Los días fueron pasando y las cosas fueron volviendo a su lugar, Dino comenzó a visitar diariamente a Julia, quien había terminado alquilando un apartamento de dos habitaciones.
La primera vez que la visitó le abrió la puerta Adri, quien de inmediato frunció el ceño cuando vio a Dino.
—¿Qué está haciendo usted aquí? —interrogó seria.
—Vine a visitar a tu madre ¿Me puedes permitir pasar? —preguntó temiendo la negativa de la pequeña.
—¿Por qué la quiere visitar? —insistió la pequeña.
—Porque somos amigos —respondió un tanto nervioso.
—¿Estás enamorado de ella? —preguntó de manera frontal y él abrió los ojos de par en par, pero por un momento la pregunta de la niña lo dejó sorprendido y ella lo malinterpretó—, si no está enamorado de ella, no le voy a permitir que se acerque para que le haga daño.
De inmediato Dino le aclaró.
—Si estoy enamorada de ella, y quiero hacer todo lo posible porque me acepte en su vida, y tú también, porque eres muy importante para tu madre —respondió con sinceridad.
Adri lo miró fijamente por unos segundos, como si estuviera evaluando su respuesta, como si estuviera tratando de leer en sus ojos si decía la verdad. Después de un momento de silencio, ella se apartó de la puerta y lo dejó pasar, sin decir una palabra más.
Dino suspiró aliviado y entró en el apartamento, encontrando a Julia parada en el balcón, mirando por la ventana con una expresión triste en el rostro.
—Hola, Julia —saludó él con voz suave.
Ella se sobresaltó al escuchar su voz y giró la cabeza para mirarlo. Una sonrisa de alegría se dibujó en su rostro al verlo allí.
—Hola, Dino. ¡Viniste! —tenía ganas de salir corriendo hacia él y abrazarlo, pero vio que su hija la miraba y se cohibió.
—Sí, vine porque estaba deseoso de verte, estar contigo. ¿Cómo te sientes hoy?
—Me siento bien, ¿Quieres un café? —preguntó mientras movía sus manos de manera nerviosa —sin esperar respuesta continúo hablando—, podemos ir a la cocina a prepararlo.
—Me parece buena idea —respondió Dino, dejando salir el aire que no sabía que había estado conteniendo.
—Yo, voy a mi habitación a ver caricaturas —dijo la niña dejándolos solos.
Julia estaba demasiado nerviosa, sintió su corazón como si estuviera galopando en su pecho, salió corriendo hacia la cocina seguida de Dino, cuando llegaron a la entrada él la alcanzó y la atrapó entre sus brazos.
Julia se sintió sorprendida, pero a la vez emocionada al sentir los brazos fuertes de Dino rodeándola, lo abrazó con fuerza y se dejó llevar por el momento, sintiendo su cuerpo caliente y fuerte contra el suyo, su corazón comenzó a latir más rápido.
Pero pronto se relajó, dejando escapar un suspiro mientras apoyaba su cabeza en el hombro de Dino.
—Te extrañé —le susurró el hombre al oído.
—Yo también te extrañé —respondió ella, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos.
Dino la separó un poco para mirarla a los ojos y secar sus lágrimas con suavidad, acariciando su mejilla con el pulgar.
—Te amo, Julia. Siempre lo he hecho y siempre lo haré —declaró con voz sincera y sentida.
Julia se sintió abrumada por la emoción y la intensidad de las palabras de Dino, y un largo sollozo salió de su garganta.
—Lo siento, no sé qué me pasa… normalmente no soy así, pero es que mi vida dio un cambio tan grande, en este tiempo surgieron tantas cosas, enterarme de la verdadera cara de mi ex, tratar de lidiar con mi hija para que entendiera, pero sin envenenar su corazón en contra de su padre… nada de eso ha sido fácil para mí… siento mucho tener que abrumarte con todo esto —murmuró Julia, sintiendo las lágrimas en sus ojos.
—Shh, no tienes que disculparte —Dino le acarició la espalda con suavidad—. Entiendo que todo esto sea difícil para ti, pero sabes que estoy a tu lado, nunca te dejaré y pienso que no volveremos a alejarnos porque creo que es un avance que Adri me abriera la puerta ¿No lo crees?
—¿Y si te dijera que no tienes que esperar otra oportunidad? Que podemos estar juntos, aquí y ahora —habló con voz ronca, acariciando con su pulgar el labio inferior de Julia—. No puedo evitar quererte, Julia. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida —dijo Dino mientras la besaba en su cuello, subiendo por su mandíbula hasta llegar a sus labios de nuevo.
Julia correspondió al beso, sus manos acariciando su espalda, bajando a su trasero, apretándolo con fuerza. Dino gimió ante su tacto, deseando más de su cuerpo.
La pasión entre ellos se volvía cada vez más intensa, sus cuerpos entrelazándose en una mezcla de deseo y pasión.
Julia lo miró a los ojos, sabía que no podía resistirse a él, que lo quería cerca de ella, dentro de ella.
Sin decir una palabra, tomó su mano y lo llevó a su habitación, cerrando la puerta detrás de ellos. Dino la tomó en sus brazos y la llevó a la cama, donde empezaron a dar rienda al deseo que lo consumía.
Julia deslizó sus dedos por el torso de su amado, con una mirada suplicante. Dino la miró, tenía un deseo ardiente en sus ojos, una pasión que ella entendió. Era el deseo de un hombre que ama. Desesperados, se quitaron sus ropas y comenzaron el lento juego de seducción.
Julia se quedó sin aliento cuando Dino se deslizó entre sus piernas y comenzó a acariciarla con suavidad, con habilidad. Ella lo quería dentro, quería sentirlo, estar completa en sus brazos. Quería que sus manos la señalaran y la hicieran suya.
Dino la miró y comprendió lo que ella quería, así que sin más preámbulos, entró dentro de ella, embriagándose con su calor y suavidad. Julia gimió suavemente, acogiéndolo, mientras sus manos se entrelazaban.
Los dos comenzaron a mover sus caderas en un ritmo antiguo, pero a la vez tan nuevo para ambos. Los gemidos y suspiros los acercaron aún más, sus cuerpos fundidos en una melodía perfecta.
Cada movimiento era más intenso, la pasión alcanzaba a niveles inigualables, ambos se sentían envueltos en una sensación de éxtasis.
Los dos se entregaron a ese deseo sin límites, capaz de enloquecerlos. Bailaron la danza del amor, sus cuerpos en perfecta armonía. Julia se sintió flotar entre el cielo y la tierra, sus almas fundieron en un solo ser.
Cuando finalmente llegaron al clímax, Julia se sintió devastada por la intensidad de sus emociones. Estaban completos, como si hubieran alcanzado la meta de siempre. Se quedaron abrazados por un momento, descansando en los brazos el uno del otro, sabiendo que su amor sería para siempre.
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