El Baile con la Rosa de la Venganza romance Capítulo 1

Cuando la policía llegó a la puerta, Aitana Icaza acababa de levantarse de la cama de Mauricio Villar.

Todavía flotaba en el aire el aroma de la pasión y la ropa estaba esparcida por el suelo al pie de la cama, como evidencia de una noche de ardiente batalla.

Golpeaban la puerta del hotel con insistencia, pero ella se lavó, se vistió y maquilló con calma, metódicamente, como si estuviera en su propio departamento.

¿Y quién era ella? La infame Aitana, la seductora entre seductoras, siempre tenía que estar majestuosa, deslumbrando a todos esos incautos con su brillo.

Mauricio, con el torso desnudo y marcas rojas de arañazos sobre su piel pálida, encendió un cigarrillo y dijo: "Solo pídemelo y puedo conseguir que pases dos años menos en la cárcel."

Aitana se acercó, le quitó el cigarrillo de la mano, dio una calada profunda y se lo devolvió.

Con su mano delicada, le dio una palmada en la cara como quien flirtea, "Tío, la próxima vez que busques una mujer, usa un poco más de cabeza y no pienses que porque tienes dinero no puedo engañarte."

Efectivamente, el hombre con quien había compartido la cama era el amante de su tía, el amor platónico de todas las mujeres de Oropaz, el único heredero del Consorcio Villar: Mauricio.

Solo aquellos que habían visto a Mauricio sabían lo guapo que era.

Ni Mauricio sabía cuán rico era realmente.

Es por eso que Aitana no habría podido resistirse a acostarse con él.

Estar con el hombre más deseado de la ciudad era un logro para ella; no cualquiera tenía la destreza de pasar una noche con él.

"¿Te acostaste conmigo solo para vengarte de la familia Icaza?"

Aitana le lanzó una mirada provocativa y se acercó a él, susurrando seductoramente: "Dormí contigo solo porque eres el hombre de Rita Icaza, ¿acaso no lo sabías desde el principio? ¿Por qué finges ahora?"

Desde la primera vez que vio a Mauricio, supo que era un hombre de corazón y sangre fríos, orgulloso hasta la médula; no le importaba nadie, incluyendo su tía, y probablemente nadie en este mundo podría atraer su atención.

Los ojos de Mauricio se oscurecieron y soltó entre dientes: "Eres realmente despreciable."

Con una sonrisa maliciosa, Aitana contestó: "Claro que sí, si no fuera tan despreciable, ¿cómo podrías haberme seducido?"

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