Delia tenía la sensación de que el hombre se parecía al que había entrado a su casa, a quien al final salvó. «No, no se parecen, o más bien, ¡sus caras son casi idénticas!».
-Usted... -Delia dudó pues no creía en tales coincidencias.
-Deme su identificación -dijo el hombre con una sonrisa refrescante en el rostro. Sus ojos negros eran fríos y penetrantes como un foso sin fondo; sin embargo, su mirada era dulce y se parecía al hombre que había salvado. Ella le entregó su identificación mientras se distanciaba.
La tomó y se dirigió al cobrador al otro lado de la ventanilla:
—Disculpe, por favor, reembólseme este boleto y véndaselo a esta persona.
-Muy bien, enseguida... Aquí tiene, su boleto y su identificación. ¡Que tenga buen viaje!
-El boleto es para usted. -El hombre sonrió de manera cómplice mientras depositaba el boleto y la identificación en la palma de la mano de Delia. Luego, se volteó para marcharse de manera grácil.
-Espere... -«No le he pagado por...». Su figura ya había desaparecido del concurrido salón cuando ella recuperó sus sentidos. Sin embargo, por fin tenía su boleto para Ciudad Buenaventura.
Abordó el tren expreso con el boleto en la mano. ¡Fue entonces que se dio cuenta de que el boleto era para el coche de cama suave de lujo! La azafata abrió la puerta y le dio la bienvenida a bordo con una sonrisa. Cuando Delia entró al coche lujosamente amueblado, había un hombre sentado en el sofá haciendo una llamada. Para su sorpresa, era el mismo que le había dado el boleto.
-Ya estoy en el tren, así que consigue a alguien que remolque el auto en caso de que no pueda arreglarse. Sí, estaré ocupado en una videoconferencia. Hablaré contigo sobre lo demás cuando termine. -Colgó el teléfono, pero antes que Delia pudiera pagarle, se puso el micrófono y colocó su computadora portátil plateada en su regazo.
Luego prosiguió a comunicarse con la otra parte en un inglés fluido.
Delia se movió y vio que estaba hablando con varios extranjeros en trajes. «Guau, ¡se ve con tanta clase!». Regresó a su asiento en el coche de camas suaves de lujo y comenzó a examinarlo. Había dos sofás debajo de dos camas individuales suspendidas y una mesita compartida en el centro. Sobre la mesita, había un celular conectado a la red interna del tren. Además, había un televisor y un baño independiente. El coche también contaba con internet inalámbrica. El diseño del coche estaba basado en un acabado dorado majestuoso, que lo hacía lucir precioso.
Delia se dio cuenta de que él podría estar ocupado durante largo rato; por tanto, se tiró en el sofá y se conectó a internet para jugar en su teléfono. Sin embargo, le comenzaron a rugir las tripas a mitad del juego. Recordó que no había cenado y había salido con tanta prisa que no había traído nada de comer.
Después de una hora, el hombre se quitó el micrófono y cerró la portátil. Delia se levantó del sofá y lo saludó con
una sonrisa.
-Hola. ¡Gracias por permitir que me quedara con su boleto reembolsado! ¿Cuánto sería? Le pagaré ahora.
Él la miraba mientras escuchaba, pero para disgusto de ella, sus tripas rugieron otra vez antes de que él pudiera responder; se sintió avergonzada.
Él tomó el celular de la mesa con una sonrisa de complicidad.
-¿Tiene alguna restricción alimentaria? -le preguntó mientras la miraba, a lo que ella sacudió la cabeza de forma reflexiva.
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