El santo millonario romance Capítulo 44

Alexandro Bianchini

Asher ingresa a mi oficina después de tres días sin verlo, no regrese a su casa después de aquel día en que Azucena me vio en pelotas, camina hasta su escritorio y se sienta bajo mi atenta mirada.

—Buenos días, señor Bianchini, —saluda.

—Bienvenido Asher, —no me gusta que él utilice formalismo conmigo, pero es un cabeza dura en ese sentido—¿Estás mejor? —cuestiono.

—Sí, —asiento, Donovan ingresa a mi oficina.

—Alexandro, —me llama y asiento, gira su rostro hacia Asher y luego me mira a mí—¿Sabes cómo va la investigación? —cuestiona.

—Ahora mismo andan detrás de una pista, espero pronto den con su paradero e igual cuando estén por vender las joyas sabremos donde están, —anuncio.

—Bien, no dudes en avisarme cualquier nueva información, —pide para luego marcharse, sé que está estresado por esta situación y más cuando sabe que trata con dos locos que pueden venir contra él, pero Donovan es inteligente y reforzó la seguridad.

El día laboral empieza con juntas y bastante movido para ser un martes, Donovan siempre pone la empresa patas arriba y con su cara de pocos amigos hace que todos trabajen.

Asher Jones

—¿Sucede algo pequeño? —me sorprende escuchar su voz cerca de mí, me giro y hay esta Alexandro con su sonrisa socarrona mirándome con picardía.

—Nada nuevo, señor Bianchini, —murmuro con respeto provocando que su ceño se frunza.

—No entiendo por qué te comportas de esa manera, —reclama, suspiro.

—¿Qué quieres que diga? —interrogo—. Solo vas a mi casa, me seduces y duermes a mi lado para luego desaparecer, —alza sus cejas.

—No regrese porque Azucena me vio en pelotas en tu sala, no quería incomodarte, —anuncia.

—Ya no importa, —camino para pasar por su lado, pero me toma del brazo.

—A mí sí me importa, —suelta—. Ya te dije Asher, eres mío, —frunzo mi ceño enojado por su forma de ver las cosas.

—No soy un objeto, ni menos tu propiedad, —sonríe.

—Lo sé, pero sigues siendo mi pequeño Asher, —murmura—. No lo olvides, —me suelta para seguir su camino hacia la oficina, suspiro, no sé qué diablos trama Alexandro, pero sea lo que venga espero no me destroce el alma.

Por más que me haga la idea de que solo soy su polvo de la semana, no puedo clavarlo en mi cabeza, Alexandro es una bomba enérgica y creo que nuestros estilos de vida nunca van a ir a la par. Se nota que hace recorrido en discos, no me gusta eso y menos estar metido en el medio, ya que está catalogado por revista de chisme como uno de los millonarios más sexi y caliente, no puedo evitar pensar que si nos ven juntos crearan rumores y que luego ya mi vida no será mía.

—Hey, —no me había dado cuenta de que el ascensor se había detenido en un piso del edificio para recoger a alguien. Observo al chico de piel morena mirarme con una enorme sonrisa de dientes blancos—¿Qué tal?

—Bien ¿y tú? —no puedo perder la educación.

—Bien ¿eres nuevo aquí? Es que no te había visto antes, —dice.

—Soy asistente del señor Bianchini, —murmuro.

—Ah… con razón, es que soy del área de marketing, por cierto, me llamo Leo, —extiende su mano y la acepto.

—Asher, —sonríe.

—Un gusto conocerte, Asher, —asiento—¿A qué piso vas?

—Voy a la cafetería.

—También voy hacia allá.

Cuando las puertas se abren emprendemos nuestro camino hacia la cafetería donde opto por un sándwich de pavo y un jugo de fresa, Leo me hace compañía en la mesa y hablamos un poco sobre el trabajo.

—Es muy interesante el marketing, se nota que te apasiona, —anuncio.

—Bastante, me gusta todo lo relacionado con eso y hasta tengo una propuesta que llevarle al vicepresidente de la empresa, —comenta, supongo que es Alexandro.

—Te deseo mucha suerte.

—Gracias, —miro la hora y me sorprendo al ver que ya paso mi tiempo para almorzar teniendo un retraso de treinta minutos.

—Por Dios, me debo ir, —me pongo de pie y llevo la basura al zafacón, Leo también deja lo suyo allí y juntos caminamos al ascensor, se queda en su piso y yo voy hasta el antepenúltimo que es donde está la oficina.

Cuando entro Esther está muy cerca de Alexandro que se aleja de ella al verme, su expresión me hiela la sangre, ya que se ve algo molesto, le dice algo a la mujer y esta se marcha mirándome con superioridad, no tengo idea de que está pasando.

—¿Dónde estabas? —interroga.

—En mi hora de almuerzo, —su mandíbula se tensa.

—Asher, ya tiene treinta minutos de retraso, —anuncia.

