El Invitado de La Boda romance Capítulo 64

(Horas después)

El paraíso para mí no es este magnífico paisaje frente a nosotros compuesto por palmeras, playas increíbles y un hotel del lujo. Mi interpretación del paraíso es verla a ella sonriendo mientras que sale al balcón de nuestra habitación con esa enorme sonrisa tatuada en su rostro. Disfruto de cada detalle suyo como si fuera el único que veré en mi vida y es que, en realidad, todo esto sigue pareciéndome un milagro —¡amor, ven aquí! — la escucho decirme mientras muevo nuestras maletas a un costado de la habitación.

Rápidamente dejo mi celular sobre la cama y salgo al balcón junto a ella. Sus manos están aferradas al barandal de hierro y su cabello se mueve con la brisa que llega desde el mar haciendo que la imagen sea sumamente hermosa —te ves increíble— le halago y me pongo de pie detrás suyo para rodearla con mis brazos.

—Es mágico, ¿no crees? — me pregunta echando su cabeza un poco hacia atrás para apoyarla sobre mi hombro.

—El paisaje es divino, pero tú lo eres mucho más— digo y ella sonríe.

—Poeta y todo… es que contigo me gane la lotería— bromea.

—Déjame ser un poco cursi, me lo merezco, ¿no crees? — me defiendo.

Beso su cabello mientras que ella acaricia mis manos con las suyas —puedes ser todo lo que tú quieras, te lo has ganado a pulso— dice finalmente y se queda callada por un instante.

—¿Por qué lo dices? ¿Cómo es eso que me lo he ganado a pulso? — indago con gran interés.

—Nunca te diste por vencido con nosotros dos, no te acobardaste a pesar de que me case y te arriesgaste aun sabiendo que podría haber decidido no divorciarme para estar contigo— explica.

—No había manera que tú y yo no termináramos juntos, y eso lo sabes muy bien…— me defiendo y reímos juntos porque somos conscientes de que no había otra opción para nosotros dos —pero dime, ¿Qué quieres hacer ahora? ¿vamos a la playa o prefieres descansar un poco? — propongo y sonríe.

—Playa… muero por entrar al agua, se ve deliciosa— responde sin dudarlo y como consecuencia, beso su cuello.

—Vamos a alistarnos entonces— propongo y la suelto, pero solo para tomarla de la mano y hacer que entremos a la habitación.

[…]

Una vez que encontramos un sitio para los dos en medio de este paraíso, acomodamos nuestras cosas y ella de inmediato se quita ese vestido de playa color blanco revelando así su escultural figura que resalta con ese traje de baño color azul marino. Me quedo como todo un tonto mirándola desde aquí abajo acostado sobre esta toalla y al darse cuenta de esto, ella coloca sus manos sobre su cintura —¿me miraras así siempre? — me pregunta sonriente y asiento.

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