El padre de mi amiga romance Capítulo 31

Narra Luciana.

Me desperté  sobresaltada de una pesadilla demasiado real. Me sacudí las horribles imágenes de mí pesadilla y me senté, pero rápidamente me di cuenta de que ya estaba  sentada. No estaba en la cama. Un dolor punzante  irradió dentro de mí cabeza y tiré de mis brazos, pero estaban inmovilizados detrás de mí.

—Oh Dios. ¿Dónde estoy? ¿Cómo llegué aquí?—dije mi mente estaba tan confundida, parecía  que no podía concentrarme. Todo me dolía, el pánico se apoderó de mí cuando me di cuenta de que estaba atada a una silla. Volví a tirar de mis brazos y un dolor severo subió por mí espalda. La tela se apretó alrededor de mis ojos, no podía ver nada. Intenté escuchar los sonidos, pero era inquietantemente silencioso. No sabía si gritar pidiendo ayuda o quedarme en silencio. Luche contra la neblina por cualquier recuerdo. Destellos de gritos, forcejeos. El dolor. La sangre se instalaron en ese momento cuando comencé a recordar lo que pasó en la casa:

—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Qué diablos está pasando? ¡Bájame!—grite no terminé la oración. Él me atacó, sus brazos se envolvieron alrededor de mí cintura, tratando de sujetarme. Luche contra él con fuerza, pero mis pies abandonaron el suelo. Comencé a gritar, pero su gran mano cubrió mí boca. Luché echando la cabeza hacia atrás, él me dejó caer y caí al suelo aterrizando mal en mí tobillo. Gemí mientras el dolor subía por mí pierna. El miedo me consumió, intenté arrastrarme y ponerme de pie, pero me agarró un mechón de pelo—.¿A dónde diablos crees que vas, pequeña ?—me dijo, le rasqué los brazos luchando contra su fuerte agarre. No tuve  más remedio que ponerme de pie, a menos que quisiera que me arrancara más pelo. Luego grité y  me balancee hacia él, y mis uñas se hundieron profundamente, dejando un largo rasguño en su rostro—.¡Perra!—exclamó, me lanzó hacia adelante. Mí tobillo lesionado se soltó, tropecé  y caí en la mesita de noche. Mí cabeza hizo contacto con la esquina de la madera. Me llevé los dedos a la cabeza, ya estaba hinchada,  cuando me aparte, mis dedos estaban cubiertos de sangre. Intente ponerme de pie, pero la habitación daba vueltas. Puse mí mano sobre el colchón para estabilizarme, dejando una huella roja. Dos manos detrás de mí empujaron mí espalda,  me resbalé, aterrizando en el suelo. Grité de dolor, pero me obligó a darme la vuelta y evitar sus manos mientras me alcanzaban. Trate de mantener la mayor parte de mí peso en un pie y  salte a la cama, saltando para arrastrarme sobre ella. Pero él  se las arregló para agarrarme el tobillo, pero lo  patio con el otro pie hacia atrás y lo golpeé en la cara—¡Mierda! Vas a pagar por eso —dijo, luego se  lanzó sobre la cama. Pero en ese momento tuve tiempo de agarrar la lámpara de la mesa de noche y tiré de ella con fuerza, arrancándolo del enchufe. Lo golpeé sobre su cabeza y miré con horror como el impacto le abrió la cabeza, dejando un corte enorme. Se cayo de la cama y se golpeó contra el suelo como una bolsa de ladrillos. Escuché un ruido y me alejé de él, pero solo  di un paso adelante cuando me tacleó por detrás. Él estaba sobre mí, llevándome al suelo. Esta vez, su peso y fuerza superaron al mío. Grité de nuevo, pero él puso su mano sobre mí boca. Puse mis dientes alrededor de su piel y mordí. Él gruñó, pero me dio un golpe en la cara, perdí la concentración, solo pude ver levemente como tomó una jeringa de su bolsillo para inyectarme el contenido. 

—Papá ¿Por qué haces esto?—pude murmurar, luego perdí el conocimiento.

**

Ahora que estaba despierta, intenté quitarme la venda de los ojos con el hombro, pero no tuve suerte.

—Bueno, mira quién finalmente está despierta—escuché una voz de una mujer, está me quitó la  venda. Miré a mi alrededor, tratando de averiguar dónde estaba, pero el dolor y el mareo lo impidieron. Estaba oscuro, por lo que era difícil  ver, pero parecía que estábamos en el bosque, ya que por una pequeña ventana se veía árboles afuera. Tiré de mis brazos, pero las ataduras estaban tan apretadas que me raspé la piel.

—¿Tu quien eres?—pregunte.

Ella solo se rio, dejándome con un sentimiento de inquietud. Intente no mostrar mí miedo, pero era imposible. No la conocía, no tenía idea de qué había planeado para mí. Ella me comenzó a contar sobre que ella y el Abel tuvieron un amorío hace varios años, eso me me lo esperaba.

—Cuando regresé a esta ciudad lo fui a buscar, me enteré sobre ti y lo quise reconquistar, pero el muy ingrato me rechazo y ahora tu pagarás por su rechazo hacia mí ¿Qué mejor manera que quitarle lo que mas ama?—preguntó con una sonrisa de loca enferma, su manera de hablar y su comportamiento reflejaba locura.

—Cuando Abel  descubra que me secuestraste, vendrá por ti y te destruirá—le dije.

—Oh cariño. Estas completamente equivocada—respondió como si lo que dije fuera un chiste—. Al contrario él y yo finalmente seremos felices, me agradecerá por haberme desechó de ti, porque ese es mí plan eliminarte de este mundo—agregó con una sonrisa malvada—. Él y yo lo pasábamos muy bien. Es un hombre travieso, muy sexual y  dominador. Tengo que admitir que definitivamente pensé que le gustaban mujeres de su edad y no niñas andrajosas—añadió  sonriendo, luciendo como si estuviera perdida en sus pensamientos. Luego se dio la vuelta y saltó hacia la oscuridad.

Ella había perdido la cabeza por completo. Miré a mí alrededor, tratando de encontrar una forma de escapar. Las ataduras alrededor de mis muñecas estaban demasiado apretadas. Mierda. Estoy jodida. No sabía  cuánto tiempo había pasado ni cuánto tiempo había estado aquí. Afuera estaba oscuro, lo que me indicaba que han pasado muchas horas y eso me preocupaba. He estado desaparecida durante algún tiempo y nadie me ha encontrado. Amanda, como me dijo ella que se llamaba encendió la chimenea, eso ayudo a que el lugar tuviera algo de luz, fue ahí que la pude ver bien. Era una mujer muy hermosa, lástima que estaba loca, luego  regresó con un teléfono en la mano. Era mí celular. Revisó algo y luego lo escondió en el bolsillo de sus jeans.

—No ganarás al final. Él nunca te  querrá —le dije por impulso.

Me di cuenta que fue una mala idea provocarla cuando ella se acercó y me tomó del cabello con fuerza.

—¡Siempre obtengo lo que quiero. Esto no será diferente. Eres tú quien perderá aquí—gritó. Luego una sombra apareció cuando la puerta se abrió—.¿Dónde has estado? —le preguntó ella.

—Tuve que parar en un centro de urgencias. Esta ingrata me  rompió la nariz. Sin mencionar los cuatro puntos que tuve que ponerme en la cabeza —respondió mí padre.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El padre de mi amiga