El santo millonario romance Capítulo 38

Asher Jones

—Sí, —digo para sentir sus labios alcanzar los míos, me besa con ansiedad y le sigo el beso, Alexandro pasea sus manos por mi cintura mandando electricidad por todo mi cuerpo que se concentra en mi entrepierna, me hace presionarme contra la suya y da miedo sentir lo enorme que es, me trae inseguridad sobre esto que hago, pero también estoy caliente y quiero dar este paso mandando a silenciar todas las malas ideas que pasan por mi cabeza.

Alexandro me saca el top dejando mi torso al descubierto, me mira maravillado para luego besar mi cuello, hombro y muerde estirando la piel de mi clavícula la cual succiona, gimo y sé que me ha dejado varias marcas «Maldito» pienso. Tomó el cabello de su nuca para alejarlo y muerde su labio inferior, beso su mandíbula y bajo hasta su garganta, succiono.

—Despacio pequeño, —pide con su voz ronca y hago caso, me alejo viendo su moretón y sonrió—. Perverso, —suelta, me carga—¿Dónde está tu habitación? —interroga.

—Es esa puerta, —señalo, camina hacia esta y abre para llevarme a la cama, me recuesta y se encarga de sacarme los zapatos junto al pantalón dejándome en bóxer, me siento algo avergonzado y me cubro con la almohada mientras lo veo sacarse la ropa quedando igual que yo.

—¿Qué haces? No te cubras, —pide al verme, se acerca y me quita la almohada—. Eres hermoso, pequeño, —susurra, se sube sobre mí en medio de mis piernas. Nuestra diferencia de tamaño es bastante notoria, me pierdo debajo de su cuerpo que parece tallado por los mismos dioses, su piel bronceada me indica que se toma su tiempo bajo el sol.

—Lo siento, —murmuro, besa mi mejilla sonrojada para luego besarme, suspiro en medio del beso y se presiona contra mi erección.

Alexandro reparte beso por mi cuello hasta llegar a mi pecho, se detiene a observar mis pezones y luego lame cada uno, gimo al momento de sentir sus dientes. Duele un poco, pero al mismo tiempo es placentero, sé que sabe lo que hace y mi falta de experiencia me priva en mi lugar dejándolo continuar.

—Son una obra de arte ahora, —se ven abultados por la succión y lubricados por su saliva. La piel de allí se siente caliente y entumecida, Alexandro lame mi abdomen y al llegar a mi cadera besa cada lado y deja un chupetón allí, no lo detengo en ningún momento, me mira al momento de tomar los bordes de mi bóxer esperando mi aprobación para bajarlos y asiento, me quita esta última tela dejando libre mi erección que cae sobre mi vientre—. Oh pequeño, eres hermoso, —jadea.

Gimo al sentir su mano sujetarme con delicadeza y firmeza a la vez, me acaricia de arriba hacia abajo y luego sus labios toman mi glande, me sorprende mucho esto, pero no tengo tiempo para pensar al momento que succiona. Lame mi dureza y luego siento como un dedo juguetea en mi entrada, Alexandro abandona mi pene para llevar esa lengua hasta ese lugar.

—Dios, —tiemblo cuando presiona con esa lengua ese lugar, me obliga a alzarme dejándole camino libre, se mueve de arriba hacia abajo como si de un caramelo se tratara, mordisquea mi glúteo y luego un dedo entra, me siento mojado por su saliva.

Lloriqueo cuando un segundo dedo ingresa abriendo mi carne, me penetra con ellos mientras lo escucho escupir ese lugar preparándome para recibirlo, gimo al momento de sentir como abre esos dedos allí dentro, expande mi trasero y luego entra otro.

—Eres apretado pequeño, —jadea.

No sé qué hace, pero parece buscar algo allí dentro y chillo por el cosquilleo que me atraviesa cuando toca algo en mi interior.

»Lo encontré, —afirma con orgullo, continúa tocando ese lugar y no puedo evitar correrme manchando mi abdomen de mi esperma—. Oh pequeño, —retira con cuidado los dedos, se posiciona sobre mi cuerpo para mirarme a los ojos con diversión—¿Todo bien? —interroga.

—¿Qué fue eso? —me mira sorprendido.

