El amor leal del mal CEO romance Capítulo 14

Al ver que Delia estaba tomando la cesta de bambú, el Señor Lima sacó un botiquín de abajo de la caja para entregárselo y luego le recordó:

—Debes tener cuidado, recuerda que hay muchas serpientes en las montañas.

-Está bien, lo tendré. Entonces, ya me voy a recoger hierbas medicinales a las montañas.

La chica tomó el botiquín que le dio su padre y lo puso dentro de la cesta de bambú que llevaba en su espalda. Luego, se marchó por la puerta trasera y tomó un camino por el medio del campo que la llevaría directo hacia las montañas que estaban del otro lado. Durante todos estos días desde que había regresado, Delia había ayudado a la Señora Lima a recoger las hierbas medicinales en las montañas. Cuando terminaba con una montaña, pasaba a otra, cada montaña era más y más lejana que la anterior. Mientras tanto, la señora la comparaba lo mismo con Mariana que con su prima María. En resumidas cuentas, las hijas de los demás eran las mejores y Delia no podía compararse con ninguna de ellas.

En realidad, la Señora Lima tenía la esperanza de que el hermano de Delia, Ernesto Lima, asumiera el legado de su abuela, pero a él no le interesaba la medicina tradicional y mucho menos quería quedarse para siempre en este lugar pobre y apartado. Por otro lado, Delia siempre había acompañado a su abuela a las montañas para recoger las hierbas medicinales y estaba muy interesada en la medicina tradicional. Por desgracia, ella no logró entrar a la escuela de medicina, y como la Señora Lima no estaba dispuesta a pagar por los estudios de Delia, la chica tenía que resignarse a esa vida.

En las montañas, no había todo ese ajetreo y bullicio que siempre la seguían en la gran ciudad. En cambio, aquí solo estaba la abundancia y la armonía de la naturaleza. Delia se agachó bajo un enorme árbol rodeado de ramas secas y pasto verde. Mientras recogía las plantas medicinales, la chica escuchó el chirrido de los insectos y el gorjeo de las aves, pero no pudo ver ninguna ave ni ningún insecto. Hoy había tenido mucha suerte, pues había encontrado hongos pipa y raíces de ginseng.

Sin darse cuenta, Delia se había adentrado mucho en las montañas. En las zonas profundas había valles de árboles enormes y riachuelos de caudal constante. A pesar de que ya estaban en medio del caluroso verano, en esta parte de las montañas, la temperatura era cálida como si fuese primavera.

Cuando Delia estaba recogiendo un bulto de hierbas de San Lorenzo, de casualidad levantó la mirada y vio unas flores hermosas de un intenso color púrpura que crecían en unos arbustos. De lejos parecían amapolas comunes y eran sorprendentemente encantadoras. Era un hecho que a las chicas les gustaban las flores y Delia no era la excepción. Como las flores eran preciosas, ella quería arrancar la planta con sus raíces para sembrarla y cultivarla en casa. Sin embargo, cuando se acercó y les echó un vistazo, se puso pálida del miedo que sintió cuando observó las flores con mayor detenimiento; ¡esto no era una planta de amapolas comunes, sino amapola! «La amapola no es una planta autóctona de esta zona, así que no crece aquí de forma natural. Entonces, ¿cómo es posible que esta amapola esté en un lugar tan intrincado de estas montañas?».

Delia frunció el ceño y analizó la situación. Luego, arrancó la planta, la puso dentro de la cesta de bambú que llevaba en la espalda y la cubrió con otras plantas medicinales. Entonces, continuó caminando por el serpenteante camino montañoso hasta que llegó a la cima de la montaña. La chica se paró sobre una enorme roca y contempló el horizonte. Desde allí pudo ver las cordilleras de montañas que estaban cubiertas de niebla; el paisaje era tan hermoso que parecía sacado de un cuadro sobre el paraíso.

Luego, Delia miró hacia el distante paisaje que tenía debajo. Al pie de las montañas, había un vasto campo de flores rojas, naranjas, amarillas y púrpuras que estaba rodeado de montañas. Era demasiado obvio que este campo de flores no había crecido por sí solo. «¿Esas flores... son amapolas? ¿Quién se escondería en un lugar tan profundo entre bosques y montañas para plantar amapolas?». De repente, Delia vio con claridad lo que estaba sucediendo. Entonces, se dio la vuelta y comenzó a correr.

El camino cuesta abajo se recorría más rápido que montaña arriba. Justo cuando Delia estaba en medio de la montaña, escuchó de pronto un grito de agonía que provenía de un lugar que ella no podía divisar. El grito lo emitió un hombre. La chica arrugó las cejas un poco y como por instinto, se escondió detrás de un grupo de arbustos.

¡Plaf! ¡Pum! ¡Crac!

—¿Ya está muerta la serpiente?

—No lo sé. Rápido, súbete a mi espalda, que yo te llevaré montaña abajo para que un doctor te examine.

Al escuchar las voces de estas personas, Delia reconoció al momento una voz familiar.

-No... No puedo moverme. ¡No puedo mover la pierna... y me duele mucho! -Delia escuchó la voz del otro hombre otra vez.

Los ojos de la chica se oscurecieron ligeramente y salió en busca de los dos hombres. Ellos estaban sentados bajo un árbol enorme a menos de diez metros de la chica e iban vestidos con el atuendo tradicional de los mapuches. Cuando Delia vio los dos profundos agujeros llenos de sangre en el tobillo de uno de los hombres y una serpiente blanca y negra que yacía inmóvil junto a su pierna, la chica corrió y se quitó la cesta que llevaba en su espalda para examinar la herida del hombre.

Capítulo 14 1

Capítulo 14 2

Capítulo 14 3

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