El Alpha Millonario © romance Capítulo 38

Capítulo treinta y siete

—¿Es cierto que usted es la luna del Alpha? —no muy segura asiento—Ya que lo es, usted debe mantener un bajo perfil ante todo esto, de ninguna manera será privilegiada —levanto mi mano y lo freno de golpe.

—Yo no vengo aquí para tener privilegios, yo vengo aquí para estudiar y aprender de lo que más necesito, no se confunda—me cruzo de brazos mientras le doy una de mis tantas caras neutrales.

—Me parece bien que lo tenga en cuenta señorita Sara, ahora, como sabrá usted, debe esforzarse mucho para recuperar sus notas.

Asiento—Eso nunca ha sido algún problema para mí, sé que debo poner de mi mayor esfuerzo y dedicación y todo estará bien—me levanto de la silla—si no tiene más nada que decir, me retiro. Tengo pocos minutos para entrar a la cafetería y desayunar para luego entrar a clases normalmente—niega desaprobatorio y salgo de la dirección.

La secretaría en este caso la mujer del director solo me mira impresionada de como salgo con aires de grandeza, la saludo por cortesía y recorro los pasillos del instituto hasta llegar a la cafetería, las pocas personas que se encuentran aquí voltean a verme en cuanto llego y empiezan a susurrar cosas entre sí.

En la esquina veo una mesa vacía, camino hasta ella y me asiento, saco el emparedado, el jugo y las frutas que no me terminé de comer. Alzo mi vista para notar lo viejo y nuevo del instituto, pero un pequeño cuerpo se interpone entre mi objetivo. Una chica de coletas rosadas da vueltas en su sitio buscando donde posicionarse.

No puedo creer lo que haré.

Levanto mi mano, ella llega hasta mí y se asienta, vuelvo a mi emparedado y en un casi susurro habla—Gracias —alzo mi vista y la veo justo a los ojos.

—No hay porque dar las gracias, solo es otro puesto más —sus ojos dejan de parpadear y su nariz toma un color rosado. Tal vez me pase. Tomo el puente de mi nariz—No confío en las personas, si quieres sentarte aquí conmigo, hazlo, no tengo ningún problema con eso, pero por favor, solo no hagas nada estúpido —sus ojos toman cierto brillo y asiente lentamente.

Termino de comer y recojo las cosas —adiós —acomodo la silla en su lugar.

—Adiós —sonríe algo tímida.

Camino hasta la puerta y escucho risas detrás de mí, volteo y ahí está ella con toda su comida en la cabeza, el chico que al parecer le tiro la comida ahora la está humillando mientras otros están grabando. Mis pies me atormentan con regresar, pero mi mente está en contra, ignorando a mi cerebro camino hasta allí con toda seguridad.

Las personas a mi lado me abren un camino hasta ella y la tomo de las manos —No te puedes llevar a mi juguete—el mismo chico habla sonriente hacia mí.

Alzo una ceja y tuerzo mi boca en desaprobación.

Levanto mi cabeza para mirarlo —Suponiendo que es un juguete ¿Por qué es de tu propiedad? La compraste acaso, ¿Quién te da el derecho de humillar a una persona que no te ha hecho nada? —siento la mano de ella apretar la mía —Un estudio científico determinó que los seres humanos cuando molestan o agreden a una persona es para llenar un vacío en el alma, vacío del cual viene desde niños gracias a las faltas de atención ya sea de sus padres u otra cosa, dime ahora, ¿es que tus padres nunca te quisieron?, ¿nunca te compraron ese dulce que viste de pequeño?, ¿o no tienes el autoestima suficiente para decirle que te gusta? Deja de ser un maldito cliché barato —sus ojos me observan infectados de ira. Ruedo los míos y espero su respuesta que nunca llega.

Sonrío victoriosa y salgo con ella de ese lugar, camino por los pasillos hasta llegar al baño de chicas, entro y dejo mis cosas en el gran lavamanos, tomo papel higiénico para limpiar su cara y mis manos viajan a su cabello para quitar los granos de arroz y las menestras que hay en esta.

—¿Por qué permites eso? —de sus ojos salen gruesas lágrimas.

—Yo soy muy tímida, no me atrevo meterme con nadie por miedo —susurra.

Suspiro—Tengo que entrar a clases, ¿Tienes algún lugar donde estar mientras yo salgo de mis clases? —junta sus cejas.

—¿Para qué? —mojo un poco el papel y lo paso por su rostro.

—Te ayudaré a cambiar tu ropa y estar más cómoda —sostengo fuerte sus hombros.

