El santo millonario romance Capítulo 37

Asher Jones

Observo mi reflejo en el espejo, no me gusta vestir de esta manera tan descarada se podría decir, suspiro mirando a mi mejor amigo que sonríe abiertamente, Marcos y yo compartimos una amistad desde hace años después de conocernos a través de una app de cita y descubrimos que no éramos compatibles para algo más y surgió nuestra hermandad.

—No me gusta esta ropa, —suelto, no soy como algunos gais que le gusta llamar la atención con atuendos reveladores y poco discreto, me gusta conservar mi apariencia masculina aunque mis facciones sean muy afeminadas y mi cuerpo por igual.

—Solo será por esta noche, —suspiro.

Las fiestas tampoco son de mi agrado, sé que me miro antisocial, pero así soy y no cambiaré eso nunca. Me gusta leer, dibujar, jugar en mi PlayStation y pasar mi día comiendo chucherías en mi habitación hasta que me duele la barriga y debo ir donde mi madre para que me dé algunas infusiones.

—¿Qué bar visitaremos ahora? —cuestiono.

—Conseguí entrada para el estreno de uno. En este van personas adineradas, hijos de empresarios y gente así, —hace un ademán con su mano restándole importancia—Todavía no entiendo por qué no sucumbiste ante tu guapo jefe, —lo observo en silencio.

—Porque es un riquillo que cree que con su dinero puede conseguir todo lo que desea, —no soporto a ese tipo de persona. Además me he conservado estos años, no importa durar varios más hasta que llegue ese alguien que me motive a dar el paso.

—Aun así está guapo, sexi y caliente. Fuiste tonto al rechazar semejante semental, —mira sus uñas pintada de rojo.

—¿Qué gano yo dejándome joder por él? —cuestiono. —Solo conseguiré que me duela el cuerpo al día siguiente y con una gran posibilidad de que me despida junto con mi madre, —informo.

—Tienes razón, lo siento, —asiento. —¿Nos vamos? —cuestiona.

—Vamos, —salimos del apartamento hacia su convertible, Marcos no es rico, pero sabe aprovechar sus tributos y conseguir hombres casados que pagan lo que sea por mantener un amorío en secreto con otros de su mismo sexo.

En estos días las mujeres deberían andar desconfiadas de sus maridos, ya que nunca se sabe qué clase de fetiches cargan en sus mentes, pero claro todos sabemos que esto es culpa de la sociedad que los obliga a ir por lo ‘‘Normal’’ palabra que nunca debió existir para clasificar a las personas al igual que natural porque ahora se han tomado el descaro de decir que lo que no se reproduce es antinatural, supongo que las mujeres y hombres estériles son errores de la naturaleza.

Es patético, pero la hipocresía de la población queriendo dársela en los más rescatados, con mucha moral siempre son los peores en este mundo de porquería que han creado. La gente está mal y está asquerosamente dañada, con bastante maldad en sus podridos corazones y eso es lo que va a terminar con la especie humana.

A veces me pongo muy filósofo, pero es algo que no puedo evitar y ver personas que odian a otros solo por no amar a alguien de su sexo opuesto es lo más absurdo que puede existir y siento que es envidia la que le tienen. Lo llaman depravados y no observan la depravación de los sacerdotes y pastores, hipócritas.

—Llegamos, —estaciona y el lugar está repleto de autos caros, salgo del coche y espero que este se encuentre a mi lado para caminar hacia la entrada. Envía mensaje por su teléfono y un sujeto sale por la puerta del club que esta atrás.

—Marcos, —es un hombre de traje, enorme y me mira asustado—¿Quién es él? Te pedí que seas discreto, —suelta y como dije cada día son más los casados que recurren a buscar satisfacción en otros de su mismo sexo.

—Tranquilo Gabriel, es mi mejor amigo y no dirá nada ¿cierto Asher? —suspiro.

