—¿Diez millones? —Acero se quedó estupefacto antes de que un destello de regocijo apareciera en su rostro—. ¿De verdad tiene diez millones? No parece rico.
Ante la duda, Daniela se apresuró a afirmar:
—¿Por qué iba a mentirte? Él mismo lo dijo antes en el banco. Si en verdad consigue retirar esa cantidad más tarde, ¡se demostrará que hay dinero en su tarjeta bancaria!
—¡Eso tiene sentido! —Acero asintió con la cabeza.
—¡Muy bien, es suficiente! Todavía tengo algo que hacer. ¡Vamos! —Bruno tiró de Daniela con fuerza.
—¿De qué tienes miedo? ¡Vamos a esperar aquí un rato y nos iremos cuando Jaime salga más tarde! ¡Quiero ver si en realidad tiene diez millones!
Daniela lo sacudió con fuerza.
«¡No me voy a ir! ¡Todavía quiero presenciar su humillación más tarde!».
Al no tener otra opción, Bruno solo pudo quedarse allí y esperar. Diez minutos después, Jaime salió con una enorme bolsa llena de dinero. Cuando Acero lo vio con la enorme bolsa en la mano, se acercó de inmediato con el resto de sus hombres. Al ver eso, Daniela se apresuró a acercarse también, ansiosa por ver si Jaime había retirado el dinero. Jaime se sorprendió un poco de que no se hubiera ido, pero tampoco le dio mucha importancia.
—¿Dónde está el dinero, chico? —preguntó Acero.
En respuesta, Jaime tiró al suelo la bolsa que tenía en la mano, dejando ver los billetes que había allí. En el momento en que los hombres de Acero vieron los montones de billetes, la codicia apareció en sus ojos. Daniela también estaba bastante asombrada.
—Aquí hay un millón trescientos mil, ni un centavo menos —respondió Jaime de manera uniforme.
Uno de los hombres de Acero se apresuró a tomar el dinero, pero Acero lo detuvo.
—¡Chico, este dinero ya no es tuyo, así que no puedes tocarlo! —Acero levantó la pierna y pisó la bolsa.
Mientras tanto, los dos hombres que estaban al lado se apresuraron a agarrar a Jaime por el hombro para sujetarlo, pero para su sorpresa, no pudieron moverlo ni un centímetro por mucha fuerza que ejercieran. Los ojos de Jaime brillaron con frialdad y se aferró a sus muñecas. Con un ligero apretón, el sonido de los huesos rompiéndose partió el aire. En un abrir y cerrar de ojos, los dos hombres gritaron de dolor.
—¿Cómo te atreves a hacer un movimiento contra mis hombres? Debes tener ganas de morir. —Al ver eso, la expresión de Acero se ensombreció y lo atacó con una patada.
—¡Mátalo! ¡Acaba con él! —Daniela gritó a todo pulmón mientras la euforia la invadía al ver aquello.
¡Zas!
Pero justo cuando Acero levantó la pierna, la pierna de Jaime salió disparada, acertando una patada directa, haciéndolo volar hacia atrás. Al mismo tiempo, Jaime retorció sus manos. Los brazos de los dos hombres se rompieron al instante como una ramita, y dejaron escapar un gemido de dolor. Para entonces, solo quedaba uno de sus hombres en pie. Cuando vio que las cosas se ponían feas, se aterrorizó tanto que dio media vuelta. Después de todo, no había lealtad entre rufianes. Jaime se acercó a Acero. En ese momento, su rostro quedó sin color, y sintió como si alguien lo estuviera descuartizando desde dentro.
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