Salvatore D’Angelo
Habla por el móvil con mi hija, quien estaba en una muestra en uno de los viñedos vecinos, habían pasado un par de meses desde que acordamos contratar a alguien más para que me ayudara en la empresa, la llegada de Santino me había caído como anillo al dedo.
Por otro lado, Máximo nos había hecho saber que en unos días seguiría su voluntariado en Roma por unos meses y luego volvería de a poco, Sonia últimamente andaba buscando información sobre su familia. Días atrás nos enteramos de la muerte de una de sus sobrinas, y su ánimo decayó considerablemente.
Ella nos ha apoyado en muchas ocasiones, especialmente a mí, por lo que decidimos viajar junto a ella a donde sus familiares y saber que había pasado. Santino preparó el viaje mientras que Bella se quedaría a ocuparse de los asuntos que tengan que ver con los viñedos.
Para mi tranquilidad hace un mes corto con su prometido, la llegada de Santino destapó algunas actitudes de su parte que a mi hija le molestaron, poco a poco se fue dando cuenta sola de lo equivocada que estaba en cuanto a él, al extremo de pedirme que le ayudara a terminar su relación, en un principio no quise meterme, ya que era su relación y hasta el momento no lo había hecho, pero cuando el hombre comenzó a decirle cosas indebidas me faltaron las manos para golpearlo.
De mí podrán decir muchas cosas, que en su momento algunas fueron verdad, pero a mis hijos jamás, ellos han sido intachables hasta el día de hoy, solo hay un episodio en nuestras vidas que nos marcó y siempre hemos querido olvidar, pero la lejanía de Máximo no nos lo permite del todo.
Mi móvil vibra nuevamente, y esta vez es de seguridad, allí unas imágenes de los padres de mi difunta nuera se ven entrando en la propiedad, justo en estos momentos en los que iba de salida, dispongo de poco tiempo y es algo que dejo en claro inmediatamente cuando los recibo, aún recuerdo como culparon a mi hijo del accidente, lo trataron de lo peor, e incluso trataron de jugar con su mente para que les entregara dinero.
- Salvatore – dice con una sonrisa ladina ese hombre, me estira la mano y se la devuelvo por gentileza - esperábamos que tu recibimiento fuese más cordial – su fingida sonrisa, amenaza con sacarme de quicio.
- Guido – respondí gentilmente – Antonia – dije con asco en mi tono, esa mujer bien sabía que no era santa de mi devoción, pero la doble moral los mantenía unidos y con la capacidad de presentarse frente a mí en estos momentos – porque mejor no vamos directo al grano – dije mientras me movía atrás de mi escritorio - ¿a qué debo su visita? – Termine por preguntar.
Lo siguiente que escuché de su parte fue una petición, ellos venían a pedir descaradamente un préstamo para hacer subir su negocio nuevamente, la excusa de la petición era que su hija había trabajado duro por su empresa y ahora se estaba viniendo abajo, me lamenté internamente por la suerte que correría mi hijo en esta familia, no sabía si pecaba de ingenuo, no sabía cómo Pía podía haberlo manipulado tanto.
Respire hondo, guarde todo tipo de sentimiento hacia esa mujer y luego mire a sus padres, dos sin vergüenzas, desvergonzados de lo peor, a los que no se les movía un pelo para pedir cosas que no son de ellos, como una supuesta manutención que les debemos por su hija, es que acaso se la vendieron a Máximo, niego con la cabeza tratando de disolver esos pensamientos en mi mente.
– Les pido por favor – dije calmadamente – que se larguen de mi casa, que se olviden de nuestro parentesco – uno de los hombres de seguridad se presentó en el momento justo – aún no sé en qué estuvo mi hijo para desposar a su hija, ¿saben quién era su hija? – Pregunta retórica – era regalada, lo sé, ¿saben por qué? – Los dos se quedaron en silencio, ellos sabían que su hija era una manipuladora.
– No hables así de Pía – por primera vez durante la visita Antonia se dirigía a mí – ella pudo ser lo que fuera, pero aun así caíste entre sus piernas – dijo con suficiencia, por suerte no me pilló de sorpresa, ya desde hace tiempo sabía que ella les decía a sus padres sobre sus escaladas – si no quieres que tu hijo se entere de su aventura – cruzó las piernas en ese momento y juntó las manos en un gesto de elegancia que llegó a asquearme – cállanos.
