Justo en ese momento, un automóvil pasaba lentamente junto a ellos. Una de sus ventanas se bajó y vieron que era Jaime. Estaba sonriendo con picardía mientras miraba a los tres.
—¿Jaime? ¿No es Jaime el del auto? —Wilmer fue la primera persona en notarlo.
Para entonces, Sandra y Julieta también lo habían visto. Sandra estaba furiosa cuando vio la expresión en el rostro de Jaime.
—¿Cómo entró ese mocoso? ¡Esos guardias de seguridad son inútiles!
—¿Podría ser que él sea en verdad un residente aquí? ¡Era un guardia de seguridad el que los estaba conduciendo! —Julieta frunció el ceño, confundida.
—¡Y están subiendo la montaña! ¿Podría ser que su mansión esté ubicada en un punto más alto que la tuya, Sandra? —Los ojos de Wilmer estaban pegados al auto cuando lo vio viajar más arriba hacia la cima de la montaña.
—¡Eso es imposible! Jaime nunca podría permitírselo. Sé cómo le está yendo económicamente a su familia.
Sandra se negó a creer lo que estaba sucediendo ante sus ojos porque conocía mejor la situación financiera de Jaime.
—¿Será que la mansión se la dio la Familia Serrano? ¡Escuché del Señor Serrano que Jaime le había salvado la vida antes! —Julieta especuló más.
—¡Eso podría ser! —Wilmer asintió—. ¡Qué suerte está teniendo! Si no hubiera salvado la vida del Señor Serrano, ¡habría muerto antes en el Hotel Glamour!
Sandra estaba por completo insatisfecha. Apretó los dientes cuando abrió la puerta del auto y dijo:
—¡Vamos a seguirlos y ver por nosotros mismos!
Estaba ansiosa por saber si Jaime en verdad se había conseguido una mansión en Bahía Dragón.
Mientras el Mercedes-Benz de Sandra los seguía de cerca, se dirigían directamente hacia la cima de la montaña.
—Esto... ¡Esto no puede ser posible! ¿Podría Jaime en verdad dirigirse hacia la mansión más cara? —Julieta se estaba poniendo ansiosa cuando vio que el auto de Jaime aún no se detenía.
Eventualmente, llegaron a esa mansión que habían mencionado antes. El Mercedes-Benz de Sandra fue detenido por uno de los guardias de seguridad.
Gustavo se quedó atónito cuando entró en la mansión. ¡Nunca había visto tal lujo en su vida!
Al darse cuenta de su error, Gustavo intentó disculparse con Jaime. Pero no importaba lo mucho que lo intentara, su orgullo no se lo permitía.
Después de un breve recorrido por la mansión, Jaime quería mostrarles los alrededores.
—Mamá, papá, vamos a echar un vistazo afuera. Deben familiarizarse con el lugar. ¡De lo contrario, se perderían en poco tiempo!
—¡Bien! ¡Ya que no puedo ver, descríbeme todo para que pueda sentirlo! —Elena exclamó con una brillante sonrisa en su rostro.
—Mamá, no te preocupes. ¡Te arreglaré los ojos!
Luego, Jaime llevó a sus padres a un recorrido por la cima de la montaña mientras les deleitaba la vista con la magnífica vista.
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