El despertar del Dragón romance Capítulo 47

—¿Eh? —Gonzalo se sorprendió de manera momentánea por la respuesta negativa de Jaime que llegó tan rápido, pero al instante siguiente, comentó sonriendo—: Está bien. Si bien Josefina es una niña, es muy hábil para administrar una empresa y hacer negocios, ¡así que puede manejarlo sola!

El hombre luego se fue después de decir eso.

Mientras Jaime miraba su espalda, una sonrisa irónica se manifestó en su rostro ya que podía entender la preocupación de Gonzalo.

«Josefina es su única hija, por lo que heredará el negocio familiar en el futuro. Si en verdad terminara con su hija, alguien tendría que soportar la pesada carga. ¡Ay, en verdad no tengo mucho interés en los negocios!».

Pronto, todos se hartaron y se despidieron unos de otros en preparación para irse.

Pero en ese preciso momento, la puerta del salón del banquete se abrió y decenas de hombres entraron corriendo con armas en sus manos. El hombre a la cabeza parecía salvaje e irradiaba un aura tenue, por lo que se podía decir que era un artista marcial de un solo vistazo.

Al ver a las personas que irrumpieron de manera abrupta, la conmoción se apoderó de todos los invitados allí. En un santiamén, la expresión de Arturo se volvió fría. A su lado, Luca sacó al instante un machete de medio pie de largo de su cinturón y se paró frente a Arturo.

—¡Seguridad! ¿Dónde está la seguridad? —Gonzalo gritó a todo pulmón cuando vio a los hombres cargando.

Por desgracia, no apareció ni un solo guardia de seguridad.

—Guárdelo, Señor Serrano. Ninguno de sus guardias de seguridad entrará —dijo con frialdad el hombre a la cabeza.

—¿Por qué de repente irrumpiste con tantos hombres, Esteban? ¿Sabes que este banquete es organizado por el Señor Gómez? Gonzalo reprendió en voz alta.

Resultó que los hombres eran de Banda del Dragón Carmesí, y la persona a la cabeza era el líder de la pandilla, Esteban Figueroa.

Esteban se acercó a Arturo e hizo una profunda reverencia, murmurando:

—No pretendo entrometerme, Señor Gómez. ¡Solo estoy aquí para buscar a Tomás!

Para entonces, las manos de Tomás hacía tiempo que se habían cerrado en puños. Desde el momento en que Esteban entró por la puerta, supo que el hombre estaba ahí para él.

—Esteban, no me digas...

Su rostro enrojeció de rabia cuando vio que Esteban no le estaba dando cuartel.

Pero antes de que pudiera terminar de hablar, Tomás dio un paso adelante.

—Es mi problema, así que lo manejaré yo solo. Ya que estás aquí por mí, ¡tengamos un duelo!

Después de decir eso, se colocó en una posición de pelea, listo para enfrentar el ataque de Esteban en cualquier momento.

—¡Alabo tus agallas! ¡En ese caso, te mataré hoy antes de tomar el control de tu Regimiento Templario!

Mientras decía eso, Esteban cargó contra Tomás.

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