Luego de eso, medité por unos minutos, dejé salir el aire de mis pulmones y me negué, no dejaré que durante este tiempo estas personas estén extorsionándome, ellos no tenían el derecho ni la moral de decir algo, pedí que se retiraran de mi casa, cuando comenzaron a insultarme pedí que los sacaran, seguridad no tuvo reparo en lanzarlos a la entrada y pedirles que no volvieran a presentarse.
Suspiré algo más relajado, puse mi mano sobre mi frente, para luego sostenerme el puente de la nariz, cuando levanté la mirada vi a Santino de pie en la puerta, traía algunos documentos, le regalé una sonrisa y este se acercó, por unos minutos revisamos los documentos, pero pronto tuvimos que emprender camino al aeropuerto, a cada minuto notaba a mi amiga más nerviosa.
Sonia nos contó que no veía a sus hermanas hace más de 20 años, la última vez que vio a sus sobrinas se le fueron arrebatadas por su hermana, ya que ella se casó con un hombre que adoraba a las niñas, pero que para ella no era nada confiable, fuera de que tenía un interés mal sano por la menor de ellas.
A medida que el viaje avanzaba, mi mente se mantenía ocupada, iba de un lado a otro, dejé salir un suspiro y de pronto mi hijo estaba sentado frente a mí, su mirada curiosa me causó cierta gracia, comencé a reír de la nada y luego le pregunté qué sucedía, si el silencio me logró colocar nervioso, por lo que volví a preguntar, pero esta vez de una forma seria.
– ¿Qué sucede? – Santino me observó serio y se acomodó un poco en su asiento antes de hablar.
– Escuche lo que dijeron los Berlusconi, ellos querían extorsionarte, pero … - suspiro y paso la mano por su cabello – ¿qué pasará si de verdad van a contarle a Máximo? – Dijo, y yo me di cuenta de que esto ya no era un secreto - ¿Cómo pudiste meterte con Pía? – Me reclamo.
– Las cosas no fueron así – sentenció Sonia, quien se acercó a nosotros y se colocó a un lado de Santino – no puedo negarte que ambos fueron los culpables, pero fue ella quien buscó a tu padre, lo busco hasta que cayó, aunque recuerdo las veces que la encontré espiando a tu padre mientras estaba en su habitación, mientras tenía una cita, mientras se acostaba con otras mujeres – sonrió por lo bajo – Pía, la humilde y sencilla Pía, no era ni la mitad de lo que aparentaba – ella hizo una pausa para pedirle un trago a una de las azafatas – yo la conocí, no hablo de la ignorancia, fui testigo de los ruegos que le dio a tu padre, de lo arrastrada que podía ser, ellos se conocieron mucho antes de que tu hermano entrara en esta ecuación, pero todo terminó mal – vi a Santino asentir.
– Es por eso por lo que se negaban a su matrimonio – susurró como pensando - ¿alguna vez le dijiste esto a Máximo? ¿Le dijeron? – Los dos junto a Sonia asentimos – no entiendo como Máximo pudo ser tan ciego.
– No paso por eso – dije luego de un momento de silencio – ella sabía jugar su papel, y tampoco había sido un santo, después de la muerte de su madre me destapé y también me hago cargo de parte de la culpa – suspire y calle, ya que la azafata había llegado con nuestras copas.
Fueron dos horas de sinceridad absoluta entre mi hijo, mi amiga y yo, al llegar a Venecia, lo primero que hizo Sonia fue tratar de contactar a su hermana, ella no le respondía desde hace unos días, por eso la preocupación en un carro nos dirigimos hasta la dirección que ella tenía.
Al dar con la casa no pude evitar observar lo lúgubre que se veía el lugar, la casa estaba casi en ruinas, la zona no era la mejor, y para peor nos dimos cuenta de que había mucho vago durmiendo allí, al tocar nadie abrió, pero de todos modos ella la empujó, llevándose la sorpresa de que su hermana se escondía dentro del lugar.
Entre empujones entró en la casa y enseguida encaró a la mujer que se veía demacrada, luego de varios intentos por preguntar por sus sobrinas se dio por vencida y camino de vuelta hasta nosotros, Santino fue el último en retirarse del lugar, pero un gesto de la mujer nos hizo detenernos, Sonia volvió al lugar y se colocó frente a la que era su hermana y le exigió que hablara de una vez por todas.
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