Poco a poco fue bajando por el cuerpo de ella, besando cada parte de su piel, hasta que sus labios se posaron en la boca de Salomé, bebiendo de ella, impregnándose de su sabor. Su deseo se agitaba en su interior, queriéndose fusionar como si fueran uno solo, mientras su respiración se hacía más fuerte.
Le acarició y su lengua jugueteó con la de ella, se separó y comenzó a ascender por su cuello donde depositó besos que parecían chispas de fuego, la encendían hasta el más recóndito lugar de su interior, su respiración se aceleró, su cuerpo se acercó más a ella, deseando un contacto más compenetrado.
Los labios de Conrado, viajaron por cada centímetro de su piel, elevándola cada segundo más a una vertiginosa cima de placer a niveles insospechados. Él descendió por sus pechos, con la punta de la lengua delineó sus areolas, los saboreó, succionó, los lamió, hasta que sintió una descarga eléctrica en todo el cuerpo.
El hombre llenó su boca con ellos, deleitándose y brindándole el más intenso placer, los comía con pasión, solo con lamerlos parecía conectar su cuerpo con el de ella, se le hizo un sabor especial que le encantaba, lo enloquecía. Su lengua los disfrutó, su cuerpo sintió que se vitalizó con cada roce y caricia, era como si su cuerpo fuera la sustancia que necesitara para vivir con plenitud.
Sus manos recorrieron con adoración el cuerpo de Salomé, como un ferviente de voto de la divinidad de su cuerpo, ella se dejó arrastrar por esa vorágine de pasión desenfrenada.
Con delicadeza, él se abrió camino hacia ese recóndito lugar que le prometía una vez más el paraíso, poco a poco la fue llenando mientras suaves gemidos salían de sus labios, los cuales capturaba con su boca, cuando se hundió por completo en su estrecha y delicada cavidad.
Comenzaron a moverse a un ritmo que solo sus cuerpos conocían, a principio fue lento como una suave interpretación de Ballet, pero a medida que los segundos transcurrieron, sus movimientos se aceleraron, la pareja se fundió en una fuerte conexión, sintiendo cada sensación que recorría uno a uno sus sentidos, deslizando una y otra vez su acero en su interior, al igual que la pasión, la posesión y la presencia de su lujuria en ese rincón de su cuerpo.
Se transportaron a un mundo donde solo existían ellos dos, sus cuerpos se unieron motivados por un deseo ardiente, se besaron cada vez más apasionados, al mismo tiempo que las intensas emociones los catapultaba a un nivel de éxtasis jamás experimentado, y a pesar de haber hecho el amor muchas veces, esta vez era más especial, única, sintieron que algo profundo había surgido, era como si con ese encuentro entre ellos no solo fusionaran sus cuerpos, sino también sus almas y espíritus, era como si por fin dos partes de un todo se reencontraran y se unieran de nuevo.
Salomé se dejó llevar, sentía cómo una fuerza irresistible la empujaba hacia él, su respiración se volvió tan errática como el sonido de una campana, sus dedos acariciaron la piel de su estómago y de su abdomen hasta llegar a sus pectorales donde apretó, besó, acarició.
Luego se levantó y posó su boca en la de él, mientras Conrado movía sus manos a través de su cuerpo, como si ella fuera un instrumento musical y él estuviera interpretando una suave melodía
Se dejaron seducir por la pasión desenfrenada que los envolvió, bailando al compás de un ritmo sensual y prohibido. Sus gemidos se entrelazaron en una sinfonía de placer, mientras sus caricias desataban un intenso fuego en cada fibra de su ser. Un amor tan intenso que anhelaban eternizar en cada latido de sus corazones.
El hombre saboreó cada uno de los suspiros de Salomé, quería grabarlos en su memoria, porque eran únicos, su cuerpo se tensó, se perdió en ese instante tan intenso y maravilloso que le daba una sensación de flotar en el aire hasta que explotaron en un intenso orgasmo con un gemido gutural.
Aun con sus respiraciones agitadas, Conrado beso a Salomé devorando su boca con la suya.
—Te amo Conrado —pronunció ella con un suspiro.
—Yo también te amo mi amor.
—No quiero que nunca más vuelvas a irte de la habitación por muy irritado que estés conmigo, aunque me molesté por tu escándalo en la cena, en el fondo estaba consciente de que tenías un poco de razón, sin embargo, cuando vi que te ibas a otra habitación a dormir, eso realmente me enojó y solo quería hacer algo para que te preocuparas, por eso me fui —dijo con una expresión de tristeza.
—Lo sé y debo confesar que lo hice precisamente porque eso te iba a enojar, quería que pudieras sentirte cómo yo me sentía… me dio tanta molestia, te juro que lo siento, fue un acto impulsivo, no podía tolerar que terminaras sacándome de la subasta y que ese idiota de Graymond hubiese ganado para estar contigo —pronunció con amargura.
Ella se acomodó en su pecho y lo vio con una sonrisa.
—Me saliste bastante celoso, pese a ello no tienes nada que temer, ese señor no me inspira ningún sentimiento de romance, aunque si de curiosidad tiene algo que me i***a a conocerlo… vas a decir que estoy loca, pero me parece tan familiar.
—¿Y si él está enamorado de ti y en esa cena intenta besarte o secuestrarte o algo? —inquirió con preocupación.
