Dayana Berlusconi
Mi madre se tomó la noticia del viaje muy bien y no le conté que estoy comprometida con Donovan, creo que esto es algo que debe quedar para otro día, ya que sé que vendrán muchas preguntas y no estoy preparada para ellas.
—Estas muy pensativa, —murmura.
Sus ojos azules me observan con determinación y curiosidad.
—No sé cómo contarle a mi madre que me voy a casar, —le digo y me atrevo a pasear mi mano por su espalda desnuda mientras siento su dureza pegada a mi pierna, me acaba de hacer un oral y sus labios están rojos.
—Si quieres organizamos una pequeña cena después del viaje y le contamos que nos casaremos. —Propone y siempre tiene solución a mis problemas de una manera tan fácil y sencilla.
—Bien, pensaremos en eso luego, —me muevo para que gire y así lo hace quedando este debajo de mi cuerpo.
Beso sus pectorales y bajo dejando besos por su abdomen hasta su pene erecto, beso la punta y luego lo tomó con una mano manteniéndolo firme. Lamo desde el tronco hasta su glande el cual succiono escuchándolo gemir.
Me deleito, lamiendo y chupando su dureza, sus venas inflamadas me dan una pista de lo excitado que se encuentra en estos momentos, jadea cuando lamo sus testículos atreviéndome a llegar hasta su entrada trasera con mi lengua.
—Dayana, —suelta mi nombre en advertencia de que allí no.
—Anticuado, —suelto y muerdo su muslo, ganando un quejido de su parte.
Me coloco sobre su cuerpo y dirijo su dureza a mi entrada para irme deslizando por ella de apoco hasta tenerlo por completo dentro de mí, se sienta conmigo ahorcajada como ya es costumbre y se lleva mi pezón a su boca mientras me mantiene quieta.
—No es anticuado, es extraño que hagan eso, —hace como si le diera escalofrió.
—Supongo sabes lo que hay allí, —asiente.
—Pero no por eso dejare que entres tu lengua o cualquier cosa en mi ano, —suelta frunciendo el ceño.
—¿Entonces lo harías con el mío? —alza sus cejas y parece pensarlo.
—Hablaremos eso luego, —se gira dejándome debajo de su cuerpo y me embiste con firmeza, gimo y me besa mientras sus embestidas son rápidas, sin pausa alguna «Dios, es magnífico este hombre» pienso.
Jadea y reduce sus estocadas para salir, me gira colocándome en cuatro y alzo mi cadera, lo siento frotarse contra mi coño para luego penetrarme, grito ante su sorpresiva entrada y se queda quieto, me muevo en busca de más y empieza a moverse.
Muerdo la almohada recibiendo sus estocadas, sujeta mi cintura y chillo cuando sus dedos frotan mi clítoris «Mierda» pienso al momento de que mi coño se contrae y me corro con fuerza, se mueve despacio y sale, me giro, se coloca entre mis piernas y me observa con sus hermosos ojos azules que muestra una picardía de satisfacción total.
—Donovan, —gimo cuando me penetra suave, se mueve despacio y luego lo hace un poco más rápido hasta correrse en mi interior. Su rostro se contrae y al terminar se relaja, suspira y se recuesta a mi lado atrayendo mi cuerpo hacia el suyo. —He pensado que esto, ya debe avanzar a otro nivel, —murmuro.
—¿Cómo cuál? —interroga.
—Mmm… ya verás luego a que me refiero.
—Debes decirme para estar preparado, —anuncia haciendo cirulo en mi vientre plano como si de un niño pequeño se tratase.
—Todo a su tiempo, señor Bristol.
Es lo único que digo para salir de la cama, camino hacia el baño y luego escucho sus pesados pasos seguirme, me atrapa entre sus brazos.
—¿Dónde vas? —me carga y regresa a la cama.
—¿Se le olvida que tiene una junta? —interrogo.
—Pueden esperar, —sin esperar más tiempo, se entierra en mí llenándome con su espléndido y placentero miembro.
Donovan Bristol
—El señor Bianchini estará a cargo durante estos cinco meses, —anuncio a los ejecutivos presente. —Confió en que hará una excelente labor y quedan todos en sus manos, sus problemas él los resolverá y espero por el bien de cada uno que manejen con honor el legado de mi padre, —asiente de acuerdo con lo que digo.
—Señor Bristol, esperamos que tenga un feliz viaje.
—Gracias y pueden volver a su área de trabajo, —anuncio para salir de ese lugar junto a Dayana—. Hoy nos iremos más temprano al apartamento para organizar el equipaje, mañana en la mañana salimos a Suecia, nos quedaremos en un hotel hasta el veinte de diciembre y ya luego tendremos ese tiempo libre para nosotros, —le comento.
