—Me voy a casa —dijo Jaime con calma.
—¡Entra! Voy en la misma dirección, así que puedo llevarte. —Mientras decía eso, María empujó la puerta del auto para abrirla.
Además, empujó la puerta del asiento delantero. En el pasado, ella nunca habría permitido que Jaime se sentara en su auto. Aunque tuviera que hacerlo, solo podía sentarse en los asientos traseros.
Jaime no tenía ni idea de lo que María estaba haciendo de nuevo. Era como si se hubiera convertido en otra persona.
—¡Entra! —le instó María cuando lo vio allí de pie, inmóvil.
Jaime asintió y se sentó en el asiento delantero.
María pisó el acelerador y condujo hacia la casa de Jaime.
Mientras tanto, Jaime se sentó en silencio sin decir nada. El ambiente en el auto se volvió un tanto incómodo.
—Jaime, ¿de verdad tienes una mansión en la cima de Bahía Dragón?
Después de un rato, María rompió el silencio.
—Sí. —Jaime asintió.
—¿La compraste tú mismo? —María le lanzó una mirada de sorpresa.
—Alguien me la regaló —respondió Jaime con calma.
Al notar que a Jaime no parecía gustarle hablar con ella, María dejó de hablar.
Al cabo de un rato, Jaime interrumpió el silencio.
—¿Por qué no estás en casa para comer a estas horas? ¿Adónde vas en auto?
—Santiago hizo una reserva en un restaurante. Voy a comer con él allí y a hablar de nuestro matrimonio —dijo María.
—¿Te vas a casar con él? —Jaime se quedó sorprendido.
Sorprendida, María pisó el freno de golpe y detuvo el auto. Sus autos estuvieron a centímetros de chocar entre sí.
—¿Cómo demonios conduces? ¿Estás ciego?
María bajó las ventanillas del auto, estiró el cuello y maldijo en voz alta.
Sin embargo, justo después de gritar, retiró la cabeza con miedo. Se había dado cuenta de que el auto que la bloqueaba era un Porsche 911. Si podían conducir un auto así, ella no se atrevería a ofenderlos. Su vida se complicaría si los provocaba.
En ese momento, un hombre y una mujer salieron del Porsche. No eran otros que Lucas y Sandra, que miraban a Jaime con una sonrisa fría. No parecía que tuvieran intención de marcharse.
Al ver sus intensas miradas, María no pudo evitar sentir miedo. Abrió la puerta del auto, salió corriendo del mismo y se disculpó:
—No lo hice a propósito. ¿Podrían apartar el auto? —María le habló en un tono servil a Lucas.
Cuando este miró a María, vio que llevaba un vestido rosa con el cabello recogido en una coleta. La encontró muy bonita y le lanzó unas cuantas miradas más. Sin embargo, eso hizo que Sandra se pusiera muy celosa.
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