—No lo permitiría, aunque estoy segura, que yo tampoco le intereso de esa forma, solo quiere conversar conmigo porque no acepté reunirme, que le recordaba a alguien, por eso quería que nos reuniéramos y me dijo que si querías podías acudir a la cena conmigo, así que si te sientes desconfiado podemos ir —pidió ella sin dejar de observarlo, mientras él se quedaba viéndola con una expresión de duda.
“¿Vas a ir? Eso dice lo inseguro o desconfiado que estás de ella, a lo mejor te dice que vayas, aunque por dentro está deseando que le des un voto de confianza, respóndele que no”.
«¿Por qué le voy a decir que no, si quiero decirle que si? Yo quiero ir», dijo discutiendo con su conciencia.
“Para que ella vea que confías y se sienta orgulloso del hombre seguro que eres”.
«Es que si quiero ir, cuando se trata de Salomé soy el hombre más inseguro del mundo, porque no quiero perderla, así que voy a decir que iré».
—¿Amor? ¿No me piensas responder? ¿Vas o no a la cena? —preguntó ella.
“Ese claro que va a decir que si, porque desconfía de ti, al parecer no se siente seguro de ti”, esta vez fue el turno de la conciencia de Salomé incordiarla.
«Claro que se siente seguro, él sabe que no tengo ojos, sino para él, es el hombre de mi vida y el hecho que acepte acompañarme solo significa que es protector».
“Te engañas tú misma, él es un celoso que no soporta estar cerca de ti para controlarte”.
—No voy amor, yo confío ciegamente en ti, sé la mujer que tienes, puedes ir a comer con ese tonto. Yo me iré a dar un paseo o hago planes con nuestras hijas —respondió con aparente tranquilidad.
“¡¿Qué?! ¿La dejaste y a comer sola con ese hombre? ¿Acaso te volviste loco?”, espetó su conciencia molesta.
«Bueno, ¿Sufres de bipolaridad? Te recuerdo que hace un momento me dijiste que le respondiera que no, que le diera un voto de confianza, que seguramente eso era lo que ella esperaba ¿Y ahora me cuestionas?»
Mientras se alimentaban, Conrado no podía evitar observar a su esposa, su belleza era inigualable, resplandecía aún más en ese momento, sus ojos brillantes y esa tonalidad sonrojada de su rostro y esa expresión de profundo amor activaban sus sentidos, le provocaba tirar todo en el piso y recostarla para hacerle el amor como nunca.
Ella, por su parte, no podía evitar que sus ojos brillaran con una mezcla de amor y satisfacción, su sonrisa reflejaba la felicidad que sentía al ver a Conrado disfrutando de su comida.
—Sabes amor, eres la mujer más increíble del mundo, eres perfecta, me encantan todas tus facetas, me gustaste así y no te cambiaría nada, me gusta que seas rebelde, que luches y defiendas con pasión lo que quieres y defiendas tus puntos de vista… me fascina tu dulzura, tu forma de gemir cuando te hago el amor, o cuando me recorres, me encantas que sea fuego… nunca me aburro contigo, siempre le das chispa a nuestra relación y eso no lo cambiaría jamás —pronunció con voz ronca.
Ella le sonrió, sintiéndose halagada por sus palabras.
—Gracias, Conrado. Yo siento lo mismo por ti, eres mi hogar, mi puerto seguro, contigo puedo ser yo misma, me siento libre, plena, mi amor por ti crece cada día tanto que pienso que no tendrá límite, te amo, quiero que siempre tengas en cuenta que eres lo más importante para mí.
Se dieron un suave beso y continuaron deleitándose con el rico sabor de la comida, entre risas y una amena conversación, el ambiente era cálido y lleno de complicidad, como si el tiempo se hubiera detenido solo para ellos dos.
Se besaron apasionadamente, dejando que sus cuerpos y emociones se fundieran en un solo ser. El tiempo se desvaneció a su alrededor mientras se entregaban el uno al otro, explorando cada rincón de su amor.
Siguieron el resto de día entre caricias, risas y susurros de amor. Cada encuentro entre ellos era un recordatorio de la profunda conexión que existían, una unión que trascendía lo físico y se adentraba en lo más profundo de sus almas.
El tiempo pasó pronto y llegó la hora de ella vestirse para acudir al compromiso con la cena de Graymond, se bañaron de nuevo juntos y él la vio prepararse.
No podía evitar que lo incomodara la idea de ella en esa cena, pero ya había dado su palabra, respiró profundo con resignación.
—Amor, me voy a buscar a nuestras pequeñas, esperaré ansioso tu llegada.
—Trataré que sea a la brevedad. Gracias por la noche maravillosa de ayer y el día espectacular de hoy —dijo ella besándolo con suavidad.
Conrado salió a buscar a sus hijas, decidido a dejarla ir a no intervenir, a demostrarle que podía portarse con madurez, se subió al auto sin dejar de ver a la casa.
—Diablo ¿Cómo cuesta? ¿Quién me mandó a rechazar la invitación? —se dijo en voz alta.
“Pero ¿Qué tal si induces a las niñas a que quieran ir al Hotel Plaza? ¿Eso no es intervenir directamente o sí?”, dijo su conciencia, y él concluía que tenía razón, sin embargo, mientras conducía a buscar a sus hijas, trataba de eludir el plan que resaltaba en sus pensamientos, pero con esas letras grandes y con luces de neón, quizás no pudiera evitarlo, podía hacerlo de manera cautelosa y así no sería descubierto.
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