—No se preocupe, no me interesa su vida ¿ya podemos entrar? —el hombre me observa y luego asiente para hacernos entrar al club, me acerco a Marcos. —¿No que tenías entradas?

—Estamos entrando, —suelta y poco a poco la música va incrementando a medida que avanzamos por el pasillo.

—Les conseguí una mesa, no se deben preocupar por la bebida porque yo invito, —informa llevándonos hasta la mesa donde el ruido es exasperante, creo que fue mala idea venir aquí.

—¡Tranquilo! ¡Diviértete! —grita Marcos.

La noche apenas empieza y yo tengo ganas de marcharme de este lugar, tal y como menciono Gabriel, las bebidas fueron llegando y por mi cuenta tome un par de mojitos, no quiero embriagarme y terminar quien sabe dónde, Marcos termina abandóname en la mesa después de que el hombre de traje le pidiera que lo acompañe.

Cuando las horas comienzan a pasar el alcohol comienza hacer su efecto, por extraño que parezca me siento observado desde hace unos minutos, pero supongo eso pasa después de tomar siete mojitos como si fuera agua de coco, me río por mis loqueras. Saco mi teléfono para dejarle un mensaje a Marcos de que me marcho y me pido un Uber para más seguridad, no confió en las líneas de taxi, camino entre el mar de personas hasta lograr salir y sentir el frío aire azotar mi rostro.

—Muñeca, —escucho que alguien vocifera, pero no le prestó atención y camino para apartarme del sujeto—. Te estoy hablando marica, —no entiendo cuando las personas entenderán que esa palabra no es una ofensa hacia nosotros porque sabemos que somos maricas, pero también tenemos bolas para golpear a cualquier idiota que quiera agredirnos, me hala por el brazo provocando que me desequilibre por el alcohol.

—¿Qué haces? —cuando recupero mi equilibrio lo empujo lejos—. Aléjate, —se carcajea.

—Maricón, —sonrió.

—Sé que soy un maricón y por lo menos tengo unas pelotas, me considero más hombre que tú, ya que quieres ofender a otros para sentirte con más bolas y eso solo te hace verte más inferior que cualquier marica, —se acerca y toma mi cuello con una mano.

—Te vas a tragar tus palabras, maricón de mierda, —aprieta mi cuello cortándome la respiración, pero este piensa que soy inofensivo y se descuida, pateo su entrepierna provocando que me suelte y luego tomo su cabeza para darle un rodillazo en su cara rompiendo su tabique nasal.

—Idiota, —lo empujo lejos, pero este me suelta un puñetazo que me hace caer al suelo. Tiene más fuerza que yo y pues me saca varios metros, pero si me mata a golpes por lo menos un maricón le rompió la nariz.

Alexandro Bianchini

No podía creer lo que veo, Asher está en la disco, pero prefiero mantenerme alejado y no ir a molestarlo, no quiero que piense que lo estoy acosando aunque desde el treinta de diciembre no lo había visto.

—¿Es él? —cuestiona Dayana al ver que no despego mi mirada de su mesa.

—Sí, —suspiro para darle un trago a mi vaso de whisky.

—Es guapo ¿Por qué no vas a su mesa? Donovan y yo estamos bien, —comenta.

—No quiero incomodarlo, no después de lo de la oficina, —mascullo.

—¿De qué hablan ustedes dos? —la rubia me mira y asiento para que le diga.

—El chiquillo de allá, calienta a tu mejor amigo, —suelta, no puedo evitar reírme.

—Alexandro, —lo observo. —No veo que sea tu tipo, —añade, suspiro porque lo sé. Nunca me han gustado los críos inocentes como Asher, pero joder no puedo dejar de pensar en él y mis ganas de tenerlo incrementan cada día.

Tengo treinta y dos años, nunca en mi vida me he involucrado en aventuras con personas más jóvenes que yo e incluso mi primera vez fue con una persona con casi el triple de mi edad.

—Lo sé, pero no paro de pensar en él.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El santo millonario