EL ERROR QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDAS romance Capítulo 1

Salomé se encontraba en su acogedora casa jugando con su adorada bebé de dos años y su esposo, antes de irse al trabajo.

La risa melodiosa de la niña llenaba la habitación mientras los tres se deleitaban en su mundo de juegos y ternura.

Era un momento de tranquilidad y felicidad para ellos.

—Me tengo que ir. Cuídense, las amo —dijo Joaquín besando con pasión los labios de su esposa, para después besar con ternura la frente de su pequeña.

—Papi, te amo —pronunció la pequeña, dándole un beso en la mejilla a su padre y provocando la sonrisa entre ellos.

—Yo también te amo, mi amor, te vamos a extrañar, estaremos ansiosa de tu llegada.

Se despidieron, pero Joaquín Román, en vez de ir a su oficina se fue a la clínica, iba a buscar unos resultados de una prueba.

Con una mezcla de sentimientos encontrados, había accedido a hacerse la prueba de ADN con su hija de dos años, Fabiana, para callarle la boca a su madre, quien no dejaba de cuestionar su paternidad sobre la niña, pero él no tenía ninguna duda de que ella era su hija.

Con ese resultado, esperaba que su madre aceptara a su pequeña y no siguiera cuestionándola a ella y a su esposa, solo porque Salomé no provenía de ninguna familia adinerada, de hecho no tenía familia en absoluto, porque fue abandonada en la puerta de un orfanato.

Joaquín llegó a la sala indicada y se acercó al mostrador, donde le informaron que los resultados ya estaban disponibles.

Lo guiaron hasta una pequeña sala de espera, donde aguardó ansioso a que le llamaran, mientras caminaba de un lado a otro con impaciencia.

El tiempo parecía pasar lento, mientras Joaquín se agarraba las manos con fuerza, preguntándose por qué tardaban tanto, no podía evitar sentirse traicionero con Salomé por estar haciéndole una prueba a la niña a su espalda, pero es que cada día la insistencia de su madre se intensificaba y no lo dejaba en paz.

No tenía miedo de lo que pudiera revelar la prueba, estaba seguro de que las sospechas de su madre no tenían fundamento. Por eso anhelaba que los resultados demostraran que el amor de su esposa era real, no por interés como decía su madre y que nunca le había sido infiel y su Fabiana era su hija.

Finalmente, una enfermera salió y llamó a Joaquín.

—Señor, pase que lo están esperando.

Su corazón dio un vuelco y se levantó, siguiéndola hasta una pequeña sala de consultas. El médico que había realizado la prueba lo esperaba allí, con un rostro serio.

—Señor Román, he revisado los resultados de la prueba de ADN —dijo el médico con cautela—, lo siento mucho, lamentablemente, los resultados arrojaron que Fabiana no es su hija biológica —, expresó, al mismo tiempo que le extendía el sobre con los resultados.

Las palabras del médico resonaron en el aire, golpeando a Joaquín como si le hubieran dado con un martillo en el pecho. Su respiración se entrecortó y sintió un nudo en la garganta. Era como si el mundo se desmoronaba a su alrededor.

El médico continuó hablando, pero las palabras se convirtieron en un zumbido lejano. Joaquín estaba aturdido, incapaz de procesar completamente la noticia. Todo lo que había conocido hasta ese momento, su identidad como padre, se tambaleaba, el amor que Salomé había dicho tenerle.

Con una mirada de compasión, el médico intentó ofrecer consuelo.

—Lo siento, sé que esto puede ser abrumador para usted.

—¿Cómo puede ser? ¿Cómo es posible que no sea mi hija biológica? Debe haber un error —logró articular unas palabras entrecortadas, casi sin aliento.

—No hay ningún error, tal y como me pidió me encargué yo mismo de supervisar el proceso y las pruebas de ADN son altamente precisas y que, en este caso, los resultados indican claramente que usted no es el padre biológico de Fabiana. Sin embargo, si me permite decirlo, la prueba de ADN no lo define como padre, hay otros lazos emocionales y afectivos que debían considerarse.