—Encontré tu punto G, —afirma, se arrodilla y lo observo mientras se quita el bóxer, se baja de la cama para sacar de su cartera un preservativo, se lo coloca y su pene es enorme «Diablos, me dolerá» pienso mirando eso con miedo, se sube sobre mi cuerpo y me mira—¿Qué pasa?

—Es muy grande, —no puedo evitar decirlo mientras mi mejilla arden, sonríe.

—Seré cuidadoso, —asiento, escupe en su mano para aplicarlo en mi entrada y su pene, coloca la punta y presiona entrando fácil, pero cuando entra un poco más lloriqueo, es muy grueso y duele bastante—. Pequeño debes relajarte, no podré hacerlo si te tensas, —explica.

Asiento, inhalo y exhalo, Alexandro me besa para distraerme y empuja despacio, se abre paso y las lágrimas comienzan a bajar por las comisuras de mis ojos, jadeo adolorido.

—Alexandro, —gimoteo su nombre.

—Lo sé, bebé… solo falta un poco, —susurra, me empala en su totalidad y me siento lleno de él. —Ya pequeño, ya paso, —me acaricia mientras me besa las mejillas permaneciendo tranquilo esperando me acostumbre a su tamaño.

—Duele, —jadeo, me observa en silencio y luego se mueve suave, gime y no deja de verme mientras me penetra. Es incómodo y nuevo, no puedo describirlo, su polla me estimula y lo más placentero es su cuerpo caliente.

—Tranquilo, poco a poco, —murmura, sé que se está conteniendo. Puedo notarlo en su mandíbula contraída, Alexandro se aventura a salir un poco más para empujar y jadeo—. Eso pequeño, —gime.

Se golpea una y otra vez contra mi entrada haciéndome perderme en una nebulosa de placer. Sus labios me besan y sus manos me aprietan debajo de su cuerpo manteniéndome unido a él, me penetra con firmeza y gime roncamente, no se contiene al hacerlo, Alexandro vuelve a estimular con su miembro el punto G, lloriqueo ante ese arrebato.

—Alexandro, —jadeo su nombre, me observa y disminuye su penetración.

—Eres arte pequeño, —besa mi boca y gimo en la suya porque me embiste con rudeza, no puedo resistir mucho tiempo y me corro apretándome a su alrededor, no necesite de que me masturbe. Lo escucho maldecir y luego deja salir el gemido más sexi de todo, se hincha dentro de mí y tiembla su pene en mi interior—. Me has hecho correr, —susurra con diversión—. Quería disfrutarte un rato más, —no creo dar para más y este parece notarlo—. Tranquilo, descansa, —cierro mis ojos y me quedo dormido.

Alexandro Bianchini

Asher se quedó dormido, suspiro para salir de este con mucho pesar, me bajo de la cama y busco el baño donde tomó papel, me quito el condón para echarlo al zafacón, me miro al espejo observando el chupetón en mi cuello, niego y regreso a la habitación para limpiarlo y así duerma cómodo, me siento en el borde de su camarote. Observo su desnude y los chupetones que he dejado en su cuerpo, creo que me pase.

Por un rato me debato en irme, pero ¿Qué pensaría de mí después? Puede que al despertar me eche como un perro por aprovecharme de que tomó alcohol o puedo confiar en su palabra que dice que recordara todo lo que dijo esta noche, suspiro y decido acostarme a su lado, se mueve hasta llegar a mí y pasar su brazo por mi pecho, me acelera el corazón y me maldigo.

—¿Qué estás haciendo Alexandro? —me cuestiono en voz alta, nunca me acurruco con alguien después del sexo, no me quedo a dormir en su cama y me marcho al terminar, pero algo me hace permanecer aquí a su lado, suspiro de nuevo.

Abrazo su pequeño cuerpo, es primera vez que tengo sexo con alguien tan chiquillo, Asher no se compara con mi tamaño y al principio pensé que no iba a aguantar tanto, pero ver como recibió cada centímetro y sus ojos aguados mientras de su boca salían esos pequeños lloriqueos y luego gemidos, me estaba volviendo loco.

Puede ser un pequeño, pero débil jamás, me atrevo a besar su frente y nos cubro con la colcha para luego apagar las luces, espero no estar cometiendo el peor erro de mi vida.

(…)

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