El despertar del Dragón romance Capítulo 113

—Hilda, ¿sabes si Jaime conoce a la Señorita Serrano? Si no, ¿por qué iba a preguntar por él? —preguntó María curiosa.

Después de todo, ella lo conocía desde hace mucho tiempo, así que supuso que podría conocer bien sus asuntos.

Por desgracia, Hilda negó con la cabeza.

—No lo sé, pero acaba de salir de la cárcel, así que no es probable que conozca a alguien tan importante como ella.

Pensándolo bien, María pensó que en efecto tenía sentido.

«Estuvo en prisión durante tres años, así que ¿cómo podría conocer a Josefina?».

—Solo espero que no diga ninguna tontería delante de ella y nos arrastre a todos —dijo preocupada.

Por alguna inexplicable razón, Jaime le parecía muy poco fiable.

—Nunca haría algo así. —Por el contrario, Hilda tenía absoluta confianza en el hombre.

Mientras tanto, Jaime empujó la puerta con torpeza y entró en la oficina.

Al ver a Josefina sentada, sonrió.

—¿No dijiste que estabas en casa? —preguntó con frialdad.

—Eh... ¡sí que estoy en casa! Ahora considero la oficina como mi casa —contestó con lo primero que se le ocurrió.

—¿Quién es Hilda Valbuena? —preguntó sin rodeos.

—¿Me creerás si te digo que es mi hermana? —preguntó Jaime, con los ojos fijos en ella.

En respuesta, Josefina se rio con frialdad.

—¿Crees que voy a creer eso?

—No quiero ser el director general, y no tengo tiempo para eso. Solo vine a trabajar aquí para apaciguar a mis padres. Si no, se preocuparían por mí. Además, aún tengo muchas cosas que hacer, así que no me quedaré aquí mucho tiempo. —Se apresuró a rechazar la oferta, ya que no quería estar atado a la empresa.

—Ah, claro, ¿por qué tus padres ya no quieren vivir en Bahía Dragón? ¿No es muy bueno el ambiente allí? —preguntó extrañada al recordar de nuevo cómo Gustavo y Elena insistían en irse de la mansión.

—Yo tampoco estoy seguro. —Jaime negó con la cabeza, pues seguía sin saber por qué sus padres se empeñaban en abandonar Bahía Dragón e incluso le decían esas cosas. Luego, continuó—: Pero tengo la impresión de que alguien les dijo algo y eso los hizo marcharse.

Apenas dijo eso, Josefina cayó en la cuenta.

—¡Exacto! ¡Debe haber sido Javier! ¡Es muy insistente! Seguro cree que me voy a ir con él al hacerlo. ¡Qué insidioso es!

—¿Javier? ¿El director general? —Jaime se quedó atónito por un momento.

Por fin entendió por qué había aparecido de repente durante su entrevista y lo contrató.

«¡Resulta que hace tiempo que sabe de mí y también de mi relación con Josefina!».

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