El santo millonario romance Capítulo 39

Dayana Berlusconi

Despierto envuelta en los brazos de Donovan y ya es una costumbre… bueno a veces lo hago sola porque se va a su gimnasio personal a pesar de que paga una membresía en un club de golf que tiene todo eso incluido, me remuevo girando hasta poder mirar su rostro.

Se nota relajado, me comento que su doctora pidió vernos a ambos y también me dijo que antes recordaba con frecuencia el momento en que estuvo secuestrado. Cada noche lo atormentaba la misma pesadilla y que ahora que estoy con él puede dormir con tranquilidad, se siente en paz y eso me alegra mucho.

Toco su mejilla y luego su mandíbula donde su barba me da un picor en la palma de mi mano, Donovan empieza a despertar y sus ojos azules me mira por varios segundo. Los cierra y luego los abre después de varios minutos con ellos cerrados, suspira y me aprieta contra su cuerpo, sonrió.

—Buenos días, —murmuro.

—¿Qué haces despierta tan temprano? —cuestiona después de mirar la hora en su reloj de mesa.

—Roncabas como toro, —frunce el ceño.

—Mentirosa, —me carcajeo.

—En realidad, me desperté y me dedique a observarlo, señor Bristol.

—Una acosadora, —dice.

—Mejor diga que soy una admiradora de lo hermoso que se mira mientras duerme, —Donovan sonríe y se mueve para colocarse sobre mí.

—Me gusta cuando eres de esa manera, —susurra—. Me siento cómodo contigo, Dayana espero sepas que ahora eres muy importante para mí, —anuncia.

—También te has vuelto muy importante para, —ciegamente daría todo para que sea feliz.

—Señor Bristol, —su ceño se frunce, es raro que Jean venga hasta aquí a llamarlo.

—¿Sucede algo Jean? —cuestiona.

—Su madre solicita entrar al apartamento, —se nota sorprendido.

—Que espere en la sala, —lo puedo sentir tenso.

—Todo estará bien, —me observa y asiente.

Donovan intenta salir de la cama, pero lo retengo envolviendo mis piernas en su cadera, me observa confundido y me estiro para darle un casto beso y luego otro seguido de varios más hasta que sonríe.

—¿Qué haces? —cuestiona.

—Hacerlo sonreír, no puedes de un momento a otro amargarte esta linda mañana, me niego a que ocurra, —regaño.

—Lo has logrado, me siento mejor, —me besa y lo libero, Donovan sale desnudo de la cama.

—Hermosa vista, señor Bristol, —se gira y coloca su mano en su cadera.

—¿Te piensas quedar allí? —Cuestiona, muerdo mi labio inferior—. Dayana mi rostro está aquí arriba, —regaña, pero es que es una completa distracción.

—Ya voy, —salgo de la cama para ir hasta este y pegarme a su cuerpo, paso mis brazos por su cuello.

—No hay tiempo, —se queja porque me froto sin ningún descaro contra su erección—. Dayana, —protesta.

—Sh… —hago que me cargue—. A la ducha, —camina hasta allí y abro el agua, pega mi espalda a la pared y el mismo se encarga de fundirse en mi interior. —¿No que no había tiempo? —interrogo.

—No hay marcha atrás.

(…)

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