El santo millonario romance Capítulo 51

Dayana Berlusconi

—Donovan era un niño muy travieso, no puedo olvidar el día que uno de mis becerros lo persiguió por toda la finca mientras gritaba que se lo quería comer, socorro, —no puede evitar carcajearme mientras que mi esposo sonríe ante la historia de sus momentos de niñez—. Lo peor de todo fue ver la cara de terror de Henry, no podía creer lo que veía y salió corriendo a socorrer al chico, —esto último lo dice algo melancólico.

—Fueron muy buenos momentos, —anuncia Donovan dejando salir un suspiro.

—¿Cuéntenme de ustedes? Porque odio leer las revistas de chisme.

—Estamos de luna de miel en mi cabaña, nos pasamos a desayunar y saludarte, ya sabes que no puedo venir a Ámsterdam sin pasar por aquí, —murmura—. También vengo a darte la noticia de que seré padre, —Sergio sonríe y aplaude.

—Pero que maravillosa sorpresa, —suelta—. Esto merece una celebración, —comunica—Los invito venir a mi humilde residencia, Ezequiel se alegrará de verte, —cabe mencionar que el tío de Donovan es un hombre gay y supongo que el mencionado es su esposo.

—Encantados, pero debo preguntarle a mi esposa, —me miran.

—Dios, claro que sí, —sonríen.

Después de desayunar nos despedimos quedando en ir esta noche a su casa, Donovan me lleva de compras y la mayoría de cosas adquiridas fueron vestidos de embarazo, ya se imagina como me veré con mi panza e igual compro ropa para él, me conseguí varias bragas y mi sinvergüenza esposo casi termina teniendo relaciones conmigo en uno de los vestidores de la tienda.

Las risas cómplices al salir no pudieron faltar, me llevo a comer helado y nos sentamos en una plaza a comerlo, mi mirada fue hasta una madre jugando con sus hijos mientras que el papá llega con globos para ellos, no pude evitar imaginarme a mí y Donovan en esa situación y creo que este también se imaginó lo mismo porque me dio una mirada con una sonrisa muy hermosa.

En la noche hicimos la visita que prometimos donde conocí a Ezequiel el cual es un hombre de la misma edad que Sergio, se nota la felicidad de ambos al ver a Donovan y me desean un feliz embarazo, me prometen que nos visitaran después del nacimiento para dejar sus obsequios. No tienen hijos, nunca le ha interesado tenerlos, pero según el tío de mi esposo el interés murió al ver los comentarios despectivos que tienen hacia las familias de dos papás y dos mamás, no quieren tener que cargar con el peso del bullying que recibirían estos.

Eso sin duda me pareció muy triste, ya que cohibirse de ser feliz solo porque un grupo de personas con falta de empatía se atreven a educar de mala manera a sus hijos para que se burle de otros solo por tener padres diferentes. En silencio me prometo que educaré a mi pequeño para que sepa que existen diferentes tipos de familias y que no por eso son menos.

Debemos como persona darle la oportunidad de ser felices, no es necesario contribuir en su causa, no tienes por qué apoyar, ya que no necesitan tu apoyo o aprobación.

Solo buscan que algo que todo ser humano merece, respeto.

(…)

Los días de nuestra luna de miel transcurren como era de esperarse, salidas al pueblo, excursiones, fotos para el álbum que pensamos crear, Donovan siendo lindo y haciéndome el amor en cualquier momento del día, es bastante grato verlo seducirme hasta hacerme sucumbir a sus encantos. Algo que me pareció extraño, pero gratificante fue no ver a la chica esa rondando en la cabaña, pero no la despidió solo solicito que no volviera hasta que se marchen.

—Donovan, —murmuro, su mano descansa en mi cintura mientras que toda la habitación está a oscura—. Donovan, —me remuevo.

—¿Estás bien? ¿Le pasa algo al bebé? —su voz sale adormilada.

—Perdón, no quería despertarte, —susurro, me giro y me acurruco en su pecho, se remueve y enciende la lámpara.

—¿Qué sucede?

—Es que tengo hambre, —me siento avergonzada, pero no voy a poder dormir.

—Son las dos de la mañana, —anuncia—¿Antojos? —interroga.

—No sé, pero tengo mucha hambre, —respondo.

—Ven, vamos a la cocina, —se levanta, se coloca el pantalón de chándal y opto por cubrirme con su camisa.

Donovan sujeta mi mano y caminamos por los pasillos iluminados con pequeñas lámparas en el suelo, sus pesados pasos son lo único que se escuchan y al ingresar a la cocina enciende la luces.

»¿Te preparo tostada y chocolate con leche? —interroga, asiento mientras me siento en el taburete. Mi esposo saca lo que utilizara y se pone en marcha, me bajo de donde estoy para ir a la nevera y sacar un tarro de helado de fresa—¿Qué haces? —Me giro para verlo y hace una mueca—. Nada de eso a esta hora, —reprocha.

—¿Qué?

—No vas a comer helado a esta hora, —elevo mis cejas.

—Ni sueñes que lo evitaras, —camino hacia donde están los utensilios y tomó una cuchara, camino hasta la encimera y me siento nuevamente.

—Eso no es bueno para el bebé.

—Pero el bebé es que quiere que me dé varios bocados de esto, —anuncio.

Le quito la tapa y tomó una cucharada del helado, suspiro y hundo la cuchara para sacar una porción y elevarla.

»Venga ya, —hace una mueca para colocarse en medio de mis piernas, estiro la cuchara a su boca y la toma—Muy rico ¿verdad? —lo come.

—Lo es, pero igual sigo con la idea… ah… —me mira—¿Qué haces? —interroga, resulta que embarre su pectoral izquierdo con el helado.

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