—Perfecto, espero que estés listo para lo que se aproxima, señor Bristol, —se ha mantenido en secreto lo que trama y eso me pone ansioso, no sé si preocuparme o alegrarme por lo que trama.
—¿No piensas darme una pista?
Niega con una sonrisa.
—Bien, —suelto despreocupado.
Por momentos recuerdo que esto debería ser muy profesional y aunque al principio me propuse hacer todo lo que sea posible para que nadie descubra que esto es una relación por contrato. Evitando que Dayana se involucre sexualmente con otros hombres y que lo hiciera conmigo durante el tiempo de nuestro convenio, para evitar inconvenientes con lo acordado, pero ahora me siento que digamos bastante involucrado en esta extraña amistad que hemos forjado.
A pesar de que mis demonios han salido con ganas destruir todo y Dayana lo haya aceptado tan natural brindándome su apoyo y diciéndome algo que siempre anhele escuchar «No es tu culpa e hiciste lo creíste correcto para protegerla» eso me ha dado un poco de paz emocional y necesito cerrar ese ciclo yendo a la tumba de mi hermana, no hoy, ni mañana, pero le debo eso a ella.
El taxi fue pagado por uno de los pilotos y este mismo nos entregó la llave de nuestra habitación, camino hasta la cama, me siento y empiezo a sacarme la ropa para poder darme una ducha y despejar la tensión de mi cuerpo.
—Es un bonito lugar, —murmura.
—Sí.
—Se nota que estas muy cansado, —se acerca para ayudarme a quitar la ropa hasta quedar en bóxer, se sube en mi regazo y de manera muy afectiva deja besos en mi rostro, suspiro.
—Traerán algo de comer en unos minutos. Tomare una ducha, —asiente y se baja de mi regazo, camino hacia el baño y termino de quitar la última prenda que cubre mi cuerpo.
Abro la ducha y me meto debajo de esta, suspiro al sentir el agua fría recorrer mi cuerpo, cierro mis ojos mientras alzo mi rostro para que las gotas heladas golpeen mi cara trayendo algo de tranquilidad.
Cuando termino me envuelvo en una toalla y salgo a la habitación, camino hacia el balcón donde se encuentra Dayana en ropa interior mirando desde lo alto el pequeño distrito iluminado, se gira y me observa, camina hacia mí y lleva su mano hasta el nudo de lo que cubre mi desnudez para aflojarlo dejando caer la tela blanca al suelo.
»¿Qué haces? Alguien puede vernos, —reprocho mirando a los lados, pero esta solo me hace echar hacia atrás hasta una silla donde me siento y el frío de esta me eriza la piel.
La rubia baja sus bragas y se coloca ahorcajada sobre mí. Su mano toma mi miembro y lo acaricia hasta lograr ponerme duro, no dejo de mirarla en ningún momento, me lleva a su entrada y se desliza por este. Enterrándome en su dulce sexo, suspiro y afinca sus manos en mis hombros para bombear despacio, su ritmo es una tortura y olvido por completo donde estamos.
—Esto ayudara para que te relajes, —susurra como una vil villana en mi oreja, para luego morder el lóbulo de esta, jadeo y abro su sostén para llevar mi boca a sus pezones.
Los chupo y muerdo con cuidado a mi antojo, gime y bombea más rápido. Puedo sentir los fluidos de su sexo mojar mi pubis y me pongo de pies para sujetarla con fuerza. Balanceo mi caderas hacia adelantes y atrás follándola con rudeza, sé que le gusta que sea de esta manera y lo demuestra al morder su labio inferior mientras la penetro.
Dayana me hace bajarla y la giro para que se sujete del barandal. Envuelvo su cabello con mi mano izquierda y con la derecha dirijo mi dureza a su sexo para penetrarla una y otra vez hasta enterrarme completo en su mojado interior, suspiro e inicio a dar estocadas calmadas mientras la escucho gemir.
—¿Te gusta exponerme de esta manera? —cuestiono dándome cuenta que cualquier persona más arriba de nosotros puede ver el espectáculo que estamos dando.
—Es parte de lo que quiero que aprendas, —jadea.
Me excita la sola idea de pensar que alguien puede estar mirándonos, sé que es algo morboso, pero no me importa y a ella tampoco. Su sexo empieza a contraerse y me muevo rápido.
Embestida tras embestidas hasta lograr que se corra y luego me derramo en su interior, jadeo y gimo con fuerza.
—Dios, —susurro, me muevo despacio hasta terminar de vaciarme en su interior el cual abandono con mucho pesar.
Se gira y se abraza a mí, envuelvo su cintura y suspiro, camino hacia atrás para sentarme en la fría silla y Dayana sobre mi regazo. En silencio y desnudos observamos las luces del distrito disfrutando el calor del otro sin cuestionar nada y sin tener que decirnos mucho sobre estos momentos que compartimos.
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