—No tienes porque hacerlo—mira hacia el piso y subo su mirada.

—Es cierto, no tengo que hacerlo, pero yo quiero hacerlo—se queda en silencio por un rato y luego habla.

—La biblioteca es el único lugar seguro para mí —antes de hablar suena la campana dando inicio a las clases.

—Tengo que ir a clase, tú espérame ahí hasta la salida —hablo rápidamente y ella asiente, tomo mis cosas y corro hasta el aula de matemáticas.

El profesor sostiene la puerta mientras los últimos estudiantes entran a su salón, formo la fila y él me examina de arriba a abajo —Señorita Sara—asiento y entro.

La clase comienza como si nada y más el día, los profesores me observan solamente sin pedirme algún requisito por los días faltantes, llega la tarde y así mismo también la finalización de clases.

Meto el cuaderno de química en mi bolso y saco el iPhone, toco el botoncito del centro y aparece la cámara, busco en los botones y lo bloqueo, toco nuevamente el mismo botón y lo desbloqueo, busco en contactos y encuentro el número de Wade registrado algo cursi.

WadeAmorcito

Lo toco e instantáneamente suena, coloco el teléfono en mi oreja y salgo del salón. A los dos pitidos contesta—¿Ya no puedes vivir si mí? —ruedo los ojos.

—No es eso, Wade, tengo un problema, ¿mandaste la prado? —cuestiono.

—¿Qué tipo de problemas? ¿Estás bien?

—Claro, es otro problema, lo que pasa es que... después te cuento—llego a la biblioteca y abro la puerta —Wade, ¿tú crees que puedes prestarme un poco de dinero?

—Lo que tu quieras, para ti todo, es más mejor voy a pasar a verte.

sonrío —No creo que quieras hacer largas compras —el silencio se apodera de la línea.

—Te mandaré la tarjeta con Andrews que va para allá, la clave ya te la mandé por mensaje—voy hasta el final y la encuentro dormida con la cabeza apoyada en la mesa.

No es una amiga, pero me da aires de confianza.

—Gracias amor, te encuentro en la mansión —le tiro un suave beso por el teléfono y cierro, busco entre los contactos el número de Elizabeth y la llamo.

—¿cómo te fue hoy, hija mía? — Sara no sigas su juego.

—Muy bien, pero tengo un problema, ¿crees que nos podemos encontrar en el centro comercial? —un grito se escucha y quito el teléfono de mi oreja por un momento—Por fin iremos madre e hija de compras —suspiro.

—Sí madre, llega lo más rápido que puedas—cuelgo y remuevo su brazo, ella se despierta asustada, pero al verme se tranquiliza.

—¿Ya es la salida? —estira su cuerpo.

Asiento —Ven—le tiendo mi mano y ella la toma—¿Cómo te llamas? —salimos de la biblioteca en dirección a la salida y los poquitos estudiantes que hay no nos toman importancia.

—Julieta ¿y tú?

—Sara —doy una cálida mirada y ella sonríe.

—tienes una hermosa mirada.

alzo mis cejas y sonrío—¿De verdad?

Asiente—Al igual que tu sonrisa, son reconfortantes, por cierto, gracias por salvarme y dejarme comer a tu lado.

Llegamos a la salida y la prado aguarda a unos pasos de nosotras—Vamos a comprar —digo y ella se detiene de golpe.

—No es necesario, yo tengo ropa —la jalo del brazo —de verdad, además, si llego tarde mi madre me va a matar, tengo que trabajar.

—Yo te daré tu salario si vienes conmigo, déjame cambiar tu ropa. Tú aceptaste, no puedes decir que no ahora—niega con sus manos —¿por favor?

Llegar hasta el punto de pedir: ¿por favor? No crees que te estás pasando, nunca lo habías vuelto a pedir.

Tal vez deba cambiar un poco.

Suspira —Está bien—abro la puerta y la hago subir, tiro mis cosas adentro y me acomodo en el asiento, cierro la puerta y Andrews me observa desde el retrovisor.

—Señorita Sara el Señor —alzo mis brazos para que no diga nada y él entiende el mensaje — aquí le manda—tomo la tarjeta y saco el celular de mi bolsillo, entro a mensajería y ahí ésta la clave.

Borro el mensaje y salgo —Al centro comercial, Andrews—la prado toma marcha y rápidamente nos instalamos en la ciudad.

—¿A ti te vienen a buscar al instituto? Vaya, que importante debes ser.

Niego —No soy nada importante para nadie.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Alpha Millonario ©