El santo millonario romance Capítulo 42

Donovan Bristol

Después de que Dayana regreso de sus compras volvió algo extraña, no le pregunte por qué la note agobiada y lo mejor es que tenga su espacio. Continúo leyendo en la terraza junto a la piscina por varios minutos hasta que ella sale con un traje de baño, se sienta en el borde con sus pies metidos en el agua, me acerco hasta la rubia.

—Te noto preocupada ¿sucede algo? ¿Te hicieron algo malo? —interrogo.

—No pasa nada, —murmura, pero no me la creo.

—Dayana, —reprocho.

—Estoy bien ¿vale? —me mira con una sonrisa que no muestra la alegría que quiere demostrar tener, suspiro y decido dejarlo pasar porque cuando esté preparada. Entonces seguro me dirá, espero y no tarde en hacerlo, me preocupa que sea algo de salud y no haya vuelta atrás por ser tarde para ayudarle.

—¿Quieres que nade contigo? —interrogo.

—Claro, —me pongo de pie—¿Dónde vas?

—Por un traje de baño, —niega y se pone de pie.

—No es necesario, —suelta el lazo de su traje de baño para terminar desnuda en poco tiempo, se tira a la piscina, niego y me quito la ropa para entrar también. La sigo hasta tenerla atrapada entre mis brazos, beso sus labios y luego todo su rostro haciéndola reír.

—¿Sabe que me debe mucho, futura señora de Bristol? —envuelve sus piernas en mi cadera.

—¿Piensa cobrarse lo que debo? —interroga.

—Con rédito y todo, —anuncio, me besa con pasión desenfrenada y me calienta, no tardo mucho para llenar su interior, gime y enreda sus dedos en mi cabello, me muevo despacio y camino hasta el borde donde están los escalones para tener mejor movilidad.

—Donovan, —gimotea al momento que llevo uno de sus pezones a mi boca, me encanta poder tenerlos a mi antojo y escucharla gemir cuando los mordisqueo, se curva y siento su sexo apretarse, jadeo y grita liberándose.

—Eso preciosa, —beso su cuello, su mandíbula y luego su boca permaneciendo enterrado en ella, suspira y me abraza con fuerza, solloza y no entiendo que pasa—¿Hice algo malo? —niega—. Me preocupas Dayana ¿dime qué sucede? Por favor, —si no sé qué pasa, no puedo ayudarla.

—Esto-y emba-razada, —lo dice tartamudeando, pero para mí fue bastante claro lo que ha dicho. Su rostro sale de mi cuello para observarme, su expresión es de miedo y bastante angustia.

—Dayana…

—Lo sé, me preguntaste si me cuido y pensaba que mi anovulación era suficiente para protegerme, pero ahora fui con la doctora y se dio cuenta de que todo volvió a la normalidad y que mis problemas hormonales están arreglados, ya que se debían a mis emociones descontroladas…

—Sh… tranquila, —susurro. —Solo iba a decir que me llena de mucha alegría saber que tendremos un hijo, —sonrió y la abrazo.

—Pen-sé que no, nos ibas a aceptar, —llora.

—Nunca te abandonaría, eres mi prometida y la mujer que quiero, —aprieto su cuerpo contra el mío y suspiro—. Gracias por darme este maravilloso regalo, —susurro—. Dios, voy a ser papá ¡Seré papá! —exclamo.

—Un pequeño Bristol, —murmura.

(…)

Reposo mi cabeza en su vientre aun plano mientras sus dedos se funden en mi cabello. Nunca pensé que tendría tal oportunidad de poder tener hijos, no es algo que tenía planeado para ahora, pero ha llegado este momento y deseo aprovecharlo al máximo a su lado.

—¿Estás feliz? —la escucho preguntar, beso su vientre y la observo.

—No hay palabras para describir la alegría que siento, me haces muy feliz Dayana Berlusconi, —anuncio—. Pensé que este momento se prologaría por más tiempo y que ya luego tendríamos que recurrir a un tercero para tener hijos, pero saber que podemos tenerlo sin eso es un alivio, —murmuro.

—¿Pensabas tener hijos conmigo? —cuestiona sorprendida.

—Todo matrimonio tiene su propia familia, no esperaba que fuera tan rápido, pero sí, pensé que algún día tendríamos nuestros propios hijos, —sonríe.

—Eres especial, —es lo único que dice.

Es fin de semana y podemos aprovecharlo juntos, me encargo de estar a su lado todo el tiempo. Toco su vientre, Dayana sin protesta recibe todos los mimos que tengo para darle, me siento en plena felicidad y no dejaré que nadie pueda quitarme lo que estoy sintiendo en estos momentos.

—¿Cuándo volverás con la médica? —cuestiono.

—Dios, ni siquiera la deje terminar, me levanta y vestí para salir de allí, mi mente estaba en blanco, —susurra.

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