El Baile con la Rosa de la Venganza romance Capítulo 2

Con un estruendo, la puerta se abrió de golpe y un enjambre de personas invadió la habitación: policías, periodistas y la familia Icaza al completo, desde los más jóvenes hasta los más ancianos.

La tía de Aitana, Rita, se abalanzó sobre ella y le soltó una bofetada retumbante: "¡Aitana, maldita! ¿Acaso no sabes que él es mi prometido? ¿No te das cuenta de que va a ser tu tío político? ¡Hasta te metes con tu propio tío, descarada! ¿Es que no tienes vergüenza?"

Con lágrimas en los ojos y un rostro que desbordaba tristeza, Rita parecía la imagen de la desolación, un espectáculo que conmovía hasta el corazón más duro.

Aitana se lamió la comisura de los labios, saboreando el gusto salado de su propia sangre. Miró con desdén a los periodistas, quienes, excitados como si hubieran tomado algún estimulante, no dejaban de disparar sus cámaras. De repente, agarró a Mauricio por el cuello y le plantó un apasionado beso. Murmullos de desaprobación se esparcieron a su alrededor mientras las cámaras seguían disparando sin cesar.

Mauricio se quedó congelado un instante, consciente de lo que Aitana pretendía hacer. Debería haberla apartado y abofetear a esa descarada, pero maldición, no lo hizo. En lugar de eso, se dejó llevar y rodeó su cintura con sus brazos.

Ella tenía la cintura tan delgada que no parecía tener huesos y él recordaba muy bien cómo se sentía cuando ella se movía, como una hechicera en la danza.

Tras un ardiente beso, Aitana soltó a Mauricio y alzó la vista hacia Rita, diciéndole: "Así es, no tengo vergüenza, dormí con tu hombre a propósito, ¿y qué vas a hacer al respecto?"

La multitud se quedó boquiabierta.

¿No se suponía que una amante atrapada en el acto debería huir avergonzada y no querer mostrar su cara?

Pero esta mujer tan descarada, besaba al prometido de su tía delante de ella, ¡Su desfachatez no conocía límites!

Rita quedó sin habla, con la mano temblorosa apuntándola.

La mujer apretó los dientes de pura rabia.

En la puerta de la habitación, Aitana vio a su padre, Gustavo Icaza, a su madrastra y a su hermanastro.

Todos ellos simplemente observaban mientras era arrestada, con una expresión mal disimulada de placer ante la desgracia ajena en sus rostros. A pesar de ser familia, Aitana era como una espina clavada en sus corazones, una molestia que deseaban eliminar.

Malversación de fondos de la empresa y agresión intencional; esos cargos habían sido calumnias lanzadas sobre ella por su propia familia.

Con un brillo malicioso en sus ojos, Aitana le dijo a Gustavo: "Papá, no te olvides de visitarme. Tengo algo que quieres. Si no vienes, lo tiraré y quién sabe quién lo encontrará después."

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