El despertar del Dragón romance Capítulo 193

Poco después de la llegada de Arturo, Gonzalo y Josefina llegaron al lugar.

Josefina estaba muy preocupada por si Jaime estaba herido. Se apresuró a acercarse a él y revisar su cuerpo en busca de lesiones.

Al ver la llegada de ambos individuos, famoso e infame, Félix se sintió totalmente impotente. En su mente, culpaba a Lucas de haberle puesto en esa difícil situación.

Una vez más, Lucas estaba desconcertado.

«Dado que Tomás y Félix pertenecen a los bajos fondos, tal vez le rindieron pleitesía a Jaime porque es un luchador de renombre. ¿Pero por qué Arturo también? Era un funcionario del gobierno. Por lo tanto, ¡es todo lo contrario de lo que son Tomás y Félix! Aunque esté retirado, sigue siendo un individuo muy apreciado en Ciudad Higuera. De lo contrario, todos los ricos y famosos no habrían asistido a todos los eventos que ha celebrado. Entonces, ¿por qué está aquí para Jaime?».

—¿Qué está pasando aquí? ¿No fue Jaime abandonado por Josefina? Incluso se mudó de Bahía Dragón y se convirtió en un vendedor. ¿Por qué sigue Josefina tan preocupada por él? —soltó Sandra con curiosidad mientras se escondía detrás de Lucas, aturdida.

Al escuchar eso, la ira invadió a Josefina, que se dirigió hacia Sandra y le dio una fuerte bofetada en la cara. Teniendo en cuenta los acontecimientos que ocurrían a su alrededor, ni Sandra ni Lucas se atrevieron a tomar represalias contra Josefina.

—¡P*ta! Menos mal que dejaste a Jaime. De lo contrario, solo le traerías vergüenza. Parece que Dios es justo después de todo al emparejarlos a ustedes dos escorias. —Josefina miró a Sandra con desdén.

Aunque tanto Lucas como Sandra se sintieron humillados, ambos guardaron silencio.

—Señor Casas, ¿qué debemos hacer con estos dos? —preguntó Tomás mientras señalaba a Lucas y Sandra.

Las piernas de ambos temblaron de miedo cuando escucharon la pregunta de Tomás. Sabían que Jaime podía hacer que los mataran con solo dar una orden.

—¡Oye! Esto es culpa tuya. Arrodíllate, ahora. —Jonás se levantó de forma brusca antes de poner a Sandra de rodillas dándole una violenta patada.

Jaime sonrió al ver que los tres pedían clemencia.

—Es hora de irse. —Jaime se levantó y se fue.

Tomás y Arturo, junto con toda la gente que llevaban, lo siguieron.

Avergonzado, Félix hizo lo mismo. Se fue con todos sus subordinados incapacitados. Sin embargo, con las rodillas pegadas al suelo, Lucas, Jonás y Sandra se quedaron.

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