Tras la confirmación de Tadeo, la sala se animó. Todos empezaron a darse un capricho con la comida y el alcohol porque sabían que Tadeo iba a pagar. Por otro lado, Tadeo rezaba para que Jaime apareciera.
«Si no viene, ¡podría estar arruinado al final de la noche!».
Todavía con resaca, Santiago estaba tumbado en el sofá mientras María masajeaba su cabeza con suavidad. Aunque se sentía mejor, la cabeza aún le daba vueltas.
—Chicos, si Jaime aparece más tarde, quiero que todos intenten emborracharlo. A quien lo consiga, se le duplicará el sueldo mensual —declaró Santiago.
Todos saltaron de alegría al enterarse de la bonificación mensual.
—No se preocupe, Señor Cano. Me aseguraré de que se emborrache.
—¡Si se atreve a venir, se emborrachará tanto que no podrá encontrar el camino a casa!
Todo el mundo estaba emocionado ante la perspectiva de conseguir la bonificación mensual. Aunque Tadeo no intentaría emborrachar a Jaime, se sintió tentado por la recompensa. Mientras todos se divertían, la puerta del salón privado se abrió de un empujón. Hilda y Jaime habían llegado.
Todos se sobresaltaron con su llegada. Aunque les sorprendió que Jaime acabara apareciendo, estaban más pendientes de la dama que había traído. La mayoría de los hombres de la sala estaban cautivados por la belleza de Hilda. Santiago, que aún tenía resaca, se levantó de repente del sofá y la miró con sus ojos desconcertados. Aunque María era guapa, no tenía el aura deseable que poseía Hilda. A pesar de haber trabajado como bailarina exótica, Hilda tenía una mirada inocente.
—¡Jaime, pensé que serías demasiado tacaño para venir! —Santiago echó un vistazo a Jaime antes de desviar la mirada hacia Hilda—. ¿Quién es esta señorita?
—Hola a todos, soy Hilda Valbuena. Soy vecina de Jaime. Espero no molestar. —Hilda se presentó con amabilidad.
—¡No molestas en absoluto!
—¡Ven! ¡Ven a sentarte a mi lado!
—¡Toma! ¡Toma algunas frutas!
Los hombres se lanzaban sobre Hilda mientras ignoraban a Jaime. Entonces Santiago se aclaró la garganta y dijo:
—¡Hola! Soy Santiago Cano, el representante de Jaime.
—¡Por supuesto! Soy gerente de departamento. Soy responsable de la contratación. —Santiago se llenó de orgullo.
—¡Santiago Cano! —María no pudo aguantar más y le gritó a Santiago.
De repente, Santiago recordó que María estaba a su lado. De inmediato se apartó de Hilda y le dijo:
—¡Ve y toma asiento!
Tras percatarse de aquel incómodo momento, Hilda sonrió y se acercó a Jaime. Luego, de forma casual, rodeó a Jaime con el brazo y le dijo:
—Jaime, ¿por qué no me presentas a tus colegas?
Jaime se quedó atónito ante el toque íntimo de Hilda. Sin embargo, ella lo hizo a propósito para que los demás hombres presentes no se le insinuaran. Además, lo hizo para demostrarle a María que no tenía motivos para ponerse celosa.
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