El despertar del Dragón romance Capítulo 196

A diferencia de los demás, Jaime resopló como respuesta. Santiago se enfureció ante su reacción.

—¿Qué te pasa, Jaime? —preguntó Santiago con tono irritado.

—Oh, nada. Es que me sorprende que una persona con tu insignificante cargo de director de departamento se atreva a formar grupos en la empresa. —El desprecio estaba escrito en la cara de Jaime.

—Tienes razón. Solo soy un director de departamento. Pero, para tu desgracia, sigo siendo tu superior. Ahora, me gustaría anunciar que estás despedido. —Santiago dejó escapar una fría sonrisa.

«Javier era el que quería mantenerte aquí solo para humillarte. Pero ahora que se ha ido, ya no tengo motivos para mantenerte cerca».

—No tienes derecho a despedirme —respondió Jaime con rotundidad.

—¡Tengo el derecho absoluto! Soy tu superior. Lo que yo diga en el departamento de ventas es definitivo. Nadie puede impedirme que te despida. ¿No tienes ya una mansión? ¿Qué haces aquí? ¿Experimentando la vida? Vete ya —gritó Santiago.

«Debo deshacerme de ti. Eres como una bomba de relojería. Lo único que haces es perturbar mi departamento».

Al escuchar eso, María saltó en defensa de Jaime.

—Santiago, Jaime acaba de conseguir un contrato con Corporación Químicos Cósmicos. Debes...

—¡Cállate! —Santiago cortó de inmediato a María—: ¿Te gusta? ¿Por qué lo defiendes? Por culpa de él, faltaste a la cena que había organizado con toda mi alma. ¡Ni siquiera pudimos hablar de nuestro matrimonio! Te gusta, ¿no?

Las palabras de Santiago habían puesto a María en un aprieto, y la incomodidad la abrumó.

—¿Qué tonterías dices? Ese día, Jaime tenía problemas. Lo único que hice fue informar a sus padres al respecto. ¿Por qué piensas lo contrario? —se apresuró a explicar María.

—Señor Cano, ¿por qué...? —Hilda intentó defender a Jaime.

—¡Cállate! Si quieres renunciar, ¡lárgate también! —Santiago cortó a Hilda con rabia.

Con una mirada sin emoción, Jaime dijo:

—No tienes derecho a despedirme. Si alguien tuviera que ser despedido hoy, ¡tengo la sensación de que esa persona eres tú!

—¿De qué estás hablando? —Santiago se echó a reír—: ¡Jaime, deja de ser tan engreído! Soy el jefe del departamento. Por desgracia para ti, eso significa que soy tu superior. ¡Puedo despedir a quien quiera! ¿Quién va a despedirme? ¿Tú?

—Sí conozco mi lugar. Eres tú el que no sabe cuál es su lugar. Pronto sabrás quién de nosotros será despedido. —Jaime regresó y se sentó en su escritorio.

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