El Invitado de La Boda romance Capítulo 42

Nunca me sentí tan observado como el día de hoy, es como si todos en la oficina estuvieran intentando indagar acerca de lo que sucede entre Alai y yo. No los culpo, lo ocurrido con Fernando y las veces que nos vieron a ella y a mí en mi oficina puede despertar las sospechas de cualquiera, pero tampoco creo que sea un pecado mortal lo que ocurre entre los dos.

Soy consciente de que para los ojos del mundo es incorrecto que me haya involucrado con una mujer casada, también sé que a quien más juzgan es a ella y no a mí, pero ¿Cuál es la diferencia entre lo que ella y yo hicimos a lo que Fernando le hizo? ¿Por qué es a ella y a mí a quienes juzgan y no a él? Termino de sacar las copias que necesito y me dispongo a ir hacia mi oficina cuando de repente escucho a Katherine y Marcos cuchichiando en el pasillo.

—¿Quién crees que fue infiel primero? — cuestiona Marcos.

—Yo creo que ella… es por eso que Fernando hizo lo que hizo, se estaba vengando. — escucho que responde Katherine y esto es inaudito, ¿de verdad una mujer está justificando la infidelidad de Fernando? «¿Dónde queda aquello de la solidaridad de género y eso?»

Cuanto más veo lo que ocurre en nuestro entorno, más me convenzo de llevarla a Nueva York por algunos días, realmente no quiero verla atormentada mientras escucha los murmullos de todos. Camino por al lado de Marcos y Katherine y me contengo para no decirles algo, pero no porque no quiera, sino porque no deseo que todo este escándalo se haga más grande. Al regresar a mi oficina, me decido por llamar a Samatha y Julián.

El teléfono no suena más de tres veces cuando mi madre por elección me responde —Martin, que alegría que me llames. — me dice apenas responde y sonrió.

—Hola Sam, discúlpame, sé que los tuve olvidados, pero desde que llegué aquí todo se ha vuelto una locura. — me excuso un poco avergonzado.

La verdad es que me da un poco de vergüenza el no haberlos llamado en estos meses, ellos siempre estuvieron para mí y en cambio yo… es que soy un desastre.

—Hijo, no te preocupes, ¿sí? Es comprensible, tuviste que adaptarte a tu nueva vida, a tu trabajo y todo eso. — me dice y como siempre ella tan comprensible conmigo.

—Si, además… es que me enamore. — confieso finalmente y escuchar su risa del otro lado me contagia.

—¡Al fin! — exclama extremadamente feliz.

—Al fin…— repito sonriente.

—¿Y cómo es? ¿Cómo se llama? ¿Cómo se conocieron? — indaga haciéndome reír.

—¿No quieres conocerla mejor y te contamos toda la historia? — propongo.

—¡¿Vendrás a vernos?! — cuestiona emocionada.

—Quisiera presentárselas, ustedes son como mis padres. — le dejo saber.

—Y tu como el hijo que nunca tuvimos…— me dice y sé que para ellos yo soy muy importante al igual que lo son para mí. Sin ellos, mi vida en Nueva York hubiera sido muchísimo más difícil y ni hablar de la inmediata conexión que hicimos al conocernos, ellos me adoptaron como su hijo y yo como los padres que perdí en aquel accidente de auto.

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