El santo millonario romance Capítulo 40

Donovan Bristol

Volver a la empresa nunca se sintió de esta manera, se nota que cada empleado está feliz por este progreso que sea logrado con mucho desempeño y motivación donde cada quien aporto su granito de arena para que fuese de esta manera. Recibí felicitaciones por todo y por mi compromiso, Dayana me ha ayudado mucho a superar la pelea con Sonia y por más que deseo dejarla de lado y avanzar no puedo. Tuve que reactivar su cuenta, pero no soy idiota y le deje una cierta cantidad que le será suficiente para mantener sus propios lujos y no la exagerada deuda de Gabriel.

Técnicamente, sé todo lo que hace ese par de sanguijuela y no permitiré que terminen derrochando el dinero de mi empresa en su mierda de vida que se jodan y que trabajen para pagar sus deudas.

—Como bien dije, —mirando a los presentes—. Este nuevo proyecto nos hará avanzar la empresa, no solo en importación. También en la construcción de nuestras propias piezas automotrices, nos hemos vuelto los socios mayoritarios de una industria que se dedica a esto, —anuncio.

—Señor Bristol, es increíble el avance que ha estado logrando.

—Que hemos estado logrando, recuerden que este es un trabajo de todo y que cada uno de usted ha aportado su parte para que esto sea de esta manera, —comento orgulloso—. La reunión finaliza aquí y pueden regresar a sus áreas de trabajo.

Regreso a mi oficina junto a Dayana que revisa mi agenda indicándome que en media hora tengo una pequeña entrevista, suspiro y la hago sentarse en mis piernas mientras permanecemos en silencio.

—¿Ya pensaste el día para la boda? —cuestiono.

—¿Qué te parece el domingo veintiuno de febrero? —interroga—. Podremos irnos esa semana de luna de miel y regresar el próximo domingo, —comenta.

—De la luna de miel me encargo yo, —murmuro.

—Señor Bristol, ya viene con sus secretos, —reprocha mientras hace un puchero.

—Las lunas de miel suelen ser sorpresas para las novias, pero te daré una pista de donde te llevaré, —abro mi laptop para enseñarle mi propiedad en Ámsterdam, no sabe dónde está—. Es mi casa favorita, —anuncio.

—¿Dónde? —niego.

—Es un secreto, —rueda los ojos y asiente—. Te enviaré los contactos de las diferentes agentes de boda para que puedas organizar todo a tu antojo, si requieres mi opinión me avisas y lo discutimos, el vestido puedes decirle a…

—El vestido está listo, —me interrumpe y alzo mis cejas.

—¿Cómo?

—Es un regalo de mi madre. Necesitará algunos retoques y estará perfecto para la boda, —asiento.

—¿Te ayudará ella a organizarla?

—La involucraré un poco.

—Me parece buena idea, —sonrió—. Si requieres de días libres me avisas, —asiente.

—Igual voy a requerir tu presencia para la prueba de comida, pasteles y algunas decoraciones, no se salvará de esto, señor Bristol, —asiento porque sé que es mi deber ayudar con nuestra boda.

—¿Contenta o triste por todo esto? —cuestiono.

—Es muy pronto para casarnos, pero igual lo voy a hacer, me convertiré en la señora de Bristol y seré su esposa, —me besa con ternura—. Me siento contenta y me casaré con un hombre espectacular que se ha ganado todo mi cariño, —sonrió.

—¿Entonces se puede considerar una boda verídica?

—Es una boda verídica y muy real, —me mira a los ojos mientras lo dice—. Sé que existe algo entre nosotros y es hermoso lo que ha florecido, —muerde su labio inferior.

—Dayana… yo-te quiero, —tartamudeo nervioso, suspiro.

—También te quiero, señor Bristol, —un pequeño alivio recorre mi cuerpo, me besa con cariño y se sigo el beso de la misma manera mientras dejo mis manos en su cintura la cual acaricio.

—Nos casaremos de verdad, —susurro y sonríe en medio de todo.

—Así y serás mío legalmente y ante los ojos de Dios, —anuncia.

—Mi señora de Bristol, —murmuro entusiasmado.

El sonido de la puerta siendo tocada nos saca de nuestra nebulosa.

La periodista que hará la entrevista llega junto a su equipo, se instalan en un lado de mi oficina y luego procedo a sentarme donde me indica después de colocarme el micrófono, Dayana permanece alejada mirándome con una sonrisa que le devuelvo.

—Buenas tardes, señor Bristol, —saluda—. Para nuestro programa y revista es un grato honor tener la primicia de su exitoso proyecto en Estocolmo y ver a un empresario tan joven manejando semejante imperio, —comenta, se nota que se investigó sobre mí.

—Gracias a usted por venir, señorita Lebranca, —sonríe.

—¿A qué se deben estos éxitos? —cuestiona.

—Lo primero es la motivación de mis empleados que velan porque cada día la empresa sea la mejor. Sus desempeños a hacer todo para que crecer unidos es lo que me motiva a dar lo mejor y creo que allí es que parte el éxito de esta importadora, —comento—. Soy exigente y trato de dar lo mejor a ellos, no me privo a conversaciones de ideas que tengan para avanzar al éxito, creo que ese es el punto en que me diferencia de cualquier ejecutivo.

—Escuchar a sus empleados ¿se dice que tiene reglas de no relaciones laborales? —asiento.

—Teníamos estas reglas, pero como sabrá me casaré con mi secretaria y siendo el creador de dichas pautas, ya la he rompido por amor, —me río—. Mis empleados, seguro me quieren lanzar algo, pero ya tienen su paso libre a relacionarse y demostrar que esto no los volverá deficiente en sus áreas, —anuncio.

—¿Qué consejo le daría a esos empresarios jóvenes que van subiendo?

—Solo puedo decirle que nunca se den por vencidos y que sigan sus sueños de ver sus empresas en la cúspide de todo, no tengan miedo al fracaso porque abra muchas caídas, pero deberán ser fuertes y resurgir de las cenizas como los fénix, —hago una pausa—. Que de los errores se aprenden buenas cosas y que nunca dejen de escuchar a sus empleados, no se pongan sobre ellos, no lo miren como inferioridad porque estos son los pilares importantes de cualquier industria y que sin esas personas… entonces no podrás subir a la sima que quieres llegar.

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