—¡Por favor entra!
Arturo simplemente asintió a Jaime para saludarlo.
Desde su perspectiva, la única razón por la que Tomás trataba a Jaime con tanto respeto era que su familia era rica y poderosa, y ciertamente no se debía a las propias capacidades de Jaime.
En el momento en que Jaime entró en la villa con Tomás, pudo sentir una intensa oleada de energía espiritual. En el jardín, vio un grupo de árboles con troncos demasiado gruesos. Eran tan grandes que bloqueaban la mayor parte de la luz del sol.
Mientras continuaban caminando, vio un paisaje exquisitamente diseñado completo con un pabellón construido con arquitectura clásica.
—Señor Gómez, sus árboles deben ser muy viejos, ¿no? —Jaime no pudo evitar preguntar, ya que podía sentir la oleada de energía espiritual que emanaba de ellos.
—Señor Casas, estos árboles tienen cientos de años. Son la razón por la cual el Señor Gómez construyó su villa aquí —explicó Tomás.
Jaime asintió, comprendiendo por fin por qué Arturo eligió retirarse en Ciudad Higuera a pesar de ser una ciudad sin pretensiones.
Los lugares que estaban llenos de energía espiritual eran en verdad excelentes para vivir la vejez. Alimentado por la energía espiritual, uno podía vencer los efectos del envejecimiento.
Después de caminar por un pasillo, el grupo llegó al salón principal. Estaba lleno de muebles antiguos, cada uno de ellos de al menos cien años. Incluso había un Trono del Dragón justo en el centro de la sala con nueve dragones gigantes tallados en él.
Con una manta dorada sobre él, el trono parecía estar en constante uso.
Mirando el Trono del Dragón, Jaime frunció el ceño.
—Por favor tome asiento.
Arturo agitó su mano de manera casual antes de sentarse en el trono.
Una vez que Tomás y Jaime estuvieron sentados, Arturo ordenó a sus sirvientes que sirvieran café.
Jaime estaba eufórico al escuchar las palabras de Arturo, ya que se había olvidado de la idea. Los pinceles de caligrafía usados por los sacerdotes definitivamente estarían imbuidos de espiritualidad. Era muy probable que allí también encontrara un rosario de cinabrio. Por lo tanto, todo lo que necesitaba hacer era encontrar un monasterio en lugar de correr por Calle Antigua para su búsqueda.
—Señor Gómez, gracias por su guía. —Jaime se puso de pie e hizo una reverencia.
Arturo se rio de buena gana.
—No lo menciones. No fue más que un comentario casual.
—Señor Gómez, discúlpeme por preguntar, pero ¿de dónde viene su Trono del Dragón? —preguntó Jaime.
—¿Vaya? ¿Puedes decir lo especial que es este trono? —Lleno de orgullo, Arturo explicó—: Gasté mucho dinero para comprar esta silla en el extranjero. Es un Trono del Dragón genuino de una de las antiguas dinastías. El emperador en ese entonces solía sentarse en él.
Arturo pasó con suavidad los dedos por el trono. Era evidente que, estaba enamorado de él.
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