—Lo sé y lamento mucho eso señor Bianchini, —inhala y camina hasta mí.

—¿Quién era ese tipo? —alzo mis cejas.

—¿Me estás vigilando?

—No me respondas con otra pregunta Asher, —expulsa con rabia—¿Quién diablo era ese? —interroga.

—Jódete, —me giro para caminar hasta mi escritorio, me siento mientras que su mirada me penetra.

—Asher, me estás provocando, —se posa frente a mí mientras sus manos se apoyan en el escritorio.

—¿Cuál es el problema Alexandro? —interrogo—. Ahora me espías o tal vez enviaste a tu amante a hacerlo, —suelto.

—Fui a buscarte, te vi hablando con ese imbécil y no le partí la cara frente a todos porque decidí controlarme y esperar una explicación de tu parte, —informa como si eso fuera un éxito.

—¿Debo darte explicaciones de con quién hablo? —pregunto indignado.

—Solo de hombres que te miran con deseo, —suelta con su mandíbula tensa.

—Estás loco, —lo escucho maldecir, camina hasta la puerta y le pone seguro.

—Ponte de pie, ahora, —ordena, niego—Asher, —ladra mi nombre en amenaza.

—Alexandro, no… —me callo al ver que me mira sin expresión alguna, me pongo de pie y cruzo mis brazos, camina hasta mí y se planta en mi frente.

—¿No lo entiendes? —cuestiona, pasa su mano por mi cintura y me pega a su pecho, me abraza y respira profundo—. Eres mi pequeño, no puedo dejar que ningún hombre se te acerque, no ese tipo de sujetos, —murmura con calma.

—Si-sí, señor Bianchini, —tartamudea un poco.

—Bien, —escucho pasos y luego la puerta siendo cerrada.

—¿Estás loco Alexandro? —cuestiono alzando mi cabeza para observar su sonrisa de orgullo.

Alza sus hombros mientras me observa con altanería.

—Ya te dije, eres mío y ya me elegiste, —señala.

—Dios, sí que estás loco.

Dayana Berlusconi

Donovan se ha comportado de maravilla en la empresa y aunque este crea que no lo sé redujo la cantidad de trabajo que suelo recibir, pero no lo voy a cuestionar porque ahora mismo no está en condiciones de que le lleve la contraria, su mente divaga en encontrar a las personas que le hicieron daño a su madre.

Lo observo hablar en un fluido francés con alguien y después de varios minutos cuelga.

—¿Cuántos idiomas hablas?

—Ocho, —anuncia y me sorprende.

—¿Cuáles?

—Francés, alemán, italiano, ruso, mandarín estándar, español, portugués y un poco de árabe, —me sorprende este hombre.

—Es usted muy inteligente, —alza sus hombros.

—Cuando no tienes distracciones es fácil aprender, —anuncia, concuerdo con este.

—Por cierto Dayana, te compré ese libro que ves en la mesa, —señala.

—¿De qué trata?

—Sé que estás nerviosa por lo de ser madre primeriza y por eso te obsequio ese libro, —sonrió.

—Señor Bristol, pero si fue usted el que se alteró cuando la doctora nos dijo que no podíamos escuchar los latidos del corazón del bebé, —le recuerdo, suspira.

—No pude evitarlo y no tenía idea de en que semana podríamos escucharlo, —en la cita con Yngrind nos dimos cuenta de que todo está bien con el bebé a pesar de que este se encuentra un poco fuera de centro, pero se prevé que en unos meses retome su posición. También resulta que quede embarazada justo en año nuevo, no se sabe cómo, pero ahí tengo mi pequeño guisante creciendo en mi útero.

Son apenas cuatro semanas de embarazo y podremos escuchar sus latidos entre la dieciochoava semana o la veinteava, por ahora nos conformamos con ver ese punto negro que pronto será un bebé al cual no se le llama así, sino más bien un embrión, pero nos negamos a verlo de ese modo, me receto vitaminas prenatales y también que es muy pronto para presentar síntomas, le comentamos de mí vómito en la mañana y solo dijo que puede ser que he comido algo que me cayó mal y que debo tener cuidado con eso.

—Lo sé, pero ahora vamos a esperar este largo proceso para escuchar su corazón, —anuncio y asiente con una sonrisa.

—Ya es una cuenta regresiva en mi cabeza, —se quedó con una de las imágenes de la sonografía a pesar de que solo se ve un punto negro, Donovan está muy ilusionado con nuestro bebé, me hace feliz verlo de esa manera tan contento.

—¿Qué te gustaría que fuera? —interrogo.

—Me sentiré feliz con cualquier género, —anuncia—. Lo importante es que nazca, con mucha salud y que ambos estén bien.

Lo observo con cariño y no hay duda de que esto va bien, no existe nada que pueda intervenir a nuestra felicidad, mi corazón se reboza de alegría y amor por este maravilloso hombre, Donovan Bristol está en mi piel y todo el tiempo en mi cabeza.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El santo millonario