresar a casa sin ser tachada de traidora — Aurora había meditado en varias oportunidades que pasaría si escapaba, odiaba ser hembra y que debía ser señalada por las tradiciones.
Darío la tomó de la mano — Yo estaré contigo — suspiro mientras soltaba una sonrisa, al ver que Aurora regreso el gesto Darío se sonrojo.
Noelia observó está escena, quería deshacerse desde hace mucho de Dario, pues sabía que este le había aconsejado a Romeo no tomar a Isabela como esposa, y al ver sus gestos fue claro que estaba enamorandose de la reina de la manada.
Podría deshacerse de ellos, se reunió con su hija de inmediato, le había comprado una hermosa lencería de fija seda.
—¿Que quieres que haga? Ya logré que me nombre concubina, Romeo solo lo hizo para fastidiarla — Isabela estaba cansada de las exigencias de su madre.
— Quiero que le des su primer hijo, estoy segura que la manada aceptara un primogénito tuyo como líder Alfa — Noelia sabía que de esta manera se aseguraba el reinado que siempre quiso.
Al llegar la noche.
Romeo se preparó en la habitación, mientras Aurora leía un libro mirando hacia el balcón.
—¿Porque te arreglas tanto?— pregunto ella intentando fingir que solo era curiosidad.
— Tengo una cita en el bosque, cerca al lago, creo que no tengo que darte más indicaciones de lo que digo — Fruncio el ceño con una sonrisa burlona.
—¡Te prohíbo que vayas!— exclamó Aurora que se levantó de su silla con energía mientras le lanzaba el libro en la cara, pero Romeo lo esquivo.
— Nadie le prohíbe al alfa que hacer y que lobas llevarse a la cama, eso incluye a Florencia — Romeo se acercó y la tomó de los brazos.
— Eres la bestia salvaje que todos en Alba luna siempre supimos, querías ser mi primer lobo solo para sentirte más Alfa, pero yo no voy a caer — Aurora lo escupió en un gesto de desprecio, de rabia y aunque le costará aceptarlo, de celos.
— Aurora, mírate, yo iba a hacer una caridad contigo, ningún lobo en sano juicio sentiría deseo por ti, solo asco — Romeo podía ser cruel cuando se lo proponía, pero inclusive el mismo se dió cuenta que había cruzado el límite cuando vio los ojos de Aurora llenarse de lágrimas.
— Ya lo se, es lo que me han dicho toda la vida mi padre y mi hermana, te agradezco por recordarme lo — Aurora se soltó de su agarre, limpio rápidamente la lágrima que bajaba por su mejilla, no le daría el gusto de verla llorar por sus comentarios.
Romeo se quedó un segundo en silencio con la mirada abajo, supo que se excedió y que Aurora era una delicada flor.
— Aurora yo... — Intento balbucear pero Aurora lo detuvo, no quería escucharlo.
— Vete, Florencia te está esperando — La loba se acostó en la cama ignorando que Romeo salía de la habitación.
Si lo rechazaba estaba dispuesto a asumir ese rechazo, y si aceptaba era un paso.
Aurora estaba nerviosa, pero abrió un poco sus piernas, se dejó llevar por lo que hacía Romeo en su feminidad que rápidamente se puso húmeda.
Movía sus dedos sobre el punto débil, mientras ella movía su cadera instintivamente.
Ella agarró la sábana y mordía la almohada hasta que dejó escapar un fuerte gemido de su boca, y su cuerpo tembló.
Romeo empezó a besar los dedos de los pies de Aurora uno por uno, observó la imagen que le encantó.
Ella con el cabello desarreglado, el rostro y pecho sonrojados y una sonrisa de satisfacción, espera lo que él quería que ella hiciera como si fuera un maestro.
Romeo saco su masculinidad del pantalón y con los pies de Aurora empezó a masajearse, ella abrió los ojos avergonzada.
Pero después de un par de minutos, ella siguio el ritmo de las caricias sola, moviendo sus pies de arriba a abajo.
— Sigue preciosa... Sigue — gruñó Romeo que tomo de nuevo los pies de Aurora y aceleró el ritmo.
Ella lo hizo mientras mordía su labio, era lo más cercano que estaba de sus sueños, de su deseo como loba.
Romeo gruñó cuando se derramó sintiendo una gran excitación.
El lobo subió hasta donde estaba Aurora, ella estaba nerviosa, Romeo la beso.
— Este es el inicio — beso el cuello de Aurora.
— No... No estoy aún lista — suspiro ella nerviosa de lo que podía pasar entre los dos.
— Aurora, te llevaré al punto máximo de la excitación en el transcurso de los días, hasta que te quites de la cabeza a Victor y me ruegues que te haga mía — Romeo sonrió.
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