El Alpha Millonario © romance Capítulo 39

Capítulo treinta y ocho

Mi cuerpo se siente relajado, descansado, feliz en pocas palabras.

Me levanto de la cama y entro al baño para hacer mi rutina matutina: cepillarme los dientes, bañarme y salir. Una vez hecho todo esto voy hasta el armario y me pongo lo primero que veo.

Saco un collar de la estantería y me pongo el mismo reloj que he tenido estos días. Me observo en el espejo antes de salir y busco por todo el lugar mi bolsa, tomo el móvil de la mesa de noche y lo meto al bolsillo del pantalón.

Mochila, mochila, mochila, ¿dónde estás? Mochila... Tareas...

Busco por todas partes desordenando todo a mi paso, salgo corriendo hacia el segundo piso y entro a el despacho del señor ricachón.

—¿Wade, no has visto mi bolsa? —mi voz se va apagando cuando lo veo sentado en el piso de madera con Elizabeth y Matías y todos mis cuadernos regados a su al rededor—¿Qué hacen? —llego hasta ellos.

—El Alpha nos obligó a ayudarlo a resolver sus deberes—Matías habla mientras ve las operaciones de mi cuaderno de Física —esto está bien, pero hay una en la que te equivocaste —busca la segunda página y encierra el error con bolígrafo rojo—Solo esta parte te enredo, pero fuera de eso todo está bien— asiento.

—Ayer aproveché la hora de tecnología para hacerlas, pero el timbre sonó y ni siquiera me detuve a verificar.

—Ya está, encontré la respuesta —mi mamá grita haciendo que me tape los oídos—es pi, tres catorce quince—le arrebato el cuaderno antes que copie algo mal.

—Es tres punto catorce dieciséis, son cuatro cifras decimales después del punto y como el nueve redondea al cinco se deja en seis.

Su cara forma una mueca y rasca su cabeza diciéndome que no ha entendido un carajo.

—Bueno, ya está todo hecho—Wade cierra mi cuaderno de español y empieza a meter todo a la mochila—Tengo sueño—bosteza.

—¿Estás cansado? —junto mis cejas —¿acaso no dormiste?

Niega—Ni un poco —se levanta y me da la mochila, la tomo y camino detrás de él hacia la habitación nuevamente, veo el reloj que marcan las siete de la mañana y levanto la mirada para confrontarlo.

—Wade, ¿quién me llevará el instituto? — abre la puerta y se tira boca abajo en la cama.

—¿No puedes ir caminando? —abro mi boca para preguntar por Andrews y la cierro nuevamente —Estoy agotado de adivinar tu letra y resolver problemas.

—Yo no te pedí que lo hicieras, te doy las gracias por hacerla, pero no es como si te hubiese puesto una pistola en la cabeza —salgo rápidamente y llego a la puerta principal, abro y empiezo a correr por la acera.

Sin desayuno soy mujer muerta.

O tal vez no.

Dejo de correr, meto la mano en el bolsillo de la mochila y ahí están los audífonos, me los pongo y busco el bluetooth del celular, automáticamente me llega la solicitud y la acepto, bajo el volumen por si suena y pongo una música.

Subo el volumen al máximo ignorando la advertencia y empiezo a correr nuevamente. Parezco una de esas personas que corren por las mañanas y regresan a su casa a esta hora, solo que yo no voy a regresar, yo voy a ir.

La gente que transita me abre paso, a lo lejos puedo ver la cafetería donde ayer estuve y sigo, me detengo cuando veo el cruce de la vía y sin esperar que la luz cambie a verde me tiro, llego hasta el otro lado y sigo corriendo. Miro el reloj que dicen las siete y veinte, doblo la esquina y paso por todo el césped del instituto, subo las escaleras y entro justo cuando toca el timbre.

Camino rápido hasta el aula de matemáticas y veo la fila otra vez de los que llegan tarde mientras el profesor los cuenta, me coloco de última hasta que escucho su voz.

—Usted nuevamente tarde, señorita Sara—asiento.

—No me quede dormida, solo que debí correr desde la casa hasta aquí —me mira incrédulo.

—¿Usted corriendo? No tiene a un novio multimillonario que puede ponerle chofer todos los días o él mismo traerla.

Parece el típico profesor que riega bochinches y dice habladurías. Su rostro me escanea de arriba a abajo y me deja pasar sin más cuando ve que no digo nada.

Las clases empiezan como si nada y desgraciadamente con esto crece el miedo, porque algo este mal en mis tareas. No soy de quedarme dormida rápido, pero lo hice y me lamento de haberlo hecho.

—Señorita Sara, tráigame sus trabajos—la profesora de tecnología susurra por toda la bulla que hay en el salón, me levanto y le entrego el cuaderno, vuelvo al asiento y agacho la cabeza—Señorita, venga aquí —bufo.

¿Por qué me llama tanto?

Ruedo los ojos y llego hasta ella—Esto no lo hizo usted, su letra es totalmente—voltea las páginas hacia atrás y aplasta sus labios—Distinta —regresa a la página y me enseña la perfecta caligrafía de mi madre.

Sonrío nerviosa y coloco un mechón de pelo detrás de mi oreja —Claro que es mi letra, otra cosa es que copiara bien e hiciera diseños al cuaderno.

Alza su ceja y cierra el cuaderno—Si es así no tendrá ningún problema en comprobarlo—choca sus dedos con el pupitre y me encojo de hombros.

—Présteme bolígrafo y papel—de su bolsa de mano saca una libreta.

—Copie lo siguiente —me agacho y apoyo mi brazo en el pupitre—Yo no le tengo miedo a nada, pero todavía no me explico porque tiemblo cada vez que te veo—la perfecta cara de Wade se dibuja en mi mente y sonrío como tonta.

Veo mi letra que sigue siendo igual aún copiando lo mejor que puedo y rasco mi nuca ante la fuerte mirada de la profesora —No puedo por que ayer yo estaba relajada. Hoy estoy estresada.

Rueda sus ojos—Se lo dejaré pasar por primera vez, pero lo volverá a hacer con su letra normal—asiento y tomo mi cuaderno.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Alpha Millonario ©