El padre de mi amiga romance Capítulo 33

Narra Luciana.

La vida es corta, ese dicho  encajaba bastante bien en ese momento. Había planificado mis sueños y metas, pero no pensé jamás agregar a la lista ser  secuestrada por dos lunáticos. No estaba  segura de qué hora era. Todavía estaba oscuro. 

Amanda dejó a un lado el tronco. Su respiración era agitada. Luego salió del lugar.

—¿Papá?—susurre, pero nada—.¡Papá!—grite, pero él no se movió. La idea de una persona muerta a pocos centímetros de mí no era nada agradable. A pesar que no fue nunca un buen padre, él era un ser humano, y aunque le había ayudado a Amanda hacer todo esto, no podía odiarlo por completo, al contrario sentía lástima por él. Comencé en ese instante a tener problemas para respirar. Estaba entrando en pánico. Abrí la boca para  gritar un maldito asesinato, pero Amanda  reapareció de nuevo.

Tenía hambre, estaba débil. Mí habilidad para correr había disminuido terriblemente, ya que apenas podía sentir mí trasero por estar atrapada en esta silla por tanto tiempo. Por no hablar de mí horrible dolor de cabeza— .¿No crees que estás llevando esto demasiado lejos? Debes aceptar que Abel simplemente no te quiere—agregue.

Ella se enfureció, se acercó a mí  y me abofeteó.

—Él nunca sería feliz con alguien como tú, eres una mocosa malcriada. Mientras yo  puedo cumplir con todo lo que él desee—me dijo con odio en su mirada.

Definitivamente estaba loca,  luego sonrió levemente.

—Entonces, qué dices si me dejas ir? Simplemente desapareceré y ustedes dos podrán vivir felices para siempre—la quise convencer, sonreí como si fuéramos dos mejores amigas que acababan de hacer un lindo pacto.

Ella sonrió frenéticamente.

—Me encantaría, pero tu cara fea está por todas las noticias. Al parecer eres importante para él—dijo amargamente.

Luego comenzó a caminar. Cogió  su bolso y, cuando se apartó vi que sostuvo un cuchillo.

—¿Qué planeas hacer con eso?—pregunte  sintiéndome jodidamente nerviosa.

—Necesito deshacerme de ti, de una manera que no encuentren ADN mío. Necesito pensar—dijo pensando en voz alta caminando lentamente de un lado a otro.

Volví a entrar en pánico. Necesitaba salir de esto. Fui una Girl Scout durante un verano, pero Ericka y yo estábamos concentradas en conocer chicos y no pusimos atención  en las habilidades de supervivencia o  cómo encender un maldito fuego o simplemente  qué bayas no comer.

Entonces en ese momento una idea me  golpeó.

—Oye, Amanda. Tengo una idea—le dije, ella volteó a verme —. ¿Qué tal si usamos esa cuerda y me  ahorcas?—le dije señalándosela con la mirada—. Así evitas un baño de  sangre que te pueda involucrar. Así yo estaré muerta, tú vivirás feliz para siempre con Abel—comente, eso fue  lo más morboso que había sugerido en mi vida y lo más escalofriante, ya que los ojos de Amanda se iluminaron como un árbol de Navidad.

—¡Oh, es una idea fantástica!—respondió.

—Entonces, qué tal si yo te ayudo y tú me ayudas?—le dije.

Ella sonrió.

—¿Y cómo te ayudaría?—preguntó.

—Bueno, es posible que necesites ayuda para hacer una soga. Fui la mejor  Girl Scouts del campamento. Si agarras esa cuerda de allí, puedo ayudarte, pero tendrías que desatar mis manos para hacerlo—mencione, ella me miró fijamente, este podría ser el momento en que mi vida pudiera continuar, o no sabía si  ella veía a través de mis mentiras y simplemente me apuñalaría. Se tardó unos segundos en responder.

—Bien—contestó.

Le mencioné que adentro no podíamos hacer el propósito, le sugerí que fuéramos afuera en el bosque ya que habían muchos árboles dónde  me podría ahorcar. Ella acepto. Caminó detrás de mí y comenzó a cortar la cuerda alrededor de mis muñecas. Hice una mueca de dolor un par de veces cuando ella me golpeó. Una vez que sentí que mis manos estaban libres, me las toqué. El dolor de estar atrapada en esa posición durante tanto tiempo era peor que otro dolor. Mis músculos se contraían y la sensación de hormigueo me provocó una oleada de náuseas.

—Será mejor que no te enfermes—me dijo.

—No lo haré. Solo me levantaré y agarraré esa cuerda—agregué, pero sentí un pinchazo en la espalda— ¡Ay!—grite.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El padre de mi amiga