Joaquín ni siquiera lo escuchó, salió del hospital con la mente en blanco. El mundo parecía desvanecerse a su alrededor. Cada paso era pesado y doloroso.

No podía evitar sentir una sensación de pérdida, como si un pedazo de su identidad se hubiera desvanecido, y la rabia en contra de Salomé comenzó a crecer en su interior.

"¿Cómo pudo ser capaz de serme infiel? ¿Y engañarme de esa manera diciendo que me ama? ¡Es una maldit4!, pero voy a echarla de mi vida", pensó para sí mismo sin poder contener esa mezcla de rabia y tristeza que lo agobiaba.

Al llegar a casa, Joaquín se encontró con su madre, quien esperaba ansiosa para conocer los resultados.

Al ver la expresión en el rostro de Joaquín, su madre supo al instante que algo no iba bien.

—Joaquín, ¿qué sucede? ¿Qué dicen los resultados? —preguntó su madre con preocupación evidente en su voz.

Joaquín la miró, sus ojos llenos de tristeza y confusión.

Ella revisó los resultados y vio que se trataba de una prueba de ADN hecha a su hija y que había arrojado que Joaquín no era el padre, al verlo ella comenzó a negar enérgicamente con la cabeza sin poder creerlo.

—¡No! Esto no es cierto… debe haber un error, ¡Estos resultados están malos! —exclamó ella aterrorizada, mientras se levantaba de la cama y tocaba su brazo.

Salomé no esperó nunca, que él se girará y comenzara a golpearle el rostro con la mano abierta una y otra vez, sin piedad, dejándola aturdida y, rompiéndole la boca, ella se quedó en shock, sin saber cómo reaccionar ante su agresión, él jamás le había puesto una mano encima, tenían tres años de casados y durante ese tiempo habían vivido una prolongada luna de miel, felices, era un hombre considerado, amoroso, por eso verlo así, le producía sorpresa, temor.

El único problema que hasta ahora habían tenido, eran las constantes intromisiones de su suegra, pero el resto habían sido un matrimonio feliz, perfecto.

—Por favor Joaquín detente —dijo en tono suplicante, cuando ya pudo hablar, pero él estaba cegado de la rabia.

Ella sollozaba atribulada, sin entender esos resultados, pero en ese instante la niña se despertó y al ver la discusión comenzó a llorar.

—Papi, papi —dijo la niña llorando, levantando sus manitos hacia él, pero el hombre no le prestó atención, solo la miró con desprecio.

Salomé corrió hacia la pequeña para calmarla, pero Joaquín la detuvo por el brazo, y la hizo girar hacia él, la chica se encogió cuando vio esos ojos grises que por tanto tiempo la miraron con amor, ahora la miraban con odio.

—¡Quiero que agarres a tu maldit4 mocosa y te vayas de mi casa! —habló el hombre apretando los dientes con rabia.

En ese momento los truenos comenzaron a escucharse, y el viento comenzó a mover los vidrios de las ventanas, Salomé miró preocupada hacia afuera.

—No puedes echarme a esta hora, es tarde, está lloviendo, la niña puede enfermarse… debes calmarte y hablar, te juro por mi hija que nunca te he sido infiel —pronunció ella en un susurro y el hombre se burló.

—Eres la mujer más cínica que conozco… las pruebas hablan por sí solas... te vas de esta casa.

Y llevado por la rabia, agarró a la niña y se la lanzó a Salomé, después la tomó a ella por el brazo y prácticamente la llevó a rastras por las escaleras de la casa y la empujó haciéndola caer en el piso.

—¡Aquí no quiero verte más! Y ni pienses que vas a llevarte nada, aquí viniste como una zarrapastrosa y así te irás, espera la demanda de divorcio, porque no seguiré casado con una zorra como tú.

Salomé se quedó viéndolo, desconociendo al hombre que tenía frente a ella, y con el corazón destrozado del dolor.

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