El padre de mi amiga romance Capítulo 30

Narra Abel.

Vi sangre. Escanee el lado de la cama, encontrándome con más sangre, la lámpara estaba rota. Me temblaban  las manos mientras tomaba mí celular para  llamar al 911.

—Dios, ¿a qué la he arrastrado?—dije mentalmente sintiéndome culpable.

—¿Tiene idea de lo que pasó?

—Te lo acabo de decir, no tengo idea de lo que pasó. La dejé durante veinte minutos como máximo, y cuando volví, ella se había ido. ¡Deja de perder tu maldito tiempo conmigo y haz tu trabajo! —le grite al policía novato que intentaba compensar en exceso su ineptitud. La policía apareció antes que el oficial Smith llegará. Me estuvieron interrogando por varios minutos como si hubiera lastimado y secuestrado a mí propia novia. Mí frustración estaba en su punto más alto.

—Señor Brown, ¿conoce a alguien que quisiera lastimar a la señorita Peralta?

—Como dije, no  tengo idea—respondí, no se me ocurría alguna persona que me quisiera hacerle daño—. ¿Dónde diablos está el Oficial Smith?— pregunté—. Escucha, haz tu maldito trabajo y deja de concentrarte en mí— gruñí, mirando mí celular en busca de actualizaciones de Fabiola. Le envié un mensaje de texto diciéndole que no dejara que Alexis se fuera del club, no quería pensar que él estuviera involucrado en todo esto, pero  fue una gran casualidad que me mandó a llamar justo  antes del secuestro.

—Señor, no creo que haya explicado claramente por qué estaba la  joven aquí en su casa. Parece estar un poco fuera de su edad —comentó de una manera que me enfureció.

En ese momento, salte sobre él,  mis manos se aferraron a su cuello.

—Mide tus malditas palabras—dije.

—¡Abel!—gritó Smith. Él llegó y se colocó  detrás de mí para que liberará al novato. Lo hice a regañadientes, ¿Cómo se atrevía este idiota a cuestionar mí relación con ella? Debería estar preocupado por quién se la llevó—. Abel, déjalo ir. Con esto no vas a ayudar a nadie —agregó Smith

Lo liberé de mí agarre asesino y lo empujé lejos. Mí corazón se aceleró y mis manos temblaron incontrolablemente. Ha pasado más de una hora, solo pensé en  las cosas que ella estaría  soportando en estos momentos y yo estaba aquí sin hacer  nada por ayudarla. Luego me volví hacia Smith.

—La sacaron de esta habitación. Ha pasado más de una hora. Deben dejar de mirarme y empezar a señalar a los verdaderos sospechosos—dije  mí voz se quebró al final.

El dolor en mí pecho explotó. Necesitaba llegar al club. En ese momento se me vino a la mente las palabras de Amanda cuando la eché del club, no estaba seguro si hubiera sido capaz de hacer todo esto, pero no tenía otra opción. Necesita hacer algo. Arrastré a Smith lejos de sus secuaces y le di los nombres de quienes sospechaba. Luego Salí corriendo de la casa, le  envié un mensaje de texto a Fabiola diciéndole que estaba en camino. La imagen de la  sonrisa de Luciana y el sonido de su risa se instalaron una y otra vez en mí cabeza mientras rompía todas y cada una de las infracciones de tránsito. Una vez que llegue,  dejé el coche estacionado y salí hacía el interior del club, por la hora no  habían clientes solo el personal administrativo.

—Por aquí, jefe—escuche la voz de Fabiola.

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